Concurso Semanal, "Creando Historias Semana #31". ||Claro de Luna por @buff4aurelionsol

in WORLD OF XPILAR3 years ago (edited)

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La noche siempre cubría el cielo cuando sentía un llamado dentro de sí, un llamado tan dulce y emocionante que llenaba todo su cuerpo de una confianza incalculable. Siempre había sido así desde que había tenido uso de razón. Las personas se mostraban recelosos por el extraño comportamiento distante que siempre había tenido, los había escuchado incontables veces, a diferentes personas, decir que él era una persona extraña y sombría. ¡Que hablaran lo que quisiera, a él le daba igual! No necesitaba a unos lamebotas detrás de él para sentirse bien. La única persona que lo aceptó cual era fue su hermana, al menos el tiempo que estuvieron juntos.

«No necesito a nadie más mientras tenga mis dones. Nunca seré víctima de la melancolía que trae la soledad. Nunca. Respeto la decisión de mi hermana de irse para rodearse de personas que la hagan sentirse bien. Estaré bien mientras esté entrado en mis dones y en la búsqueda de la perfección de ellos», pensó.

Cuando llegaba el Crespúsculo sentía manar la fuerza dentro de él: el inicio era como si un mar de fuego fuera a tragárselo con la lamida de alguna de sus olas, pero instantáneamente aquella sensación era suprimida y pasaba a sentir un éxtasis total, sentía como el poder lo abrazaba y abrigaba. Se sentía siempre tan seguro de sí mismo, sabía que lograría grandes progresos con la llegada de cada Crespúsculo. Él podía controlar los cuatro elementos básicos, para él fue como sentirse como salido de los cuentos de los juglares. ¡Era increíble! Con cada Crepúsculo que pasaba sentía que sus habilidades aumentaban en fuerza, sentía que su única limitante era su conocimiento. Aunque estuviera despierto siempre en las horas donde el sol estaba puesto él consideraba que verdaderamente el día comenzaba era con la llegada del Crepúsculo.

Aquel día estaba en el claro del bosque, la luna apenas era un punto en el cielo, pero, aun así, emitía un brillo tan hermoso que enternecía su alma y lo hacía sentir muchísimo más poderoso, pero no era el mismo sentimiento que con el Crespúsculo o en una noche común con estrellas en el cielo, no, con la luna en el cielo definitivamente se sentía muchísimo más poderoso, pero, de cierto modo, se sentía falible y triste. Había escuchado decir a su hermana una vez que la luna en ocasiones volvía loca a las personas, ¿sería que la luna afectaba sus poderes de esa manera? ¿Se estaría volviendo loco? Quizás debería preguntarle a su hermana que le diera más información con respecto a la supuesta locura que causaba la luna. Su hermana. Gea. No sabía de ella desde hacía meses, no sabía que era de ella, no había vuelto desde que se había casado con aquel hombre. «Ni siquiera recuerdo cómo se llama mi cuñado», pensó él con una risa irónica. ¿Qué era ese sentimiento que estaba sintiendo ahora mismo? Llegó una suave brisa tan relajante que hizo perder el ritmo de lo que venía pensando. Deseaba que no hubiera…

—Soledad.

El hombre dio un respingo y materializó una espada hecha de sombras con solo pensarlo. Cuando volteó a mirar a la persona que había hablado cayó en cuenta de que era la mujer más hermosa que había visto jamás. Había visto a varias mujeres, pero incluso la más hermosa de ellas parecería vulgar frente a esta mujer. Ella tenía un aire… casi apoteósico. La espada se volvió simplemente humo en sus manos, solo quedó parado, mirándola, buscando alguna palabra ingeniosa que decir. Ella no lo lastimaría, no sabía exactamente cómo lo sabía pero sabía que así era.

—¿A qué te refieres? —fue lo único que pudo articular. La mujer le sonrió como si hubiera sido un niño que hubiera dicho algo tan tonto e inocente que creyó que se acercaría a él para pellizcarle una mejilla. Se sonrojó por dicho pensamiento.

