Llegué de la calle. Tan pronto puse el seguro de la puerta, me despojé de la ropa de salir como si fuesen unas capas de piel que no me pertenecen. Cada prenda quedó tirada en alguna parte del camino entre la entrada y el umbral de la puerta del baño. Entré en la ducha y me enjaboné y froté la piel para deshacerme de las impurezas del exterior. Una vez que tuve suficiente, me acosté a dormir sin haber cenado. Yo creí que me levantaría unos minutos después para comer, pero mi cuerpo tenía otros planes.
Cuando finalmente abrí los ojos, era el día siguiente. Desayuné y me quedé viendo series y películas de mi infancia en internet para sentirme más como yo mismo y no como lo que los demás esperan que sea. Una vez que me sentí despierto de verdad, me puse a ordenar la casa y acomodarlo todo antes de volver a plantarme frente a la pantalla a relajarme y olvidar otra vez el mundo de las responsabilidades.

Cuando terminé de limpiar, revisé la despensa y, al ver que faltaban cosas, me puse el traje de hombre adulto y salí a comprar.
Recuerdo que, cuando era pequeño, mi mamá solía regañar a mi padre por ser irresponsable. Ella le recordaba constantemente que había tareas que hacer en la casa, que debía salir a buscar dinero y cumplir con sus deberes como padre de familia. Peleaban varias veces y ella decía cosas horribles sobre él. Mi padre no intentaba defenderse. Él también era así en el trabajo. Sus jefes y demás compañeros le pasaban por encima y hacía lo que les daba la gana con él. Sentí tristeza por lo que le pasaba. Una noche, mamá lo regañó de una forma tan espantosa que él salió al día siguiente y no volvió nunca más. De vez en cuando lo veía por la calle. Yo me encontraba indeciso. No sabía si acercarme o dejarlo ir.

Por alguna razón, sí estaba seguro de una cosa: yo era como él y que, si no tenía cuidado, acabaría siendo tratado de esa misma forma por los demás. Al darme cuenta de esto, decidí disfrazarme de hombre adulto "normal". Imitar conductas y vocabularios, asimilar y usar correctamente los modismos y las normas sociales... Todo eso me funcionó de maravillas hasta que llegué a la parte de sentar cabeza y formar familia. El hecho de reproducirme me obligaría a mantener la careta de "hombre normal" incluso bajo mi techo.

Acabé siendo una pareja de paso antes de que mi amante del momento me dejara y se buscara un hombre que sí quisiera ser padre. O, al menos, que fingiera serlo.

Llegué del supermercado y dejé las cosas en la cocina para luego tomar mi frasquito de agua jabonosa y salí al patio para jugar con las burbujas.