Quédate Conmigo, por buff4aurelionsol. ||Weekly Contest, "Creating Stories Week #33".
El día comenzó para Beatriz cuando los primeros rayos del sol llegaron a golpearle el rostro. La mujer se levantó y se propuso a desperezarse con estiramientos, además de grandes bostezos de oso, como los llamaba Dante. Dante, el amor de su vida; los años seguirían pasando y pasando y su amor por él no menguaría ni un poco. Se sorprendió a si misma pensando en él mientras se peinaba el cabello frente del espejo y rio, un poco avergonzada. Cuando estuvo totalmente aseada salió del baño y fue a la sala para atender a su gato. Abrió una de las alacenas, la que estaba decorada con un montón de huellitas de gato, la que estaba encima de la marcas de dos manos, una más grande que otra, y de allí sacó la comida de este.
—Cómete todo, Roar —le decía a su gato, después de servirle la comida. El gato, sin embargo, la miraba con pereza invariante desde donde había estado durmiendo toda la noche, encima de un montón de cojines rasgados por las uñas del mismo.
La mujer caminó por la sala del apartamento y se paró frente a un almanaque para cerciorarse acerca de la fecha, pues, en ocasiones, su memoria no era la mejor de todas; hubo una vez donde había salido hasta la feria de la ciudad en la noche para verse con sus amigos, y no fue hasta que llegó hasta allá que se dio cuenta que se había equivocado de día, por unos cuantos, de hecho. Había confundido el 4 de no sé cuál mes, por el 14. Cuando había regresado a su casa ese día, había tenido que hacerlo bajo la lluvia, debido a que en aquella ocasión todos los transportistas estaban en paro de transporte o algo de ese estilo, creía recordar. Recordaba también ojos que la miraban, recordaba perfectamente la sensación de tener ojos clavadas detrás de ella que estudiaban sus movimientos al pie de la letra. Ojos que la miraban más que ningún otro. Lo próximo que había hecho era haber echado a correr para alejarse todo lo posible de aquellos ojos que la miraban ávidos.«Ese día llegué a casa de Dante», pensó con una sonrisa en el rostro. «Dijo que parecía un gatito mojado y asustado antes de que me abalanzara sobre él a abrazarlo. Luego me sentí apenada, tanto por haberlo mojado a él como por volver una ciénaga su casa». Él la había obligado a bañarse para sacarse el agua de lluvia con la facilidad que manda una madre a su hija de seis años a su habitación. Él le había hecho bromas toda la noche acerca de lo “lindo” que se veía con la ropa de él, pues al no tener más ropa que la que traía echa sopa, se tuvo que colocar ropa vieja de él. Era la primera vez en su vida que había usado ropa de hombre y no ayudó a sentirse menos avergonzada que su novio le hubiera dicho que se veía lindo o que, si hubiera sido chico, hubiera sido un chico lindo. «Idiota», pensó avergonzada.
Hoy era la fecha; era 7 de octubre, una fecha donde ellos iban cada quien por su lado y se enfrascaban en lo que Dante denominaba con una “ardua aventura romántica en búsqueda del crecimiento de las relaciones interpersonales-amoroso-románticas-sempiternas”: ellos se aventuraban por la ciudad y recolectaban todo tipo de objetos, anécdotas, cuentos y comida que ellos mismos creían que podrían gustarle e interesarle al otro. El mejor en aquella actividad era Dante, por supuesto, y no porque él fuera quien había inventado aquella costumbre entre los dos, sino porque sencillamente él era un hombre perceptivo, no había nada que se le escapara, el podría conocerlo a uno mejor que nadie, mejor que uno mismo. Ella misma en las ocasiones que estuvo triste, y él estuvo cerca, le fue prácticamente imposible mantener en secretos sus dolencias; en una ocasión, la cual consistía en un intenso dolor de estómago por haberse comido, a hurtadillas y en la madrugada, casi un kilo completo de leche en polvo revuelta con azúcar y jarabe de chocolate. A la mañana siguiente se supone que tenía una cita con Dante, pero por estar enferma no pudo asistir y al enterarse él, no solamente vino a cuidarla como si fuera sido una princesita, con millones de atenciones, sino que también le había dado una buena regañina por haberse comido aquello en aquellas proporciones que lo hizo; él se había esperado a que ella se hubiera recuperado para regañarla, lo cuál era bastante lindo de recordar. Ser atento y saber actuar en el momento adecuado, esa era una de las tantas cosas que hacían a Dante un hombre casi perfecto.
