Ella quedó muda cuando el tipo llegó y tomó asiento en una de las sillas de la mesa donde ellos estaban, el lugar estaba lleno de gente y no había mesas desocupadas, ni siquiera pidió permiso, tampoco dirigió su vista a ninguno de los dos.

Ella apretó la mano de su compañero y él sintió el temblor de su cuerpo, sus nervios alterados.

—¿Te pasa algo? —la miró y pudo ver un resquicio de pánico en su semblante.

Él hombre pidió un helado cuando se acercó el mesero y como si hablara con otra persona, les dijo:

—Se divierten, yo apenas comienzo la fiesta.

Había una sonrisa sarcástica que no comprendió, el mesero trajo el helado y pude fijarme con detenimiento en aquel rostro buscando algo que le identificara, le diera luces para saber quién era.

—Parecen una bonita familia por lo que veo, —él miraba a Mercedes.
—¿Por qué éstas así mujer? ¿Qué es lo que te pasa?
—Son pecados viejos, cicatrices difíciles de borrar, porque no cuentas la historia Mercedes.

Javier Aldana era un joven problemático, desde temprana edad pateó las calles para hacerse un hombre respetado y temido. Lo apodaron el “Javi” y cuando se antojaba de algo nada lo paraba para conseguirlo, así que muchos de los que cometieron el error de oponerse, ya no formaban parte de los vivos.

Mercedes lo reconoció, aun cuando su rostro ya no era el mismo por efectos de la edad y del maltrato que le había dado a su vida. El Javi se enamoró de Lisa, una joven quinceañera para aquel entonces, muy vivaz y alegre, sin ningún sentido de responsabilidad, ni de los peligros.

—Lisa era hermosa y estaba como a mí me gustan las mujeres, cuando la vi por primera vez, me dije, esta es para mí, que nadie me la toque.

Lisa era indomable y para ella, aquello se convirtió en un juego y desafiaba al Javi con su actitud, por eso puso en peligro a muchos muchachos del barrio con los que les gustaba coquetear.

—Aquel día nefasto, se me volaron los tapones de la rabia y le llegué a su casa, ella no me tuvo miedo, se me enfrentó y armó un escándalo, toda su familia estaba allí, pero el viejo se me vino armado con un machete y tuve que disparar, Lisa se me vino encima y caímos, el arma se me salió de las manos, Lisa me golpeaba, me arañaba, entonces la empujé con fuerza, quedó allí tendida, fui hacia ella, no lo podía creer, estaba muerta y en medio de esa confusión no me di cuenta que habían agarrado el arma y cuando miré, sonó un disparo que me hirió. No lo podía creer, no era mi día, iba a terminar aquel drama cuando oí las sirenas, tuve que irme y solo les dije que esta historia no terminaba así.

El Javi logró huir, mi papá quedó inutilizado de por vida, Lisa se había partido el cráneo y mamá no pudo resistir la presión tanto tiempo y murió de un infarto, pero con ese malandro suelto todos teníamos un arma apuntándonos en cualquier esquina, así que mis hermanos se llevaron a mi papá para otro país y yo me mudé a otra ciudad, después supe que lo habían agarrado, pero el miedo siempre andaba conmigo, hasta que te conocí y me sentí más confiada.

—Tú me contaste la historia de otra manera, no me dijiste que Lisa era tu hermana.
—No podía hacerlo, el miedo no me dejaba y era una forma de protegerte y yo podía dejar el miedo.
—Qué bonita historia viejo, pero el final… falta el final: taratatá, aparezco de nuevo en escena, vengo a redimir los pecados concebidos.

Cuando Monchito apareció, fue como una luz que se encendió, siempre me lo encontraba en la calle y le brindaba algo de comer, así nos hicimos muy amigos y cuando me veía, mostraba de manera exagerada su efusividad. Solo tiene que verme pensé, él era un niño especial, tenía síndrome de Down y su familia era muy pobre, por eso vivía en las calles y a los que consideraba sus amigos le daba fuertes abrazos, siempre entraba saludando a todos, solo tiene que verme y así fue, se me vino encima.
—¡Amigo! ¡Amigo! ¡Hoy voy a comer helados!
Todo fue tan rápido que apenas pude levantarme y cuando me abrazó, me fui contra el Javi en caída libre, Monchito se reía al ver que caíamos.
Mercedes se levantó de súbito y empezó a gritar:
—¡Está armado! ¡Está armado! ¡Ayúdennos!
—¡Malditos los voy a matar!
Sacó el arma, pero medio de aquel barullo sonó un disparo y cuando miré a un lado, otro hombre armado al que le temblaban las piernas miraba con angustia como el Javi se desplomaba.