—Lo que sientes: soledad. Y también tenías dudas, claro —explicó la mujer amablemente. La mujer vestía de plata y tenía el cabello negro brillante. Tenía los ojos de color azul y una voz que parecía un canto de ángeles.

Ella caminó unos pasos hacia él y colocó sus manos en las mejillas del hombre con sumo cariño, además acercó su rostro al suyo. La mujer denotaba interés, como si estuviera viendo una criatura nunca antes vista.

—Tienes unos ojos hermosos —dijo la mujer con una sonrisa resulta. Él sentía que las piernas le fallarían en cualquier momento y sentía una sensación muy extraña en el estómago.

—¿Mis ojos? —le esquivo la mirada. Todos solían rehuir a su mirada, sabía que las personas encontraban endemoniado que tuviera dos ojos de colores distintos, sabía que lo juzgaban y le temían por ello. Sin embargo…, él actuaba como que no importaba y, en cierto modo, no le importaba. Siempre y cuando él pudiera explorar todo lo que quería en lo referente a sus poderes estaría totalmente a gusto. Poco importaba si a las personas le disgustaban sus ojos.

La mujer asintió ante la pregunta.

—A las personas les incomodan. Normalmente ellas y yo no estamos cerca, siempre estoy yo solo, pero las veces que mi mirada se cruza con la de alguien más percibo el miedo en ellas. Lo sé. No hay problema con ello. La verdad es que no me importa si las personas me tienen miedo o no. Las personas no me importan, simplemente me interesa aprender.

—Si quieres aprender, deberás comenzar por aprender a conocerte a ti mismo y ser sincero contigo. Dudo que no te importen las personas. Te sientes solo y estás triste por ello. No creo que le saques provecho alguna vez ha engañar a las personas haciéndoles pensar que no te importan. Y, además, creo que es incluso peor que intentes engañarte a ti mismo. —Aseveró ella con un gesto compasivo.

Ella tenía razón. En los últimos días había estado sintiéndose de la misma manera que el día de hoy. El no tener la distracción y el sentimiento de avance y desarrollo en sus habilidades le había dejado un margen de tiempo para recordar a su hermana. A pesar de todo, era curioso que aquella mujer, una total desconocida, fuera la que le hiciera entrar en razón. Ella parecía conocerle más que si mismo. O quizás simplemente sabía mucho acerca de las personas en general. Ella tenía la apariencia de albergar muchos secretos y sabiduría.

Él se quedó en silencio, no sabía cómo responder a aquello. Sí, era cierto, últimamente estaba descubriendo que podría sentirse solo y echar de menos a su hermana, pero estaba seguro que solo era un sentimiento surgido de sentirse derrotado e impotente al no haber tenido mejoría alguna con respecto a sus poderes. Había comenzado solamente siendo un usuario de los elementos, pero poco a poco fue descubriendo que podía ir combinándolo entre ellos, podía hacer cosas hermosas. Había creado hasta una espada hecha de sombras. Hace poco se había enterado de crear muchas cosas y fue emocionante. Su más grande logro había sido crear una daga pequeña hecha de sombras con hermosos adornos. Sabía que podía hacer más, pero cuando intentaba en hacer que las cosas que materializaba permanecieran, no lo conseguía.

Subió su mirada hacia los ojos de la mujer.

—¿Quién eres? —preguntó al fin.

—Me llamo Nyx. Y soy lo que tú, un Arquitecto de Mundos. ¿Y tú eres?

—Mi nombre es Céfiro.

Los Arquitectos de Mundos, había dicho Nyx, eran las personas que se encargaban de crear todo lo existente. Ella había explicado que habían creado grandes ciudades, ciudades tan majestuosas que eran como una obra de arte de dimensiones titánicas. Eran, también, los que en muchas ocasiones se encargaban de controlar el clima para el buen desarrollo de todo ser vivo. Ellos obtenían sus poderes a través de los elementos que los rodeaban y, sobre todo, de las estrellas y lunas. Sin embargo, había algunos que tenían una afinidad, podía ser que las habilidades de un Arquitecto de Mundos se viesen aumentados a la luz del sol, pero que al caer el anochecer sus poderes se vieran sumamente mermados; así como, al contrario. Él había descubierto que era el tipo de Arquitecto de Mundos que tenía el aumento de poder en la noche, aunque, a decir verdad, era como si a la luz del día sus poderes estuvieran tan débiles que no existieran; eso le desesperaba un poco.