En esta ocasión, ella tenía pensado sorprenderlo con sus aventuras, estaba seguro que estaría bastante contento con todo lo que le llevaría.
Se alistó al poco tiempo.
—Dinero, bolso, cuaderno, lápices, teléfono… —enumeraba, mientras el gato ya estaba concentrado en la comida que le habían servido hacía unos minutos. La muchacha iba vestida como solía hacerlo siempre que salía con Dante, de una manera sencilla y cómoda. Cruzó la puerta de la casa y salió.
Las personas caminaban por las aceras azoradas, todos tenían esa expresión de ir demasiado deprisa en la vida, que si no iban lo más rápido posible al trabajo los despedirían, aparecería el presidente del país y los haría despedir, o que aparecería el Rey del Universo y los exiliaría a algún rincón feo del mundo. Ella resopló de manera burlona hacia la prisa y azoramiento de las personas y negó con la cabeza, como si estuviera desechando cualquier pizca de azoramiento que podría o pudo haber tenido su cuerpo en el día, simplemente siguió su camino.
Su primera parada fue el centro comercial. Podía ver a todo tipo de personas y muchas caras, demasiadas: eran caras alegres, caras de preocupación, caras enamoradas, caras pícaras. Iban en parejas, en grupos pequeños y grandes, otras iban solas. Mientras ella caminaba llevaba las manos entrelazadas en su espalda y miraba a todos con curiosidad, se preguntaba qué cosas pasaban por la mente de aquellas personas, cuál sería el motivo que los había hecho ir hasta allá ese día. Se preguntaba cuál era la razón que explicara las expresiones que tenían en su rostro. «Sería interesante tener tiempo para hablar con todos, me dan mucha curiosidad las personas. “Las personas tienen historias que contar siempre, tienen problemas que les hacen actuar como necios en ocasiones. No seas ligera a la hora de enjuiciar a las personas, Beatriz”, era lo que había dicho Dante una vez que se había enojado por una actitud con un amigo», pensó la muchacha.
La muchacha terminó entrando en una tienda que vendía consolas y artículos para de videojuegos en general. La chica fue caminando por la tienda y fue revisando las estanterías repletas de videojuegos, estas estaban divididas por consolas y, a su vez, por géneros de videojuegos. Ella encontró lo que buscaba, el Resident Evil 8, para computadora. Sin embargo, cuando fue a cogerlo su mano terminó sosteniendo el juego mientras otra mano la sostenía también. La joven volteó a mirar la persona que estaba sujetando la copia del juego y notó que era un muchacho que tenía el rostro de un gato amargado.
La muchacha enarcó una ceja.
—Disculpa, pero yo llegué pri…
—Yo lo merezco más —interrumpió él, de repente—. Soy Dark Istari. Soy el mejor jugador local de Street Fighter. Gané el torneo mensual con grandes honores, sin siquiera recibir ni siquiera un hit de…
La muchacha no entendía mucho al principio y luego de un tiempo entendió nada de lo que estaba hablando, lo único que entendía era que era uno de esas personas fastidiosas que se creían mejor que otras por el más mínimo logro que pudieron haber conseguido y no perdían oportunidad para explicártelo con una verborrea de nunca acabar. La muchacha le quitó el juego de las manos y lo alejó de él.
—A ver, haz silencio y deja que te proponga algo… alquilemos una consola y tengamos una pelea en el Street Fighter, si tú ganas te quedas con el juego. Si yo gano, me quedo yo con el juego. Me parece justo, ¿no crees? —argumentó la muchacha llevándose las manos a las caderas.
El pelinegro la miró ceñudo.
—No me parece justo. Soy un jugador altamente experimentado y aceptar sería una deshonra para mí. No puedo permitirme aceptar tal ofrecimiento. Mancharía mi reputación el simple hecho de ganarle a una muchacha que no es jugadora profesional.
—Bueno, sencillo. Lo que haremos será subir el hándicap —creo que Dante le llamaba así— a mi personaje y así yo haré más daño que tú. Si quieres puedes ir con una vida menos y así estaremos en “igualdad de condiciones”.
El muchacho la miró dubitativo y al final terminó aceptando.
