«Perdón, vida de mi vida"; así comienza una conocida canción. El perdón es un alivio, es dejar ese paquete de piedras, que se lleva en la espalda, a un lado, no se y seguir el camino que nos hemos trazado.

_{Jesús me dijo que me riera,
si el enemigo me tienta en la carrera,
y también me dijo: «no te mortifiques
que yo le envío mis avispas pa' que lo piquen.»
Juan Luis Guerra.}

Se suele escuchar la expresión «eso no se lo perdonaré nunca» como una queja que lleva un profundo dolor. Pero mientras la persona está con esa actitud, el otro está durmiendo tranquilo, en la mayoría de los casos, y quién resiente y abre su herida a cada rato está haciéndose un gran daño, además del que ya recibió antes.

Perdonar sinceramente requiere de un alto grado de madurez psicológica, esa que hace ver que existen otras realidades, situaciones más graves a nuestro alrededor y que sumergirse en el propio deterioro por mantener un orgullo herido no vale la pena.

A veces decimos: «perdono, pero no olvido», pero es posible que mientras se esté recordando la infamia el dolor seguirá allí presente. Hacer la tarea personal de ir progresivamente restando atención a esos elementos que siguen allí atormentando hará que en algún momento estos se vayan definitivamente.

La acción de perdonar tiene mucho que ver también con el aprender a no juzgar, aceptar que no somos infalibles, que quizá en la misma situación del agresor habríamos actuado como él. Y que todos en general tenemos potencialmente las mismas características.

No existen rosas sin aguijones, conocerlas implica poner de nuestra parte y tener el cuidado necesario para no salir herido y si no depende de nosotros, aprender a perdonar siempre será lo mejor para poder seguir el camino.

Esta es mi entrada para el concurso Palabras Inspiradoras de @franyeligonzalez, esta semana con el tema del perdón.

Mi contenido es original
La imagen la tomé para este concurso