Una imagen, una historia/ "Encerrado en la curiosidad"/ por @cruzamilcar63

Encerrado en la curiosidad

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Cuando se dio cuenta de que la realidad parecía coincidir con todo lo que había experimentado en su sueño, o en la pesadilla que hasta ese momento había vivido, supo que su única esperanza era abrir aquella puerta grande, pesada y antigua que había visto desde siempre clausurada para su intransigente curiosidad de adolescente.

_{Fuente Modificada con Bitmoji y PowerPoint.}

Muchas veces, cuando iba hacia el colegio, se había detenido delante de aquella vieja casona para empujar la puerta, con todas sus fuerzas, pero esta jamás cedió a sus pretensiones. Y en varias oportunidades se fue, acompañado de su fiel amigo “Canelo,” el perro que le regaló su padre, a merodear por los alrededores para ver si era posible penetrar en la casa a través de alguna ventana, de alguna ranura que le permitiera pasar y abrirla desde adentro, sin embargo, todo parecía inútil. Las ventanas estaban provistas de gruesos barrotes, además se encontraban a una altura que él solo podía alcanzar con una escalera muy alta; en la parte posterior existía otra puerta, pero se trataba de una gruesa plancha de metal, firmemente soldada a unos impertérritos marcos de hierro, que desbarataban cualquier asomo de querer entrar por allí.

Esta última semana, azuzado por una curiosidad desesperada, se montó en uno de los árboles que se encuentra junto a la puerta, el del lado derecho; escalando sus ramas, subió hasta la parte más alta y desde esa posición privilegiada pudo observar todo el techo, se notaba bastante deteriorado; calculó que con un pequeño salto podía alcanzarlo, pero se contuvo porque “Canelo” había comenzado a ladrar, con unas ganas incontrolables, hacia las alturas donde sabía que él se encontraba. El ruido llamó la atención de algunos curiosos que luego se desentendieron de la situación, sin embargo, se sintió muy incómodo porque no quería que nadie lo viera en aquellos menesteres. "La próxima vez no te traeré," sentenció en voz baja mirando al perro con una severidad a la que este no estaba acostumbrado.

Ahora la vieja puerta estaba allí, frente a sus ojos, y él no podía moverse. La cabeza le daba vueltas y sentía un insoportable dolor en todo el cuerpo que no lo dejaba levantarse para enfrentar el insensible obstáculo de madera que lo mantenía sumergido en aquel sueño tan cruel. Se sintió de nuevo en el aire, cayendo por un abismo interminable que lo conducía sin remedio hasta las etéreas regiones de la muerte, pero el llanto de un niño que emergió desde el otro lado de la puerta, le indicó que ya eso había pasado, que solo era una impertinente evocación del principio de su pesadilla. Aguzó el oído, una voz adulta y masculina reprendió al niño que lloraba porque había dejado caer un vaso de jugo el suelo. Luego el grito de una mujer que regañaba al hombre traspasó con meridiana claridad la gruesa hoja de madera y repicó en sus aletargados oídos. Quiso levantarse rápido para pedirles a quienes estaban del otro lado que le abrieran la puerta, que necesitaba ayuda, pero no pudo, su cuerpo se negaba a obedecerle.

De pronto sintió los ladridos de “Canelo;” su fiel amigo se encontraba detrás de la puerta y por la desesperación con que aullaba y rasgaba la madera con sus patas sabía con toda seguridad que él estaba en peligro. La exasperación de su apreciado perro lo condujo hacia la plena conciencia de la situación. Se dio cuenta de repente de que no estaba soñando, la vieja puerta estaba allí en el frente, cerrada; cuando miró hacia el techo se percató del inmenso agujero por donde cayó su cuerpo en el momento que intentó posarse en este… y finalmente descubrió, con un miedo atroz que le hacía tintinear los huesos, que la humedad del piso y las paredes densificaban el aire y se lo arrebataban a sus pulmones, que se hallaba dentro de la antigua casona desde la tarde anterior, muy herido y sin poder moverse, sin ninguna esperanza de levantarse a abrir aquella puerta, ahora desde adentro, para salir en busca de ayuda, solo la insistencia de los ladridos de “Canelo” podían salvarlo.

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