Desde que había ocurrido aquello, había pasado un mes. Aquel día la gente se despertó en mitad de la noche escuchando el ruido de unos aviones. Los que se atrevieron a asomarse a las ventanas o a abrir las puertas de las casas, se hallaron con una nube gruesa y gris de polvo que caía del cielo. Inmediatamente intentamos cerrar todo, pero el humo entró por la mínima rendija de las casas. Sofocados, tratamos de quedarnos quietos en un solo sitio hasta que el humo gris se diluyera, se expandiera, se apartara.

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A la mañana siguiente encontramos que la mayoría de los animales había muerto. Preocupados, revisamos los signos vitales de todos los niños y los ancianos, y aparentemente no tenían nada. Tuvimos pendientes como por tres días consecutivos, pero luego lo olvidamos y volvimos a nuestras actividades rutinarias. Como a la semana, se empezaron a notar las consecuencias fatales e irreversibles de aquella noche.

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Los primeros que mostraron los síntomas fueron los jóvenes: permanecían callados y largas horas acostados mirando los techos de las casas. No querían salir, permanecían agotados y con una tristeza en todo el cuerpo. Aunque tenían la juventud en el rostro, era como si la vejez se les hubiese alojado en el alma. Al verlos así, como un virus, se propagó la desesperanza. Nadie hablaba, nadie salía de sus casas, y desde ese instante todo el país comenzó a ser un país fantasma.

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Desde aquel día había pasado un mes, y aunque todos sabían lo que había ocurrido, nadie decía nada. Los que se atrevían a salir por las calles a veces escuchaban que aquello había sido una treta de los que nos gobernaban. Pero desde hacía un mes nadie salía ni protestaba, aguantaban hambre y sed sin decir una palabra. Y todos estábamos seguros que fue desde aquella noche que exparcieron cenizas de huesos de muertos por toditas nuestras casas.

Esta es mi participación para el genial concurso de esta semana de nuestro amigo @adeljose. Si quieres participar, revisa las bases del concurso aquí.

HASTA UNA PRÓXIMA OPORTUNIDAD, AMIGOS