Los dos terminaron alquilando una consola con el juego y ya estaban eligiendo los personajes. La muchacha había jugado muy pocas veces al Street Fighter, lo poco que lo había hecho era simplemente para probarlo con Dante, porque a él le gustaba mucho probar juegos. Ella escogió a un personaje que le recordaba a otro personaje de una novela que leyó, simplemente por eso. «Bueno, tengo que ganar como sea…». La muchacha en medio de la partida fue hablando en voz alta, y tarareando canciones, además que se mantuvo caminando de aquí para allá mientras tenía el control inalámbrico en manos. Hacía todo aquello con la única razón de hacer que el chico se distrajera y no pudiera estar plenamente atento. Además, de que ella iba apretando los botones como si no hubiera un mañana.
—¡N-no puede ser! —había exclamado el joven.
Aquella había sido la señal de que ella había salido victoriosa. Ella terminó corriendo a coger el juego, lo pagó y salió de aquel sitio sabiendo que había conseguido lo que quería. La muchacha al salir de la tienda fue corriendo fuera del centro comercial a conseguir un autobús que la llevara de vuelta al centro de la ciudad. Ella se subió y pagó. A los pocos minutos se dio cuenta que había subido al autobús equivocado. Tuvo que esperar minutos enteros. Primero fueron cinco minutos, pasaron a diez, veinte, treinta… Una hora y nada. Había pasado ya casi una hora y media y ya habían varias personas que esperaban el autobús antes de que llegara el mismo, autobús que llegó prácticamente sin un asiento. Solo uno. Al verlo fue como Dios le hubiera dado un regalo, ya que le dolían los pies. Al sentarse soltó un suspiro de alivio. Sin embargo, vio a una madre que iba parada con un niño pequeño sujeto a sus faldas con expresiones incluso más agotadas que la que ella pudiera tener.
—Siéntese, señora. Por favor.
—Muchas gracias, cariño —respondió cortésmente la mujer, mientras tomaba el asiento que la chica le había cedido y colocaba al niño sentado encima de sus piernas. Beatriz le respondió amablemente con una sonrisa y al final el autobús terminó lleno con demasiada rapidez; ella terminó al final del pasillo sintiéndose en una lata de sardinas con tantas personas que estaban de pie en el autobús, incluso había visto a personas que sobresalían del autobús y se aferraban a la puerta con firmeza. La chica agradeció al menos estar dentro.
Cuando llegó al centro de la ciudad e iba paseándose por allí de manera despreocupada miraba en derredor con ojo avizor, estaba en busca de algo que le pudiera gustar a Dante, algo que dijera: “DANTE” solo con verlo. Vio cosas que le llamaron la atención a ella: vio mochilas interesantes con formas de gato, miró un sacapuntas de un dinosaurio el cual debía metérsele el lápiz por el… «A mí me gusta. Me resulta cómico; pero él lo consideraría vulgar». Vio muchas cosas en la tienda que había en el centro y, de repente, recordó que él una vez había mencionado que quería hacer una fiesta de sombreros, lo que le dio la idea de ir y encontrar un sombrero para él y sabía perfectamente donde encontrarlo.
La chica de sonrisa juguetona y mente distraída terminó con una señora que vendía sombreros en la calle, ella tenía cosas bastante variadas e interesantes. No le costó demasiado encontrar algo que encajara con su novio: un sombrero que tenía la forma de una ciudad con un sol en un cielo despejado. Ella terminó eligiendo para sí misma un sombrero de playa, para usar en todas partes excepto en la playa.
Ya estaba casi lista, solo faltaban las flores que le iba a llevar. Las flores le gustarían, porque ya sabía de antemano que le gustaban. Él mismo le había propuesto que le comprara flores la primera vez, sin darse cuenta. «Está muy normalizado que los hombres le regalemos flores a las mujeres. Pero nunca he visto una mujer que le dé flores a uno. No estaría mal recibir flores de vez en cuando», era lo que había dicho él. La joven se quedó parada en medio de la acera, mientras se llevaba la mano al mentón en un gesto pensativo. Sentía que se le había olvidado… La anécdota, de momento no tenía una anécdota lo suficientemente buena para él, pero no le quedaba demasiado tiempo. Quizás se conformaría con contarle que le había ganado al supuesto mejor jugado de la ciudad de Street Fighter. La muchacha se regresó a la casa para buscar las flores que había estado cuidando por meses para regalarle a Dante. No le iba a comprar unas flores que se murieran a los tres días. A él no le gustaría eso. Sería más de su agrado que le regalaran plantas para plantar que simplemente cortadas para decorar un jarrón.
