Esta historia no es de ficción ni misteriosa, se trata solo de esos hechos cotidianos que ocurren en los pueblos donde no hay mucho que ver ni visitar.

Cristina salió temprano de su casa, se regresó del jardín a buscar un tapabocas, era temprano, apenas estaban comenzando a abrir algunos negocios. Unas vecinas barrian el frente de sus casas, con los nudillos blancos de la rabia recogían los excrementos de los perros realengos, esos que solo le duelen a la tarde, cuando agobiados del hambre comienzan a ladrar al viento por los olores de manteca rancia. A lo lejos se veían los muchachos que corrían de un lado a otro con sus morrales a cuesta.

No reconocía que estado anímico llevaba, solo se dejaba arrastrar por las propias demandas de los quehaceres diarios. Ya el cuerpo conocía el camino, así que podía dejar la mente libre a su antojo. Cada cierto tiempo se palpaba a ver si no había soltado el monedero, no se dio cuenta en qué momento la sombrilla comenzó a levantarla del suelo.

No se inmutó, pero le preocupó un poco el amasijo de cables que salían del poste como greñas, «uff, por poco», pensó; un paseo rápido le mostró patios de casas, algunos tenían cuerdas llenas de ropa, en otro una señora recostaba en sus piernas a una niña a la que escarmenaba con frenesí, entretenida en el antiguo oficio de sacar piojos. La suerte la arrimó al árbol de aguacate y no dudó en despegar uno; se lo llevó al pecho y como pudo lo oprimió, estaba maduro.

No tardó en ver otro patio donde claramente se veía una larga serpiente verde que atravesaba el solar de una casa a otra: pequeñas fuentes, creaban ojitos de agua; una mujer maldecia su suerte, agachada tratando de acomodar un empate, cuando por fin había agua, la manguera se sublevaba.

La leña verde le daba la excusa perfecta para llorar a otra mujer, cuyo marido se entretenia quitando el guate pajarito al palo de mango de la vecina. Igual por aire que por tierra no había mucho que ver.

«¿Va a llevar el aguacate, señora?» escuchó que le dijeron y se apresuró a entregarlo para que lo pesaran. «Pague un dólar y si es tarjeta que no sea del Venezuela que no está pasando» Y así aterrizó Cristina a la perversa cotidianidad.

Esta es mi participación al concurso de @adeljose, donde nos invita a crear una historia libre. Te invito a leer más aquí

Mi contenido es original
Las imágenes me pertenecen, la principal editada en canva.com, solo para Steemit.

@charjaim