Luces bajas por @drynemer [Participando en el concurso de "Una imagen, una historia"].

PD: Me alegra agregar que después de mucho tiempo de estar tras bastidores, hoy por fin decido volver a compartir con ustedes un poco de mi y leerlos mas a menudo que antes.

Luces bajas.

Grandes ventanas.

Panzas llenas.

Platos y vasos vacíos.

Yo mirándote fijamente mientras tú contabas todo con lujo y detalle cómo te había ido.

Eran las 8 con 32 a.m. **

Tú estabas inspirada y pedimos recarga.

Tú de ese té que yo tanto detestaba y tú amabas.

Y yo una Coca-Cola fría y azucarada, de las que tú criticabas.

-Un día terminarás diabética, Emm-, murmuró y una mueca se formó en su hermosa cara y agregó-: O peor aún, piedras en los riñones, quiérete un poco.

-Y porque me quiero lo tomo-, dije entre risas. Ella era una exagerada o eso pensé en aquel momento en el que todo parecía estar bien. Ella suspiró resignada y continuó hablando de sus viajes, de todo lo que le había gustado, lo que no, lo que hizo y lo que no le alcanzó hacer. Esperaba poder volver en verano y ayudar a más niños en África.

Sí, ella era de esas que hacían voluntariado, que cuidaba el ambiente, la que era vegana y me había llevado a entrar y estar en un restaurante que no vendía una buena hamburguesa con doble carne y queso. En cambio, me había retado a probar un plato de esos que a ella le gustaba. Era un tofu con una especie de ensalada que, en definitiva, sabía horrible y ella terminó comiendo. Gracias a Dios que vendían otras cosas y pude saciar mi apetito con una buena carne asada.

-Eso no era carne, ¿sabías? -preguntó burlona y tras ver mi incredulidad comenzó a reír como solo ella lo hacía.

Mis ojos se llenaron de lágrimas al saber que meses atrás estaba en esta misma silla, incrédula por comerme una carne asada que no era carne asada y un vaso de Coca-Cola que, aunque suene raro, era lo único que vendían que no fuese orgánico o considerado vegano.
Juliana, mi amiga y alma gemela, había dejado este plano terrenal para irse más allá de los cielos y yo había quedado aquí sola, vagando en un desierto, porque sin ella estaba sola. Me quedé viviendo en su recuerdo, viniendo cada jueves a las 8 con 15 para desayunar su comida favorita, tomar su té favorito y llorar en silencio en aquel lugar con baja luz, en aquella mesa con una gran ventana donde por última vez vi a mi amiga con corazón de pollo, sonrisa estruendosa, parlanchina y apasionada.
Y aunque odiara ese té, esa comida, ese lugar con mi vida... Era lo único que tenía, era como un consuelo que cada jueves lograba obtener. Y aunque quisiera ir todos los días, el trabajo, el dinero y la economía no me lo permitían.
Y sí, había caído en una inmensa depresión de la que no podía salir, tanto que casi pierdo mi trabajo porque los dos primeros meses no podía salir de aquí o de mi cama. Estuve a punto de renunciar para rogarle a Gary (el jefe y amigo nuestro) que me dejase un puesto en aquel lugar que ella tanto amaba. Pero no lo hice... Me sentía en automático y mis acciones no eran más que por costumbre.
Yo había nacido en un hospital, lugar donde mi madre me dejó abandonada, fui llevada en adopción y una pareja me adoptó semanas después. Juliana era la vecina de al lado y desde que tenía uso de razón, ella había estado siempre ahí. Cumplíamos una en enero y otra en diciembre, ella era castaña y yo rubia, ella parecía una vieja y yo como años.

