Todo iba tan bien hasta ese día. El mar, aparentemente tranquilo, de repente empezó a enfurecerse, había vaivenes extraños y el bote era algo frágil.

El cielo se oscureció de repente, al parecer, venía lluvia fuerte con mucha brisa. Las olas comenzaron a levantarse, traté de maniobrar para regresar, más una ola gigante levantó la pequeña embarcación y la volteó.

Comencé a gritar llamando a mi amada, no la veía, me desesperé, las olas eran aún más fuertes, quedé inconciente y cuando desperté estaba allí en aquella orilla desconocida.

Ya había salido el sol y el cielo era azul otra vez, pero estaba solo, mi boca seca, mis ojos enrojecidos, quien sabe cuanto días pasarían desde que naufragamos.

Trato de levantarme, me siento débil, me arrastro por la cálida arena, allí está un bote que no es el nuestro supongo, ¿o sí?, la verdad no sé nada, solo sé que recuerdo que Eloísa no está y las lágrimas vienen a mis ojos, quiero llorar profundamente, mi vida se fue en un segundo en aquellas aguas. ¿Puede ser la mar tan hermosa y tan fea a la vez?.

Me tambaleo y caigo en aquella arena dorada, quiero morir, ya nada será igual sin ella, cierro los ojos nuevamente, le pido a Dios que me lleve con ella, lloro y no recuerdo nada más...