En el fondo de un océano, una burbuja protectora resguardó la Vida, civiles no involucrados en los conflictos de las potencias en guerra habían estado en modo suspensión vital durante 100 lunas. Las aguas se habían ido retirando y separando. Las confrontaciones bélicas no habían finalizado, pero la turbulencia era menor y la burbuja operada por equipos inteligentes comenzó las fases de desconfinamiento.

No era la única burbuja, pero sí la de mayor importancia, ya que en ella había un equipo previamente entrenado para adaptarse a las nuevas circunstancias y moldear el nuevo hábitat. La luz filtrada por una delgada masa de agua era el eje impulsor de los equipos inteligentes. Una vez completadas las fases de desconfinamiento, también finalizaría la suspensión vital y los durmientes se despertarían para recrear el mundo, desde el pequeño espacio submarino, lugar de convergencia y a la vez de separación de dos grandes océanos: el verde y el rojo.

La supervivencia de la burbuja fue un milagro, pues durante las 100 lunas había sido arrastrada por las corrientes submarinas hacia el lado verde, hacia el lado rojo. Y ahora, ahí está, para abrir las compuertas a los privilegiados, para que exploren y forjen una productiva comunidad en su territorio azul, con su propia superficie. A menos de una luna de distancia, se espera un milagro aún mayor; que el entrenamiento que estos seres recibieron sea suficiente para que puedan seguir sobreviviendo, a pesar de los peligros que los acechan.