El mismo camino a casa todos los días, extenuado de un día desastroso, voy en las penurias de una vida me estorba a cada instante. Mis pasos son pasmosos, el frio y mi rabia se juntan para entorpecer cualquier deseo positivo, estoy ahogado en un mar negro de pensamientos oscuros que coinciden con el sendero que cruzo

     Es el final de la avenida, las luces moribundas de un corredor solitario me anuncian el próximo escenario que me espera, mis pensamientos no mejoran, mi vida se traduce en un querer llegar pero sin poder seguir, y mis pasos se vuelven aún más pesados. Nunca pensé que mi final fuera de esta manera, mi corazón se desinfla de sangre porque el frio de la muerte está llegando. Solo me queda esperar entrar en la última calle

     Un vehículo se acerca en la distancia, la tenue neblina no me permite distinguirlo pero sé que es negro, sus luces son débiles y pareciera que los pálidos colores grises de mi última noche solo me dejan ver los colores del luto. El sonido del silencio es escalofriante, se rompe con el lento pasar del carro por mi costado que pareciera no llevar a nadie. ¡Quizás sea el ángel de la muerte¡ fue lo que pensé, es lo menos que pasaría en este caminar mortal de la última vía

     Al fin estoy parado aquí, en medio de la calle misteriosa que me vio nacer, la misma que pareciera que me llevara al final de mis pasos por esta vida canalla de sufrimientos y pesares..

   Es una calle tenebrosa, su asfalto de color negro mate pareciera no interrumpirse con nada y las brumas que revolotean sobre ella me succionan al abismo de mis pesares. Son las 11.00 pm, el reloj de la iglesia cercana anuncia esta mi última hora, ya no quiero dar un paso más pero debo entrar en ella, así se me cueste la vida

     Esta es la calle misteriosa, la misma de cuando niño esquivaba a cada instante, y en donde mismo se paralizaba el mundo con el zumbido de soledad que emitía solo al verla. Nunca pensé que fuera de noche el momento de cruzarla, pero la verdad es que ya no aguanto más este vivir desolador.

     Empieza mi caminata, mis oídos estallan y quedo sordo de oídos, mente y corazón, es el sonido metálico de esta calle de mil metros, la misma que se llevó a propios y a extraños en este pueblo llamado “infierno” donde yo soy el único habitante.

     Son las 11:30 pm, es imposible que a la mitad del camino aun siga con vida, ya he perdido la cuenta de mis pasos y no sé si estoy sudando sudor o sangre, mis pupilas se dilatan, mi boca se seca en medio de una respiración aguda que marca el inicio de la muerte de mi cuerpo.

     Logro ver en el fondo una luz blanca que se acerca, su intensidad es cada vez mayor y abarca toda la calle en plenitud, ya no sé si camino o estoy levitando, no siento mis piernas debido ni tampoco las puedo ver porque la luz, cada vez más cercana, me va tragando de abajo hacia arriba.

     12:00 pm, las campanas de la iglesia chocan al mismo tiempo que un búho pasa rasante por mi cabeza, en ese instante me me doy cuenta que la luz que me invade es del mismo carro que vi hace unos minutos y que pareciera venir a buscarme. El fin es inevitable, en el medio de la calle misteriosa, la última calle, se viven los últimos instantes del habitante moribundo que nunca quiso caminar por la calle de la muerte.