La muchacha terminó llegando a su casa y…, sorpresa, la puerta estaba entre abierta, la muchacha frunció el ceño y entró rápidamente a la casa, sabía que era una imprudencia, podía oír a su novio diciéndole que era una necia imprudente, que debía de llamar a la policía y esperar. Sabía que debía, pero dentro estaban cosas muy preciadas para ella, cosas que él mismo le había regalado y era su vida, no podía darse el lujo que cualquier persona entrara y se llevara las partes de él que tenía con ello, simplemente no podía. Entró a la casa y allí lo vio, había un hombre metiendo cosas dentro de un bolso. El hombre llevaba la cara al descubierto, sintió la sensación de que la miraban sin ningún tipo de pudor, la misma que había sentido la noche que había salido corriendo bajo la lluvia. Él era uno de los tipos que la habían acosado y la habían seguido aquella noche. La muchacha sintió que estaba totalmente desnuda ante los ojos de aquel hombre, se sintió harto indefensa y sintió ganas de gritar con la mirada que él tenía en los ojos y la sonrisa que dibujaban sus labios. El se fue acercando a ella a grandes zancadas y a partir de ahí todo pareció haberse pasado a una velocidad increíble. Ella apenas recordaba haber corrido, pero no fuera de la casa sino tras el hombre que venía a atacarla, aquello pareció haber confundido a su atacante y ella pasó de víctima a victimaria, la mujer le dio senda patada en el estómago dejándolo sin aire. Su cuerpo se movía solo, presa de la adrenalina del momento. La muchacha lo golpeo y golpeo, tiró de sus cabellos y logró tirarlo al piso donde siguió dándole de golpes. El hombre lo único que podía hacer era hacer un vano esfuerzo por defenderse. Para cuando logró quitarse a la muchacha de encima él simplemente salió corriendo y ella en pos de él. Al final lo habían atrapado en la entrada del edificio y con la explicación que ella les había dado a los vecinos que le ayudaron, terminaron llamando a la policía y llevándoselo.
Ni siquiera se dio cuenta cuando subió las escaleras de vuelta a su apartamento ni cuando entró ni cuándo se había sentado en su sofá. Ella miró el bolso del ladrón y notó que había tratado de llevarse ropa íntima de ella, no supo discernir que sentía más en ese momento si enojo o asco.
Cuando terminó de comprobar que todo estaba en orden y que Roar estaba dormido debajo de la cama de ella y ni siquiera se había percatado de lo que había pasado, decidió tomar las flores que estaban en una maceta descansando en la mesa. Ella las tomó y cuando hizo notal mental de todo lo que debía llevar y estar seguro que todo estaba bien fue que se marchó a ver a su amado.
Mientras ella subía aquella hermosa colina comenzaron a aparecer los últimos rayos de sol del día. Ella se paró frente del árbol dónde él estaba descansando, ella se sentó y se estiró un poco. La muchacha se descolgó el bolso donde tenía las cosas y carraspeó para comenzar.
—Hola, mi amor. Hoy tuve un día interesante. Primero fui al centro comercial para comprar la nueva entrega del juego que te gustaba. Al llegar allá me encontré con muchas personas, no las conocía, obviamente, pero recordé lo que decías, que todos escondíamos un trasfondo que podía llegar a hacer interesante a ojos y oídos de otros, había muchas personas que se veían alegres, muchas personas iban acompañadas con personas con las que seguramente se sentían bien, pero también vi a personas que, a pesar de pasearse por allí solas, se veían con una sonrisa en el rostro. Asimismo, vi personas con expresiones preocupadas, tristes…, todo tipo de expresiones que podría poner una persona. Para conseguir el bendito juego tuve que pelearme con el mejor jugador —iba a decir supuesto mejor jugador— de Street Fighter, pero al final apliqué lo que hacía contigo, machaqué los botones con locura y terminé ganando.
»Compré sombreros para los dos, sé que a ti te gustan las cosas únicas así que te compre un sombrero-ciudad. Cuando me venía de regreso me equivoqué de autobús. El autobusero desgraciado me terminó llevando a un pueblito que está como a hora y media de la ciudad. Tardé casi mil años esperando un autobús para regresar al centro, casi me salen raíces de tanto esperar, los pies casi se me caen, te lo juro, me duelen aún mucho. ¡Lo peor es que ya venía lleno de antes y solo tenía un asiento, y digo lo peor porque una señora con un niño venía dentro! Deberías estar feliz, ¿no? Después de todos los regaños que me diste al respecto lograrse hacerme cambiar de idea acerca de ceder asientos.
