¿Qué tan fuertes son los lazos de una amistad que se forja en medio de las tinieblas?, ¿Qué tan débil puede convertirse una amistad que se consolida en lo más alto de la montaña rusa?, cuando todo parece bonito, los pajaritos cantan y las luces del semáforo parecen cambiar solo para que tú no te detengas.

Aún recuerdo el momento de aquel abrazo que te di en la terraza de mi apartamento, mi pequeña que nos admiraba tanto, capturó aquel instante donde parecía que reíamos mientras contemplamos el ocaso. Ese fue el abrazo más difícil que he tenido que dar en toda mi vida.

Contemplaba el horizonte y veía como se dibujaba la línea de tiempo de nuestros recuerdos juntas, nuestras travesuras en la escuela, jugando a escondidas de la maestra, las salidas al recreo en busca de dinero sin dueño. Seguí observando y nos contamos de ese primer beso que recibimos, a mi no me gustó pues fue robado, pero el tuyo fue épico, recuerdo que sentí celos de eso.

Un poco más allá nos separamos en la universidad, carreas distintas, pero siempre con tiempo para reunirnos y ponernos al día, me casé y tu también lo hiciste. Soy madrina de tu hija mayor y tu de la mía. Lloré en tus brazos, me senté en tu mesa, cuando aún no tenia yo mesa propia.

Confiamos tanto la una en la otra, no había secretos y tampoco había nada que no pudiéramos decirnos, pero en un momento el silencio se convirtió en el mejor aliado.

Silencio para no herir es la consigna, cuando el silencio es lo que más daño hace, guardaste silencio respecto al fin de tu matrimonio, comprendí que no era el momento, que todo era muy doloroso para ti, y que todos necesitamos tiempo para hablar, a veces la mejor forma de ayudar es solo estando allí.

Estuve allí para ti hasta que volviste a sonreír, no te pregunté nunca que sucedió, y comenzó mi propia tormenta, descargué en tus hombros todo mi dolor, de ver mi familia desvanecer, tu comprendías ya lo que se sentía, quien mejor que tú para darme consuelo.

Me levanté contigo de mi lado, volvía a empezar, tengo un buen trabajo, pero el silencio llegó a su fin, el universo quería contarme aquello que nunca pregunté, que nunca me contaste.

Te abracé por última vez mientras todas las historias pasaban frente a mis ojos, te abracé para que mi hija no se diera cuenta, te abracé y te susurré ya entiendo tu silencio. No me constaste el fin de tu matrimonio, porque sabias que pronto llegaría el colapso del mío. Te pregunté ¿en qué momento comenzaste a ver a mi esposo como un hombre, desde cuando decidiste que no querías más lo que tenías y preferiste lo que yo tenía? Esta bien no respondas, solo vete y no regreses nunca más.