Caminando por un bosque muy lejano llegamos al mar, llevamos nuestra comida y nos sentamos en la arena y empezamos a desayunar y hablamos de bañarnos y pasar al otro lado para una isla, que estaba en el mar y nos fuimos caminando y cuando llegamos allí vimos pájaros, habían en la orilla algas, seguimos caminando y el agua subía hasta nuestra rodilla, ¡Oh! que fría estaba.

Mi nieto observaba todo y gritaba lo que veía, abuela haya están unos pájaros y vimos una ballena que nadaba cerca de la isla, el corrió a verla mas de cerca contento decidimos salir del agua para sentarnos almorzar y recostarnos un rato.

Y pensábamos si quedarnos allí hasta el otro día, descansamos un rato para montar la carpa y arreglar todo para que cuando fuéramos a dormir, el día esta fresco.

Antes de que oscureciera salimos a caminar nuevamente de pronto mi nieto grito abuela mira haya arriba dos pterodáctilos volando mi nieto como muy fanático a los saurios, salio corriendo y yo también a ver, el estaba muy emocionado y de regreso me hablaba todo el tiempo de los pterodáctilos que vio y decía abuela si existe y regresamos a la carpa un poco asustados, comimos una merienda luego nos asomamos y vimos la luz de la luna y mi nieto se durmió y yo también

"No descuides el don que está en ti, que te es dado por profecía con la imposición de las manos del presbiterio” (1 Timoteo 4:14)