Concurso Semanal, "Creando Historias Semana #22"/ Noche de Miedo/ Por @sir-lionel

Luego de terminar la primaria en la escuela rural del campo donde vivía, me tocó empezar el bachillerato en el liceo del pueblo. Allí conocí a los hermanos gemelos José Luis y Luis Alfredo, para ese entonces ellos tenían doce años, yo era un año menor, y nos hicimos mejores amigos.

Cada domingo en la tarde bajaba hasta el pueblo, me reunía con ellos para ir a las funciones vespertinas en el cine Paraíso. Siempre me las ingeniaba para que el domingo no me faltara un real, un medio que costaba la entrada del cine y otro medio para un delicioso helado de barquilla.

El caserío donde yo vivía, quedaba separado del pueblo por unos tres kilómetros de carretera de tierra, sin alumbrado ni sistema eléctrico. Por eso siempre tenía la pendencia de regresar a mi casa antes del anochecer.

Ese domingo vimos una película china buenísima, protagonizada por Bruce Lee. A la salida del cine estaban unos carteles enormes, que anunciaban para ese mismo día, el estreno de la película Tiburón, nos detuvimos a ver los carteles en los que aparecía un inmenso pez mostrando los colmillos, listo para comerse a una chica que nadaba en la superficie, aquella era una imagen impresionante. Enseguida José Luis lanzó la propuesta.

—Tenemos que verla.

—Claro que sí —respondió el hermano, lleno de emoción.

Ellos, notando mis dudas, al unísono dijeron las palabras claves y que implicaban un reto.

—Tú si eres miedoso.

La verdad es que si, sentía miedo, pero no por el tiburón, mis miedos eran otros, primero el camino oscuro y solo para llegar a la casa, y luego la reacción de papá, al verme llegar tarde. Pero ya el reto estaba hecho y yo no retrocedería, teníamos que ver esa película.

La función terminó pasada las nueve de la noche, los hermanos tomaron rumbo a su casa, y yo empecé a caminar a paso rápido hacia la salida del pueblo.

Llegué hasta la última casa antes de salir del pueblo, también era el ultimo bombillo que alumbraba la calle, a partir de allí, faltaban tres kilómetros de carretera oscura para llegar a mi casa, en una parte de ese tramo había un enorme árbol de jabillo, era tan grande y frondoso, que diez hombres con los brazos extendidos no podían abarcar su tronco.

Bajo de ese árbol se decía que ocurrían todo tipo de apariciones asociadas a los espíritus malignos, muchos aseguraban haber visto al hombre sin cabeza, o el esqueleto de una mujer vestida de blanco, también se contaban muchas historias de duendes que le hacían jugarretas a los que pasaban de noche debajo de ese árbol.

Pensando en esas historias, no me sentí con bríos para seguir mi camino por aquella oscuridad. Mientras esperaba y decidía que hacer, vi venir a alguien desde el pueblo, un hombre que caminaba torpemente, dando tumbos de un lado a otro, sentí una gran alegría cuando lo reconocí, era Vicente Talavera. El vivía cerca de mi casa y era el mejor compañero que podía encontrar para hacer ese camino en la noche oscura.

El viejo Vicente era un curandero, mucha gente confiaba en su gran sabiduría, decían que él conocía muchas oraciones para curar todas las enfermedades y alejar a los malos espíritus, otros aseguraban que Vicente se transformaba en perro. Lo que si era cierto, es que el viejo era muy apegado a la botella, por lo que era normal, verlo casi cayéndose por los efectos del aguardiente.

Vicente pasó a mi lado y balbuceó algo como un saludo, esperé a que él caminara unos metros, lo que tardó para hacer debido al estado en que estaba, apenas entró a la oscuridad me dispuse a seguirlo, pero entonces escuché claramente el gruñido de un perro bravo, el gruñido provenía desde la oscuridad donde acababa de entrar el viejo Vicente, enseguida escuché un ladrido, y luego un silencio total, un escalofrió me recorrió todo el cuerpo.

Permanecí paralizado por un rato, hasta que vi una camioneta que venía desde el pueblo, era Ismael, un muchacho del pueblo a quien yo conocía, y venia a traerle unas medicinas a su abuelo que tenía una bodega cerca de mi casa. Cuando él me vio se detuvo y me hizo seña que subiera a la camioneta.

No le comenté nada de lo sucedido a Ismael, pero mientras la camioneta avanzaba e iba iluminando la carretera, yo permanecía pendiente de ver al viejo Vicente o algún perro, pero en todo el recorrido no vi absolutamente nada anormal.

Pero mi gran sorpresa fue cuando llegamos a la bodega del abuelo de Ismael, allí estaba el viejo Vicente bebiendo de una jarra con cerveza. Me parecía imposible que Vicente hubiera llegado antes que nosotros, muchas ideas pasaron por mi cabeza, y más aún, cuando lo vi tomar la cerveza con gran avidez, se notaba sediento, cuando él me vio hizo un gesto que hubiese parecido a una amable sonrisa, sino fuera por el detalle de los dos colmillos que se asomaban más largo de lo normal.