Siempre vivió en la ciudad y se acostumbró a ella. La Selva de cemento era su lugar seguro, pues no conocía otro escenario donde desenvolverse que no fueran casas, edificios, calles y avenidas. Su madre le dijo un día que su padre era de un pueblo de ríos y montañas, pero nunca le dio su nombre, quizá para que ella no quisiera ir a revisar historias y querer conocer a quien nunca quiso saber de su existencia.

Pero la vida tiene caminos impredecibles. Ella era una mujer independiente, trabajaba en el centro de la ciudad, en una empresa de investigación de productos alimenticios. La denuncia de la procedencia de unos tomates para enlatados la llevó a conocer un poblado a cinco horas de su territorio. Su jefe inmediato le confió esa labor.

Su estadía en el sitio le tomó más del tiempo previsto. Esas trabas que se presentan de manera intempestiva. Desde que llegó la había cautivado el lugar, los sonidos que venían de los árboles al atardecer: araguatos, lechuzas, pericos, guacamayas y otras aves, según le habían indicado los moradores del lugar, se recogían a la misma hora cada día y formaban cada algarabía que curiosamente se volvía silencio a la misma hora cada vez.

Cómo podían ordenarse tan rápidamente y crear aquel sosiego, mientras el ser humano en las ciudades no dejaba espacio para la tranquilidad y el sosiego. Sin darse cuenta comenzó a ver las bondades de aquel lugar donde las personas se tomaban un tiempo para el saludo y la sonrisa perenne.

Al llegar la tarde el cielo se pintaba de ocre, el sol no entregaba su poderío sin antes forrar las aguas de un amarillo cortante que le hacía entornar los ojos y los pensamientos se agolpaban a reclamar su espacio. ¿Sería ese el lugar donde vivía su padre? Sin proponérselo una nueva inquietud se había adueñado de ella.

Toda persona debería conocer sus orígenes, comenzó a decirse, no era juesto que ella hubiese vivido todo ese tiempo sin saber ni siquiera su nombre. Se espantaba los mosquitos con fastidio mientras se hacía conjeturas acerca de su nacimiento.

Un lugareño le dijo un día, que el río daba las respuestas a las preguntas que se hacían con esperanza de contestación. Esa noche se sintió tonta al hablarle a la grandeza omnipresente y majestuosa de las aguas; su voz salió débil y le pareció que solo ella podía escucharse.

Sin demora la imagen de la madre se presentó en su mente, como en un desfile de recuerdos la fue viendo en un caleidoscopio personal, se la encontró como su acompañante de todos sus momentos: seria o risueña, triste o feliz, pero siempre ahí, resolviendo el día a día para que ella estudiara y se hiciera la profesional que hoy era.

Si su padre hubiese querido saber de ella ya la habría encontrado. No se crearía telenovelas en su cabeza para dañar un camino bien trazado y bien vivido. Sí, esa era la respuesta de las aguas: vivir con la consciencia tranquila por el deber cumplido y dejar que todo río siga su cauce. Al otro día en la mañana salió muy temprano, de regreso a casa, con una investigación resuelta.

Mi contenido es original
Imagen principal propuesta para el reto.

@charjaim