Y sí, éramos polos opuestos, mientras una era baja, la otra alta, mientras ella defendía hasta una mosca, yo era la primera que las mataba. Por un lado, mis novios fueron todos morenos y altos, los de ella eran blancos y bajos, cuando yo decidí dedicarme al arte y la literatura, ella se fue por la medicina. Pero a pesar de ser polos opuestos, Juliana y yo, Emm, éramos las mejores amigas... Y sin mi otra mitad, estaba incompleta.
Revolví hielos con el pitillo de plástico y suspiré mirando la silla, seguro que ella se hubiera molestado por tomar uno de estos pitillos. Y aunque debía preocuparme por mí, mi salud, mi vida... Lo único que se me pasaba por la mente era si algún día podría volver a verla.
-Debes darme un poco de tu inteligencia, fuiste solo dos meses y ya sabes los números, saludar y hablar algunas cosas en su idioma -mencioné divertida.

-Sabes que puedes acompañarme, Emm -yo sonreí.

-Moriría de calor, me picarían los mosquitos, no tendría mucha señal de datos y mis seguidores se irían en picada... moriría allí -dije con sinceridad.

-Debes ir, prometo llevarte en mi próximo viaje...

Y no, no me llevó. Era la primera vez que Juliana no cumplía una de sus promesas y aquel dolor en mi pecho que comenzó cuando se fue, comenzó a doler más, mucho más.
Mis redes y mis seguidores sí se fueron a pique, pero no por la razón que pensé aquel día, sino porque el corazón me dolía.
Pasaron los meses, ya son 6, nunca más volvió a sonar la campana a las 8 con 16 cuando ella llegaba puntual y se disculpaba por el mísero minuto de retraso. No volví a recibir regaños por ordenar Coca-Cola, nadie me hizo aprender un idioma, nadie me hacía ser feliz.
Mis padres habían muerto hace 4 años y Juliana estuvo ahí, cuando Joel me dejó en el altar plantada, Juliana estuvo ahí, cuando perdí mi bebé de dos meses de embarazo, ella estuvo ahí y ahora, después de estar desde el día 0 que llegué con mis padres adoptivos, la niña castaña no... ya no estaba ahí.
Hoy era otra semana y, como cada jueves, saqué mi libreta, pedí algo del menú que a ella le gustaba junto a ese té espantoso y conecté mis audífonos al celular. Y sin más, comencé a escribir en mi libreta para desahogarme:

Quiero, amiga mía, que me digas que todo ha sido una vil mentira,

Que no te has ido,

Que el cáncer no te ha llevado,

Y que jugabas al cerrar tus párpados para ya no mostrar más tus ojos almendrados.

Por favor, castaña, levántate de esa cama y dime que nada ha acabado,

Que aprenderé haitiano, inglés o indonesio,

Dime que me aprenda los números hasta el diez,

Que sigues aquí, juntas, hermana de otra madre hasta el fin.

Un sentimiento de ira albergó mi alma y comencé a escribir palabrotas y burradas, insultándola, degradándola y llamándola mentirosa a la única que me dijo la verdad sin pelos en la lengua. Y luego, cuando estuve calmada y algo comprendí, comencé a escribir:

Me disculpo, amiga mía, por mis ofensas, por mis palabras vacías, por decirte algo así cuando sé que no ha sido culpa tuya, ni mía.

Salúdame a mi bebé, a mis padres y a tu abuela que nos alegraba las tardes,

Salúdame en el cielo a todos los que un día no pudiste salvarles, pero sé que ellos estarán (así como yo) eternamente agradecidos por intentarlo, por demostrar que aún existen personas buenas por las que luchas...

Siempre tu amiga y hermana de otra madre, Emm...

Con aquello limpie mis lágrimas, cerré mi libreta, la lancé a la bolsa, dejé un par de billetes y me levanté como cual resorte. Caminé a paso decidido hacia la puerta, suspiré y cuando la tenía abierta, miré por una vez más aquel lugar prometiendo volver, pero no el próximo jueves... sino cuando cumpliera su promesa e iría a hacer cosas que jamás me atreví a hacer... Quería que todos conocieran a Juliana y supieran que ella hacía el bien, era esa luz entre la oscuridad. Pero si no estaba ya, aunque jamás pudiera llenar sus zapatos, ayudaría a mi manera al mundo y que la gente supiera que Juliana había sido mi inspiración.

Y que para salir de la oscuridad, en que sea debes prender las luces o tenerlas bajas para mirar un poco más allá que nada.

Atte: Drynemer