Céfiro le había pedido que le enseñara y ella había aceptado al instante, había comentado que desde hacía mucho tiempo era muy difícil ver a los arquitectos y que era un deber dar el conocimiento al que no lo tenía y necesitaba. Por ello, desde aquel día hubo una reunión entre ellos todas las noches, reuniones que tenían tantos progresos en Céfiro que dejaba a los que había conseguido él solo parecieran superfluos. Cada noche él asistía con emoción a aquel claro, era por la idea de aprender nuevas cosas, pero… por alguna razón eso no tenía la misma emoción que antes. O sea, si le gustaba aprender nuevas cosas, pero la verdad es que era más emocionante estar con ella, escucharla hablar y verla reír. Aquella mujer tenía la facilidad de encaminar su día al júbilo simplemente con el mínimo atisbo de sonrisa. Soledad no era más que una palabra más, una que había dejado de tener significado.

Él normalmente le llevaba flores como regalo y le preparaba comida a la mujer en ocasiones; ella también le hacía regalos en algunas ocasiones, regalos que el guardaba como el más valioso tesoro que podría tener un hombre jamás. Él había estado practicando últimamente la creación de flores, pero no había tenido éxito, pero sabía que era capaz debido a que una vez observó como la mujer hacía nacer flores y animalitos de la nada, y cuando la mujer se dio cuenta de lo que intentaba simplemente se hecho a reír.

—No puedes. La mujer es la única que puede traer la vida y eso con la ayuda de un hombre —explico la mujer—. En nuestras prácticas has dotado de magia masculina el entorno, ocasión que yo aprovecho para dar paso a la vida. Hacen faltas las dos magias para la creación de la vida. Sin una, la otra no puede hacerlo. La vida creada por dos Arquitectos de Mundos es incluso más duradera que la nace por otros medios, sobrevive incluso, en ocasiones, cientos de años después de la muerte de los arquitectos.

—¿Después de la muerte de los arquitectos? —inquirió Céfiro con una voz que sonó más alarmada de lo que en realidad pretendía sonar. Morir. ¿Es que ya no se sentía humano? Quizás el estar tan unido últimamente a sus poderes lo había hecho olvidar su propia mortalidad. Pues obvio que moriría.

—Hay algunos… que logran extender su vida siglos de siglos, no sé si sean inmortales, pero sí lo bastante como para vivir cientos de años. Pero eso es lo que se dice, sinceramente nunca los he visto con mis propios ojos.

—Si encontrara la manera de vivir cientos de años, ¿te gustaría… pasar conmigo ese tiempo? —preguntó dubitativo, sus piernas parecían que fueran a fallarle en cualquier momento y cuando la mujer sonrió.

—Estaré contenta de pasar parte de mi vida contigo, eres una compañía muy agradable para mí. No niego que vivir muchos años seria grato, sería un tiempo de poder hacer a las personas feliz y de crear un mundo perfecto a las circunstancias de todos. Pero… tampoco me entristece mi propia humanidad. Solo hay que aprovechar el tiempo, Céfiro, no perderlo intentando hacer más.

Ellos dos estaban acostados en el suelo. Mirando la luna y las estrellas que estaban en el cielo. Ellos dos se sentían a gusto con el otro. Toda la desconfianza que había sentido por las personas él sentía que había desaparecido.

—Solo… solo estoy feliz de que hayas aparecido en mi vida.

