Arciz Perfume, así se llamaba nuestro protagonista, nacido un día, mes, año y ciudad cualquiera, así como nace la gente.

Sus padres también lo enviaron a la escuela, pero él nunca se sintió cómodo, sus maestros y compañeros eran muy comunes, no había nadie que sobresaliera del montón.

Utilizó su adolescencia para amargar la paciencia de sus progenitores, a los que denominaba simplones y sin ambiciones. Un día se fue de la ciudad, siguiendo los pasos de un poeta titiritero que le pareció extraordinario por sus grandes dotes de improvisador.

Aprendió un oficio que le permitía ganarse la vida, y conoció muchas mujeres; las cortejaba y les componía versos. Unas se alejaban empalagadas, otras, caían en su cerco. Entonces él: sapo, maltrecho, rechoncho, orejudo, dientudo, panzón, se daba el gusto de despreciarlas.

A los pocos días las apartaba, porque les faltaba magia, habían perdido el brillo inicial, se habían engordado, sus ojos no lo transportaban a otra galaxia, se sentía agobiado, como si una carga de quinientos kilos le pesará en el pecho.

Decidía escribir lo que sentía y nuevos poemas repletos de pesimismo se iban acumulando. Necesitaba el amor para poder disfrutar la sensación de sentirse enamorado. Estaba ebrio de pasión por él y lo que le inspiraba una nueva relación.

Cartas, poemas y canciones fluían sin fin, en ellas exaltaba cualidades y bondades que solo él veía, para decepcionarse luego y repetir la historia.

La vida no se detuvo, la cotidianidad siguió alrededor de todos, dictando sus pautas; la gente llevaba consigo sus pequeñas empresas de supervivencia, solo Arciz, siguió empecinado en perseguir un sueño de grandeza, donde la luz del mundo le irradiara y mantuviera en un climax permanente: lleno, pleno, fulgurante de alegría y emoción; solo así concibía las relaciones con los otros.

Acompañado añoraba la soledad para regodearse en sí mismo y sus maravillas personales, sus cumbres y cúspides; en soledad deseaba tener un ser excelso y hermoso para admirar y sentir.

Sin que lo percibiera en algún momento algo cambió, ya las mujeres no se aguantaban más de dos días con su presencia, en colectivo fueron detectando un problema grave en el individuo y se auyentaron solas.

‌ Él fue exhibiendo los rasgos normales de la senilidad, aunque no se ha daba cuenta, a veces se le caía el bastón y una amable chica se lo recogía, él le respondía con un manido verso, mientras seguía arrastrando su soledad y extrañando una suprema belleza que caminara a su lado.

Esta fue mi participación para el concurso que cada semana promueve @adeljose aquí

Mi contenido es original
Las imágenes fueron dibujadas por mi para ilustrar este cuento

@charjaim