Fue una noche extraña, sentí que mi cuerpo flotaba sobre una nube densa, que me jalaba en una sola dirección. Mientras mis cabellos se erizaban sobre mi cabeza atraídos por una fuerza que los sostenía como tratando de resistirse a que me llevaran, creo que la sensación fue tan real que me despertó.

Pero ya amaneció y me parece que sólo fue una pesadilla que ya terminó. Es agradable ver la luna ocultarse entre las montañas y el sol repuntar sobre las sombras del amanecer para dar inicio a un nuevo día.

Como siempre me dirijo al rincón de mi cuarto donde esta mi computadora de mesa, para sentarme en mi silla reclinable para luego encenderla. Pero no tuve que hacerlo, simplemente estaba allí, sumergida en mi mundo de letras, e imágenes,libros y recetas a esperar la llamada de mi madre para desayunar juntas.

Así pasaron horas mientras escribía de forma automática sin ni siquiera apretar las letras en mi teclado, quise detenerme a ver la pantalla. Fue cuando visualice algo extraño, no habían frases ni oraciones todo está cubierto por símbolos y algoritmos. Pero lo bueno es que yo entendía fácilmente esos códigos, así que comencé a leerlos en voz alta y en la medida que mi voz resonaba en el cuarto, las imágenes se multiplicaban como respuestas a todo lo que preguntaba, eso me emocionaba, allí estuve por un largo tiempo buscando respuesta a todo lo que se me ocurría.

Creo que me sentía nuevamente volar en esa nube que me envolvió mientras dormía, ya no sentía la luz por la ventana, ni el cálido sol del día, es más hasta se me había olvidado que mi madre me llamaría para la comida.

Pero entonces, allí ocurrió lo que esperaba sentí que la puerta se abrió y entró mi mamá trataba de levantar la cabeza pero no podía. Esta vez no escuche su voz suave diciéndome !Vamos a comer¡.

En cambio retumbo un grito ensordecedor qué me hizo estremecer. ¿Hija que pasó? ¿Porque lo hiciste?

Trate de hablar pero mi mamá no me escuchaba, y yo no la veia. En ese instante entró mi hermano y levantó mi cuerpo entre sus brazos, se acercó al rincón de mi cuarto y desconectó los cables que lo unian la computadora a mi cabello.

Allí supe que mi alma no estaba en aquel cuerpo sin vida, y que mientras dormía con mi teléfono en la cama, este capturó mi cerebro y lo había vinculado con la computadora donde ahora permanecía, entre simbolos y algoritmos ya era parte de esa Inteligencia Artificial que del mundo se apoderaria.