Se había dispuesto a bajar de peso, así que decidió buscar la ayuda de una profesional del área, una nutricionista.

La orden era desayunar, almorzar y cenar moderado, pero nada de nada entre comidas; y lo venía cumpliendo: nada de refrescos, tortas, helados ni chucherías.

Pero se presentó el momento de la gran prueba, mientras esperaba a su sobrino que estaba practicando natación, se sentó en el cafetín, con la intención de pedir agua, pero como una nube tentadora, una montaña de delicias se lanzó ante sus ojos, ante su voluntad de hierro, un mundo de cotufas, palomitas de maíz.

Ella no sabe cómo ni en qué momento las pidió, pero a los pocos minutos estaba comiéndolas, saboreándolas con los ojos cerrados, recordando cuando era niña, y todos veían televisión, tomando refresco y volando en los corazones de las palomitas de maíz.

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