»También…, hay una cosa que debes saber. C-cuando iba de regreso a la casa un tipo se había metido, era una de los hombres que me habían perseguido el día que llegué mega asustada a tu casa. No pude soportar la idea de que alguien pudiera estar ahí y quitarme las cosas que he obtenido con tanto esfuerzo y peor, no quería dejar que él se llevara las cosas que tú me dejaste. Me llené de ira y terminé entrando en la casa, pero cuando lo vi me quedé petrificada de miedo. Él tenía una mirada asquerosa en el rostro y sentí ganas de gritar y salir corriendo, él venía hacia mí y, entonces…, mi cuerpo se movió solo, terminé abalanzándome sobre él y cuando me di cuenta le había dado la paliza de su vida. Salió corriendo huyendo de mí y yo lo perseguí. ¡Lo perseguí, Dante, ¡estaba loca! Por suerte, el me tenía tanto miedo que no quiso devolverse a atacarme. Los vecinos me ayudaron a atraparlo y luego lo detuvieron los policías.
»Sé qué cuando moriste me sentí frustrada y deprimida. Recuerdo haber gritado en el hospital que te quedaras conmigo, lo hice porque pensaba que me habías abandonado. Estaba enojada contigo por haberme dejado sola. Por haber creído que me habías dejado sola. Estaba enojada por haber hecho todo lo que hiciste tratando de salvar a alguien que no conocías. La verdad, es que ahora sé que no lo hiciste, Dante, sé que te has quedado conmigo. Hoy mismo ha sido una prueba de ello, todas las cosas que me enseñaste, todas tus enseñanzas morales, tus enseñanzas filosóficas, tus gustos, tu ayuda para aprender defensa personal, todo. No me has dejado ni por un segundo, mi amor, porque te llevo en mi corazón y ocupas la mayor parte de mi mente olvidadiza. Estoy segura que donde seas que estés estarás feliz de saber que tu chica no es una muchachita que simplemente se esconde en un rincón. Gracias a ti he podido defenderme.
—Dante, sé que tu cuerpo ha muerto, pero tú solías decir que alguien realmente muere cuando era olvidado y por esa parte estoy completamente segura que estarás vivo por siempre. Porque siempre estarás vivo en mi memoria y de todas las personas que estaban a tu alrededor. Fuiste un hombre intachable, quizás lo reprochable que tenías era que no quisiste nunca probar mis experimentos estrafalarios de comida.
La muchacha había terminado de plantar las nomeolvides frente a la lápida del muchacho. No se preocupó en limpiarse la tierra de las manos al instante, no le tenía asco a la tierra ni por asomo. Luego, ella le dejó un cuaderno y un lápiz cerca; a él siempre le había gustado dibujar, aunque él mismo dijera que dibujaba como niño pequeño.
—El niño al que le cedí el puesto me recordó un poco al muchachito que salvaste; estoy seguro que él estará sumamente agradecido del sacrificio que hiciste, mi amor. Estoy seguro que él será uno de los tantos corazones en la que te quedarás viviendo. —La muchacha terminó soltando un suspiro y haciendo un estiramiento para desperezarse—. ¡Bueno, amor, espero que tú también hayas tenido un día bastante bonito, espero que te gusten tus regalos de aniversario, ya se está haciendo tarde y debo ir a darle de comer a Roar! ¡Te veo mañana a la misma hora!
La muchacha se fue corriendo bajando la colina con los brazos a la espalda, era un alma libre cual niña. Así le había enseñado a ser Dante y seguiría el ejemplo de su héroe y amor hasta el último día de su vida. La risa de la muchacha se desplazaba colina abajo con ella, mientras que debajo del sombrero en el cuaderno que había dejado aparecio un dibujo hecho a lápiz con una caricatura de Dante sonriendo alegre, usando el sombrero que ella le había comprado y una aureola coronándolo. A su lado, estaba Beatriz con la vestimenta y el sombrero de hoy, con una sonrisa picara mientras sacaba la lengua.
Saludos amigo @buff4aurelionsol
Interesante historia de amor, donde la joven Beatriz mantiene vivo el amor, a pesar que su pareja Dante ya no pertenecía a éste mundo real, pero si se mantenía en los pensamientos de aquella enamorada.
Gracias por su entrada al concurso.
Participante #14
Un gusto para mí estar aquí participando. uwu
es increible nuestra mente, ella nunca dejara ir a dante, el amor es mas fuerte que su conviccion de olvidarlo todo, que buena historia saludos y exitos para ti
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