Esa tarde las montañas estaban mudas, solo había un sonido de aguas cansadas por dónde esperábamos escapar, ya había pasado suficiente tiempo y la tarde fue llenándose de incertidumbre porque ese no era el acuerdo.

Le había contado de cierto pirata que gracias al buen viento pudo ganarle al naufragio y llegó a las orillas dónde la montaña lavaba sus pies y él solo pensaba en su afortunada oportunidad de seguir vivo y poder en algún momento regresar a su tierra, pero la música que bajaba durante los días y las noches le fueron tejiendo otros horizontes, entendió que allí tenían que vivir sirenas o ninfas, que desde algún lugar de esas montañas lo estaban mirando y eso le fue incubando el deseo de encontrarlas.

Comenzó para él un esfuerzo único que hizo olvidar el deseo de regresar a su casa, dicen algunos lugareños que él recorría las montañas en una búsqueda incansable, registrando palmo a palmo, cada resquicio, siguiendo unas voces que le habían ganado el corazón, casi ni se detenía para conseguir comida, no le importaba morir, su deseo lo había desquiciado, solo quería encontrar las sirenas o las ninfas.

Marcaba el camino por dónde ya había pasado para no dar vueltas sin sentido, un día de mucha lluvia desapareció y ya no se escucharon más los cantos, por eso cuentan, que él logró encontrar las sirenas, o las ninfas lograron atraparlo y se lo llevaron al fondo del mar.

Después de eso las tardes ya no fueron las mismas, los colores cambiaron y el agua se fue tornando de un color muy tenue donde el sol desplegaba sus luces como una gran lágrima dispersada hacia las playas solitarias, los cantos del viento eran como un sonido lastimero, quizás desde las montañas alguien lloraba la partida del pirata.

Esa historia me había motivado para plantear un acuerdo con la mujer que alteraba mis sueños, sabía de sus impedimentos familiares, pero también de su amor sublime, de su deseo por lograr mantener una lucha por la felicidad, le conté del pirata que luchó por encontrar el amor, por el solo hecho de oír la voz que el viento le hacía llegar a sus oídos, de unos seres que nunca vio.

Nos escaparemos le dije, yo te espero en la playa cuando la tarde presente ese brillo especial, iremos a las montañas donde el pirata se emborrachó con esa música que trae el viento para los enamorados.

Ahora no entendía por qué no llegaba, ¿por qué? si todo estaba decidido y todo fue como un delirio, lo fue agarrando, las manos del agua le fueron acariciando, el viento le cantaba, lo envolvía, lo iba guiando hacia unos brazos que emergían de las aguas, ¿por qué no llegó? al final, solo fue un horizonte que galopaba en la negrura de las montañas.