Siempre estabamos juntos los tres. Éramos parte de una misma familia: primos. Nos costaba mucho separarnos porque disfrutábamos de las travesuras, juegos, aventuras que armábamos juntos. Manuel era el mayor de todos. Pedro era el más chico, y yo, el del medio.

Ese día era un domingo. Nos quedamos los tres en casa de mi abuela porque habíamos pensado ir temprano en la mañana a pescar al río que quedaba a unos cuantos kilómetros de la casa. Pero había un problema: no teníamos permiso de parte de nuestros padres para ir solos hasta allá. Así que tendríamos que tratar de convencer a alguna persona mayor para que nos acompañara.

Le dijimos a la abuela para que fuera con nosotros al río y ella dijo que sí, que lo haría con mucho gusto. Pero con una condición.

Qué condición, abuela?

Ustedes son mis nietos y yo los adoro, pero sé también que no van nada bien en la escuela, porque lo único que les importa es andar jugando todo el día y no se toman en serio los estudios, cosa que me parece muy mala, ya que cuando crezcan no van a tener nada en qué apoyarse para trabajar y ser personas de bien.

Pero abuela, qué tiene de malo que juguemos, que nos guste andar en bicicleta, pescar, montarnos en los árboles? -preguntó Manuel, con una sonrisa muy pícara en sus labios.

No tiene nada de malo, a mí me gusta verlos juntos, alegres, pero también sé que sus padres no están contentos con las notas que han sacado en las últimas evaluaciones. Ellos no saben cómo hacer para que ustedes se enserien más con sus trabajos, tareas y deberes escolares. Además, piensan que yo los consiento mucho y que hago todo lo que ustedes me piden para complacerlos. Así que llegó la hora de comenzar a rendir más en la escuela. Si quieren que los acompañe me tienen que prometer que a partir de mañana lunes se van a convertir en los mejores estudiantes de la escuela.

Los niños se miraron entre sí, y se les reflejó en el rostro una expresión un tanto preocupada por la petición de la abuela. Sin embargo, todos sintieron un compromiso muy serio con las palabras de preocupación de la abuela y respondieron a la petición de la abuela.

Pedro dijo:

Abuela, que pena contigo, nunca pensé que tuvieran esa opinión de mí, de nosotros, pero es cierto, debo reconocer que no le he puesto mucha atención últimamente a las clases y me cuesta levantarme en la mañana para ir a la escuela. Pero te prometo que de ahora en adelante será diferente, voy a ser un mejor alumno.

Manuel continuó:

Abuela, discúlpanos por todos los malos momentos que les hemos ocasionado por nuestro comportamiento con la escuela. A partir de mañana me comprometeré más en estudiar y pasar todas las materias con buenas notas.

Y yo, mirando a la abuela a los ojos le dije con mucho cariño:

Ves abuela, lo maravilloso de este viaje. Nunca pensamos que si nos acompañabas al río, íbamos a cambiar el comportamiento con la escuela y que haríamos más felices a ti y a nuestros padres. Yo pienso como Manuel y como Pedro. Es hora de ser distintos, al fin ya pronto dejaremos de ser niños y si no tomamos en serio nuestros estudios, no lograremos todos los sueños que desde ya tenemos en nuestras mentes.

La abuela se acercó a nosotros y nos abrazó y besó en la frente, y con una gran sonrisa nos dijo:

Manos a la obra, recojamos las cosas y vayamos a pasar un día maravilloso en el río. Agarren sus cañas y sus carnadas mientras yo preparo unos ricos panes y un sabroso jugo para merendar después de que hayamos disfrutado de una hermosa jornada de pesca.

Invito a participar en este agradable reto a @ternuritajessi @thaizmaita. Aquí les dejo el Enlace