Mar de la Tempestad: visiones
Hola a todos.
Esta es la tercera parte de Mar de la Tempestad.
Angela busca una segunda opinión a la hora de saber qué hacer con su nueva situación.
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Mar de la Tempestad: visiones
Angela se quedó con la imagen del hada volando sobre las hojas más largas de los helechos sembrados a la sombra. Por un lado, esa experiencia era agradable porque, ¿a quién no le gusta la fantasía? Pero, por otro lado, necesitaba saber si debía estar preocupada por ello.
Desde pequeña había escuchado historias de duendes, pero como nunca había visto ninguno, pensó que la gente se mentía descaradamente entre ellos con tal de formar parte de una conversación. Esto ocurría porque Angela era muy crédula de niña por lo que, al descubrir que le estaban tomando el pelo, se molestaba con mucha intensidad. A partir de ese punto, escuchaba la historia que fuese sin conectarse con el hablante ni asombrarse con lo que oía.
Angela sabía que en este momento necesitaba ayuda y recordó que en el pueblo había un hombre que podía conectarse con seres de planos superiores y ver cosas que la mayoría de la gente no puede.
Fuente
Angela pidió una cita con él. El hombre de mediana edad se encontraba en sus vacaciones y, si alguien del pueblo necesitaba una lectura o consejo de alguna clase, él pedía que le dijeran con anticipación para arreglar una visita.
Cuando llegó el día de su encuentro, Angela y él acordaron verse en la casa de ella.
Él llegó con sus cartas y le pidió a la mujer un lugar donde sentarse a trabajar. Angela le señaló la mesa del comedor que estaba cerca del balcón desde el cual se podía tener una hermosa vista del golfo.
Sergio Mogollón se sentó a la mesa y, con Angela frente a él, empezó a barajar las cartas y ver mensajes en ellas.
—Tu madre ya no está —empezó él—. Ves a tu padre de vez en cuando, pero siempre es de forma casual. Ustedes no son cercanos.
Esto último hizo sentir incomodidad a Angela. No esperaba que el vidente averiguara también sobre su padre.
—Estás en una encrucijada —continuó él—. No sabes si buscar un tercer trabajo o exigir un salario más alto en el segundo trabajo que tienes.
Angela quería decir algo para defenderse. Abrió la boca, pero no pudo decir nada.
—Los espíritus que viven contigo están aquí porque lamentan la muerte de tu madre y quieren acercarse a ti —Angela suspiró aliviada. Odiaba que tocaran el tema de sus padres y la relación con los dos—. Tu madre construyó la casa pidiendo permiso e indicaciones a los espíritus naturales antes de poner un bloque o hacer las bases con las cabillas.
Fuente
—Bien, —dijo Angela finalmente. Aliviada de dejar de lado los temas personales y enfocarse en lo que la atañía en aquel momento—. ¿Cómo me deshago de ellos?
—No puedes —sentenció él— ellos estaban aquí antes que tú y que tu madre. Debes hacerles ofrendas para mantenerlos felices y que no causen problemas.
—¿No hay otra forma? —preguntó Angela molesta.
—No. No la hay —sentenció Sergio—. Te puedo dar unos consejos para mantenerlos bajo control, pero no puedo hacer más nada.
Angela tomó nota de las indicaciones de Sergio y le agradeció la sesión. Cuando el hombre se fue, ella entró a su cuarto a echarse en la cama, sintiendo un cansancio imposible ya que en todo el día no había hecho ninguna tarea pesada. Adjudicó el cansancio a algo emocional.
Sin darse cuenta, se durmió. Los seres feéricos empezaron a caminar por el piso de la casa, los muebles y corretear entre la vegetación que rodeaba la casa.
Cuando Angela despertó horas más tarde, descubrió varios objetos fuera de su lugar. Revisó la lista de cosas que le pidió Sergio para dar ofrendas a los espíritus.
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