Era noviembre del 2.973 justamente hace mil años de mi nacimiento, y no sé porque aún sigo viviendo.

Pero aquí estoy buscando respuesta de una existencia que cada día se hace más difícil al lado de esta soledad como compañía.

Los cambios fuera son cada día más evidentes, así que solo tengo de protección está cápsula construida con aleación de diamante que me protege.

Todos los días viajo en ella y reviso lo que hace casi un siglo era el mar y que hoy se torna oscuro, porque todo en él ha muerto.

Ya no hay aves en el cielo que ahora está cubierto de un calor inmenso que de solo pensar estar afuera, me da miedo.

Hoy en mi rutina normal miro a lo lejos diminutas luces que emergen del mar y pongo mi cápsula en curso y al acercarme me maravillo con lo que encuentro.

Es una inmensa nave que trae consigo los cinco elementos, pedazos de tierras sobre su cimiento, agua cristalina como la que un día cubría el planeta y daba vida, y alrededor dos anillos transparentes donde evidentemente el aire se hacía presente.

Lo más impresionante es que parecía que había arrancado un pedazo de cielo porque una capa azul lo envolvía y en ella la luz incandescente como un pequeño sol que como llamaradas surgía en todo su esplendor.

¿Que era esta maravilla? Mis ojos no podían creerlo pero continuaba acercándome sin miedo, quería ver si había vida.

Y fue cuando mi corazón dio un vuelco, habían muchas lucecitas alrededor de aquel monumento donde yo era un pequeño punto en un mundo inmenso que emergió de las aguas gracias a la tecnología que fue tan importante en nuestras vidas y que hoy resguardo como un tesoro la naturaleza y los seres vivientes.