Las semanas siguientes fue un no parar de tratar de encontrar la manera. «Perder tiempo intentando hacer más tiempo», pensó con una mueca de disgusto, aparentemente eso era lo que estaba haciendo, porque no había tenido nada de éxito. No quería que pasara el tiempo, tenía miedo de morir y dejar de lado la felicidad que había ganado con la llegada de Nyx a su vida, temía que ella fuera a faltar en su vida y que la soledad volviera a abrirse paso en él. Odiaba temer. No quería sentirse así. Soñó aquella noche con una inmensa blancura inmaculada, un espacio totalmente vació. El color blanco dio paso a más colores, el color del cielo azul tan brillante y hermoso, comenzaron a aparecer enormes montañas que formaban una gran cordillera que estaba acompañado por un río de enorme caudal. Aparecieron árboles. Animales. Vio como nacían del musgo y los árboles unas criaturas jamás vistas. Vio una gran escalinata que daba paso a un bello palacio. Era su palacio. Todo era hermoso en aquel sueño, no quería despertar jamás. «¡Céfiro!» Tenía los vellos erizados cuando aquella voz le despertó, era una voz apremiante, era la voz de Nyx pidiendo ayuda. Además, había escuchado una voz que le helaba el cuerpo solo de recordarla, una voz que reía.

Céfiro salió de su casa corriendo. El poder de la noche lo henchía, dejó grandes huellas incendiadas con cada paso que daba a la carrera, las ramas de los arboles le lastimaron los brazos y estos también terminaron incendiándose. Terminó en el claro; ella no estaba allí. Los arboles se le antojaban criaturas hostiles que le rodeaban y miraban amenazantes; sus ramas se asemejaban a manos de largos dedos que lo señalaban culpable de algún pecado. Él apretó los dientes cuando fue el núcleo de un torbellino de fuego y una lluvia de rayos que destrozó todo el lugar mientras el polvo y la tierra caía alrededor. El suelo tembló con estrepito y luego vino un viento gélido que congeló todo a su paso. El gran bosque que rodeaba el antiguo claro estaba reducido a un ejército de árboles carbonizados y congelados. La luna le recordaba un ojo diminuto y entrecerrado. Cerró los ojos con fuerza, ¡Nyx quería estar con Nyx! Una leve brisa que le acariciaba la cara y su tacto le hicieron abrir los ojos. Nyx lo miraba con una sonrisa triste.

—Nos has traído a este lugar a la fuerza.

Céfiro miró en derredor, estaba dentro de un palacio. A un lado había un gran ventanal que daba una majestuosa vista, lo que vio le dejó atónito: era el mismo lugar con el que había soñado. No sabía que estaba sucediendo, pero si estaba en aquél lugar… significaba que ese lugar lo había hecho él de alguna manera. ¿Lo habría creado gracias a Nyx? Se necesitaba de las dos caras de la magia para crear vida y el miraba grandes árboles y algunos pájaros se veían en el cielo.

—¿Yo lo hice? —preguntó Céfiro. Sí, lo más seguro es que hubiera sido así.

El lugar en el que estaban era impresionante, quizás en ese lugar lograría ser feliz.

—No sé si habré sido yo el que nos trajo hasta aquí, pero estoy seguro que estemos donde estemos podremos estar bien. Juntos podremos llenar de personas este lugar. ¡Jamás podremos sentirnos solos nuevamente!

Cuando la mujer iba a contestarle notó como la silueta que de Céfiro salía de la pared y se volvía neblina. Era un Céfiro hecho de sombras, lo único que tenía exactamente igual era el brillo de los ojos uno amarillo y otro azul, el azul con un brillo intenso. La sombra se veía los brazos y el cuerpo, como alguien que estuviera descubriendo que tuviera cuerpo. El Céfiro real estaba con semblante cansado y pálido.

—¿Estás bien? —preguntó con preocupación la mujer mientras estaba a su lado.

—Me siento débil —dijo Céfiro extenuado; su mirada estaba clavada en el ser de sombras—. ¿Qué es eso, Nyx?

—Soy tú —dijo la sombra con voz calmada—. Nací producto de tu ambición. Lograré lo que tú no pudiste. Soy la encarnación del poder, un poder más antiguo que las leyendas, tan antiguo como la propia creación de este lugar. Solo necesito un cuerpo, un cuerpo que tú me vas a otorgar. Seamos uno, Céfiro. Estabas destinado a ser el Rey, el Rey de Nimbo; pero ahora soy yo.

