NUEVO CONCURSO | "Una imagen, una historia"/La muchacha desde mi ventana/Por @gemamedina

La veía todas las tardes pasearse por la gran avenida de la ciudad. Mi casa quedaba frente a la librería más grande del barrio y desde allí la observaba cuando entraba en ella, después de dar varias vueltas por el bulevar.

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Yo me preguntaba qué hacía durante ese recorrido, pues iba y venía a un paso bastante apresurado. También me inquietaba cómo serían sus palabras con los vendedores de la librería, o si permanecería en silencio y no cruzaba siquiera palabra alguna con ellos durante su estancia allí.

Siempre salía de la librería con algunos libros, y yo, curiosa no dejaba de darle vueltas a la cabeza sobre cuál sería su género favorito, qué leería, y si los libros que adquiría los leería todos o los regalaría a algún amigo, a algún familiar.

Llegó un tiempo en el que ya no la vi pasar más por mi cuadra. Me extrañó un poco ya que era una asidua visitante del lugar. No tardé en pensar que a lo mejor se había mudado de barrio, o tal vez de ciudad. Quizás se había casado o la trasladarían a otro lugar en su trabajo.

Al paso del tiempo la olvidé. Me dediqué a otros asuntos en horas de la tarde y ya no volví a interesarme por ella. En todo caso, cada quien tiene su vida y no es nada elegante estarse inmiscuyendo en vidas ajenas.

Una tarde decidí acercarme a la librería. Había un libro que me interesaba leer y como la tenía tan cerca me dispuse a comprarlo. Al entrar vi a los vendedores de libros muy atareados porque había mucha gente ojeándolos, otros cancelaban sus facturas, y otros preguntaban por algunos títulos. Yo, en silencio, me dediqué a buscar en los estantes el libro que quería, pero no lo encontré. Un poco decepcionada me fui a casa, dispuesta a descansar y a dormir.

Esa noche hizo mucho calor. No era normal porque más bien la temperatura en esa época del año era fresca. No podía dormir y me levanté varías veces a tomar un poco de agua para ver si podía conciliar el sueño. Todo fue en vano. El sueño me había abandonado esa noche.

Un tanto aburrida, me decidí a abrir la ventana. Para mi sorpresa, en uno de los asientos de la parada del bús, al lado de la librería, vi a una persona que estaba sentada, y muy sola. Me pareció extraño puesto que a esa hora, por lo general, ya nadie espera el autobús.

Agucé la vista. La figura me pareció familiar. La miré fijamente. Era ella, la mujer de las caminatas por el bulevar que había desaparecido por tanto tiempo. Estaba allí, de vuelta, impávida, con un libro en sus manos que parecía leer con mucho interés.

Lo primero que se me vino a la mente fue qué hacía una mujer allí a esa hora, con tanta soledad y casi en medio de la oscuridad. Por qué escogió ese lugar para ir a leer tan entrada la noche y con tan poca luz. El miedo y la desesperación se apoderaron de mí y comencé a temblar. Sentí pavor por si acaso le pasaba algo a esa muchacha, sola allí, abajo.

Cerré la ventana. Bajé corriendo las escaleras para ir en su auxilio. Quizás necesitaba de mi ayuda. Dudé al abrir la puerta. El miedo no me dejaba. Hasta que la abrí, de un trancazo, por la desesperación que me embargaba.

Al salir a la calle lancé la mirada hacia la parada de autobús, la busqué deseperadamente. No había nadie allí. La figura de la mujer lectora que había visto desde mi ventana se había esfumado. La seguí buscando con mi mirada hacia todas partes. No se había podido ir tan rápidamente.

Dudé de nuevo. Pero esta vez de mí. ¿Había o no una mujer allí? ¿No lo había soñado, o sí? Nunca tuve una respuesta. Hasta el sol de hoy sigo cavilando sobre ese suceso.