La historia que relataré a continuación pertenece a la vida real, no es producto de la imaginación y muchísimo menos extraída de un cuento del más allá; por eso queridos amigos, es que no debemos subestimar aquel famoso refrán: de que vuelan, vuelan…

Hace aproximadamente unos 40 años atrás, conocí a una familia integrada por cuatro miembros que consistían en el matrimonio y sus dos hijas: Esther la hija menor y Amanda la mayor, ellos habitaban una casa en las afueras de la ciudad. Cabe destacar que el padre de la familia, llamado Mateo, era un hombre a quien le gustaba explorar el mundo de las ciencias ocultas, además tenía amigos muy cercanos que realizaban esta antigua práctica, así que cuando consideraba que debía protegerse de alguna entidad maligna, no dudaba en realizar los ritos que le sugerían para que de esta manera, según él, no le cayera la mala suerte.

De igual manera, en la casa que habitaban, según los comentarios de los vecinos, sucedían hechos muy extraños, ya que como se trataba de una residencia con un amplio patio, en las noches supuestamente se podían observar varias lucecitas en el suelo, que según muchos de los moradores del lugar se trataban de entierros de morocotas de oro. Sin embargo lo más llamativo de esta historia consistía, según algunos de sus protagonistas, en que la casa estaba igualmente habitada por un ser del más allá, el cual se trataba de un hombre muy delgado y muy alto, que siempre llevaba un sombrero y una capa y sumado a esto, de sus ojos salían fulgurantes destellos de color verde.

Permítanme explicarle, que la suegra de la señora, llamada Rosalía, no la quería, ya que opinaba que era indigna de su hijo por tener raíces indígenas. De esta manera, un día que Mateo se había ausentado de su hogar, de repente se escucharon los gritos desesperados de la suegra acusando a la nuera de tener un amante, ya que ella había visto salir de una de las habitaciones a un hombre muy alto con un sombrero y una capa. Cabe destacar que esa fue la primera aparición que realizó esta extraña figura, obviamente cuando Mateo regresó, su madre acusó a Rosalía de infiel, sembrando en este la semilla de la desconfianza.

Posteriormente, luego de este episodio, Mateo no volvió a ser el mismo. Él era mucho mayor que Rosalía, aproximadamente unos quince años, así que por su cabeza comenzaron a rondar ideas acerca de que sucedería si la muerte lo sorprendiese antes, y como era un hombre muy trabajador que había amasado una pequeña fortuna, pensaba con mucha tristeza que al fallecer, su esposa se volvería a casar, y que este hombre disfrutaría de los bienes que con tanto esfuerzo había logrado.

En este sentido, Mateo amaba a sus hijas por igual, pero tenía una relación muy especial con su hija menor, Esther. Y en esos días que lo embargaba la nostalgia, este le confiaba a su hija su gran temor ,que su madre cuando enviudara se casara nuevamente, y sus hijas a quienes amaba tanto, tuviesen que convivir con un mal hombre, además siempre repetía un conocido refrán popular: “cachicamo trabaja pa lapa”. Es así como decide confiarle a su amigo brujo lo que sucedía, y este hombre le prometió realizar un pacto con una presencia del más allá, que sirviera de cuidador tanto de su familia como de todos sus bienes.

Después de transcurrir algunos años, el señor fallece víctima de un infarto, y la señora a quien le estaba comenzando una penosa enfermedad, a raíz de la muerte de su esposo comenzó a presentar más deterioro en su salud, es así como producto de los fuertes dolores que padecía, todos pensaban que estaba presentando alucinaciones, cuando señalaba hacia una esquina de la habitación y expresaba que allí se encontraba ese extraño ser, el hombre de la capa y el sombrero mirándola con unos ojos que les salían fuego por ellos…Evidentemente a causa de la terrible enfermedad la señora murió pocos años después.

Es así como, transcurrieron varios años los hijos de Amanda crecieron y entre todos, tomaron la decisión de vender la casa, pero sucedía algo muy extraño, cada vez que estaban a punto de concretar el negocio, por una u otra razón la casa no lograba venderse, y así pasaron los años, siendo numerosa la cantidad de compradores que emocionados manifestaban que ansiaban comprar la casa, pero al final a las personas conocidas les sucedían percances hasta fatales, y los desconocidos no regresaban.

Sucedió que una vez el hijo menor de Amanda tomó unas fotografías en una especie de zaguán que existía en la casa, ya que el aseguraba que en las noches se escuchaban ruidos y hasta conversaciones en ese sitio, el lugar estaba oscuro, y al observar las fotografías sobre el fondo completamente oscuro se podían observar sombras pertenecientes a personas, y las más llamativas eran las de un niño y la de un hombre muy alto con sombrero…

Aconteció que un día, cuando las hermanas se encontraban reunidas con unas amistades, conocieron a una señora que se dedicaba a realizar “trabajos”, les enseñaron las fotos y ella les explicó que la imagen del niño era como la de un angelito y la del hombre alto consistía en un guardián, así que les ofreció ir a la casa a investigar que estaba pasando. Pautaron la cita, y la señora llegó a la casa con sus materiales de trabajo, se encerró en la casa completamente sola, pero a los minutos se escucharon gritos de terror pidiendo auxilio, cuando salió de la casa muy aterrada, expresó que al momento de rezar, la atacó como una especie de cuervo con cabeza humana, igualmente aseguró que jamás regresaría a ese lugar porque se trataba de una entidad muy maligna, de hecho a los días tuvo un accidente en el que casi pierde la vida.

Luego de este incidente continuaron con la labor de vender la casa, con resultados negativos, y hasta el hijo mayor aseguró que su esposa una vez que pernoctaron allí, había visto al hombre con la capa y sombrero, y que había tomado la decisión de no entrar jamás en aquella vivienda, luego tomaron la decisión de invitar a un cura a la casa, para que la bendijese.

Al poco tiempo, lograron vender la casa, y muy felices se mudaron a un pequeño apartamento, pero al poco tiempo Amanda murió y Esther recibió en su casa, un misterioso regalo, y para sorpresa de ella, era un cuadro cuyo protagonista era el hombre de la capa y el sombrero…