—¡Ya estoy cansado de tus peroratas!
—¿Por qué no te vas? Así serás feliz.

Esto se repetía muchas veces en el día y ya casi sentía que, al llegar las noches, las pesadillas completaban la escena.

—¿Por qué no vuela la cerca compadre?
—¡Eso es lo que provoca!
—Mejor nos tomamos unos tragos, quizás, eso lo anime.
—Hoy no va a ser posible compadre.
— Entonces aguante la pela.

A veces me sentaba en la plaza y miraba el horizonte, me imaginaba que venía una nave con seres extraños, veía como allí mismo, en la calle, aterrizaban; me quedaba lelo, mirándolos, luego se acercaban varios de ellos, sentía que me observaban, luego se unían en una simbiosis que los convertía en una nube transparente donde ocurrían ciertos chispazos, será que están hablando entre ellos, ¿ que discutirán? o eso parecía, luego se dispersaban y me daban vueltas, yo los miraba sin comprender nada; uno de ellos se acercó tanto que sentí como si entrara en mi cabeza, buscando restos de algo perdido, se volvían a reunir, discutían, digo yo; pero al oír que me llamaban, se iban y como si nadie hubiera estado allí, mi mirada seguía clavada en el horizonte.

Me quedé esperando que me arrastraran, me arrancaran de la tierra y se perdieran conmigo en el universo; pero aquello me dio fuerza para tomar una decisión, ya no podía seguir soportando a esa mujer y eso que le hacía todo, mi compadre tenía razón, quien me manda de pendejo.

Ahora, seguro que venían sus amigas a tomar café con pan, pero tiene que cerciorarse que todo esté brillante, que no haya una gota de agua en el piso, porque si no tengo que perseguirla y desaparecerla, borrar hasta las huellas de los zapatos.

Y mejor que no volara una mosca, porque aquí la cacería era más ardua, trapo en mano y esperar que se pose en algún lugar seguro para morir trapeada y sin daños colaterales, listo, ahora hay que hacer el café y preparar las rodajas de pan.

— Ya sabes con mucho cuidado con las migas, porque eso atrae a los ratones, ¡Y te lavas las manos!
—Sí mujer, ya lo sé.
—¡Trae la tableta para que nos pongas músicas de YouTube! y mientras estamos aquí, tú puedes ir al patio a limpiar lo que hayan hecho los perros.
—Sí mi amor.

Ya lo decidí, no aguanto más, me conseguiré una pistola, aunque sea prestada.
—Amor, estoy viendo tu sombra, ¿Qué estás haciendo?
—Nada, estoy conversando con ella.
— Ahora sí es verdad, ya, como que te volviste loco.
—Ya la agarró hasta con mi sombra, creo que ya llegó el momento, esto se acabó, bueno sombrita la pusiste, quien te manda de lamparita.

Le recriminó a su sombra, luego se fue al depósito y buscó un mecate, después tiró agua sobre el piso, se orinó en el patio y dejó que los perros hicieran lo suyo, luego le puso el mecate en el cuello a su sombra y la guindó del techo, salió por la puerta de atrás para no volver, ya seguro, muy seguro de que ahora no lo verían, no le iban a ver ni su sombra.