La pequeña barca "Mi Morena" encalló en la costa un día de fuerte tormenta. Tomás tragó mucha agua ese día, pero agradeció estar sano y salvo. La isla era pequeña, Tomás la había visto en sus exploraciones pesqueras. Las veces que pasaba cerca de ella, pensaba lo mismo, quiero acostarme en esa arena blanca y acariciar la piel de mi Morena. Pero su Morena, encontró el amor en los brazos de Tim. Tomás los había visto en otras arenas, una noche de luna llena, haciendo realidad un sueño que ya no era el suyo. La arena pegada en la piel de la pareja le daba brillos de fantasía a la escena amorosa que Tomás vivió con dolor, sin dejar de mirar mientras las lágrimas corrían libres mojando su rostro curtido por el sol. El joven pescador se pellizcó, para asegurarse de que no era un mal sueño y que su morena ya no era su morena.

Cuando la tormenta lo arrojó a las playas de la isla, Tomás pensó que era una burla del destino, porque puso por primera vez sus pies en la arena tantas veces soñada, bajo una lluvia torrencial y sentía los pies hundirse en la húmeda frialdad que destilaba agua, agua dulce de la lluvia, agua salada del mar encrespado que se arrojaba isla adentro. Así como los había lanzado a él y a "Mi Morena".

Sentado al lado de su barca encallada, aún bajo la lluvia y con el frío causado por el viento sobre piel y ropa mojadas, Tomás nuevamente agradeció estar vivo. La tormenta comenzaba a ceder, pero en su barca no había nada y su experiencia le decía que tampoco habría barca. El impacto fue muy fuerte. Pero lo sufrió la barca, él tuvo suerte, aterrizó sobre agua y arena.

No vio a donde ir, decidió permanecer acurrucado contra el costado de su lancha, que lo protegía del viento hasta que la claridad del día le permitiese orientarse, pensar mejor. Se adormiló.

Lo despertó una algarabía. Eran voces alegres, de mujeres. Había aclarado, el viento era una brisa suave. Las voces se acercaban. Afinó el oído y gritó: ¡Auxilio! ¡Auxilio! Siguió escuchando las voces, pero no hubo respuesta. Se dio cuenta, la brisa traía las voces femeninas pero llevaba la de él hacia el lado opuesto. Espero otro rato, hasta que las sintió cerca y de pie, sobre una gran piedra repitió su llamado de auxilio. Las voces callaron. Volvió a gritar. Nuevamente escuchó a las mujeres y en pocos momentos distinguió el grupo que se acercaba.

Todas lo miraban, todas revisaron la barca. Lo condujeron hasta el pueblo cercano, mientras lo miraban y cuchicheaban entre sí. Unos ojos reclamaron su mirada, por la intensidad y negrura que brillaba en el rostro joven, curtido por el sol. Los ojos siguieron encontrándose y Tomás sintió que había encontrado a la nueva protagonista de sus sueños, pero esta vez, expresaría prontamente sus sentimientos.
La barca encallada se convirtió en un nido, su nombre, cubierto por la arena, ya no podía leerse. Tomás encontró el amor en la playa de sus sueños. Sindy lo acompaña siempre a visitar la lancha que lo condujo al amor. Ambos jóvenes trabajan arduamente para construir un hogar y una nueva lancha, ya bautizada como Sindy

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