Céfiro sintió como su cuerpo esta abatido por una depresión, sentía un vació enorme y un terror, como si estuviera en el último círculo del infierno. La mujer parecía padecer también de lo mismo, le notaba abatida. El Céfiro de Sombras rio mientras alzaba sus manos prácticamente en cruz y todas explotaba un vorágine de neblina negra que escapa por las ventanas. El mundo que estaba fuera tan soleado comenzó a decaer, los arboles parecían enflaquecer con la llegada de las sombras y los pájaros que sobrevolaban en los cielos caían en picada, inertes. En la sala donde estaban comenzaba todo a congelarse.

El Céfiro de sombras se acercó hasta ellos. Él sabía que si aquella silueta de sombras lo tocaba pasarían cosas terribles, no podía pasar nada bueno. Se levantó como pudo y notó como la mujer creaba luz con el fuego. La sombra chilló con espanto y trato de apagar la luz. Estuvieron intercambiando ataques, bolas de fuego y oscuridad volaban de aquí para allá, él tenía que ayudarla, si el punto débil de él era la luz entonces podría derrotarla. Nada. ¡No podía usar fuego! El fuego no acudía a su llamada.

—¡No puedes conmigo! ¡Tu luz solo es una pequeña llama que se apagara con un soplido mío, el mundo está lleno de una oscuridad infinita, una larga noche que jamás llegara a su fin, una noche que me llena de poder! ¡Mi poder es infinito!

Céfiro debía hacer lo que sea, corrió hacia el con una espada hecha de roca que había creado mientras. El Céfiro de Sombras se deshizo y apareció frente al Céfiro real y lo sujetó del cuello, consumía sus energías, sentía como aquella criatura invadía su cuerpo. La mujer apretó los puños, sabía lo que tenía que hacer. Corrió hacia Céfiro y sujetó su cuerpo. Se escuchó un chillido gélido.

Céfiro se sentía agotado, extenuado, pero ya no sentía la invasión que sentía antes. Los árboles lo rodeaban. La mujer estaba a su lado, jadeando, tenía un semblante moribundo, él se paró y le sujetó las manos.

—¡Nyx, Nyx! —le gritó él; las lágrimas le confundían las vista. Ella le acarició el rostro de aquella manera tan amable como siempre hacía.

—Tranquilo, no pongas esa cara. Estás bien, todo estará bien —dijo la mujer con voz cansada, sus ojos parecían pesarle muchísimo a la mujer. Ella le colocó las manos entre las mejillas y le sonrió tan amable como nunca.

—¡Todo esto es mi culpa… Todo. Por favor, perdóname, Nyx, perdóname! —decía mientras las lágrimas inundaban el rostro del hombre.

—Todo está bien —repitió la mujer—. Necesitabas… esto, algo peor pudo haber pasado. Todo saldrá bien, estoy segura. El león brillante vendrá, un ser que traerá luz a este mundo dantesco. Tienes que confiar en todo. Ahora… debes ayudarme, me quedan las fuerzas suficientes para hacer una última cosa: quiero que me ayudes a crear la esperanza de este sitio, la esperanza de que todo estará bien. Usa tu magia… así, perfecto. No llores. Te prometo que todo saldrá bien.

Aparecieron estrellas en el cielo, millones de estrellas que traían la luz al mundo. Notó como la oscuridad perdía fuerzas y el abatimiento que sentía ya no tenía efecto en él. Sentía que todo podría mejorar. Todo esto no era más que un mal día, aprendería de su error y simplemente viviría para agradecerle toda la vida a Nyx, viviría para hacerla feliz. Debía decirle lo mucho que la amaba, que todo en su vida había cambiado para bien desde su llegada, de todo el cambio que había traído su presencia.

—¡Nyx, ¿qué te pasa?! —le dijo él con voz alarmada; la mujer comenzaba a transparentarse, era como si fuera un fantasma. La idea de que muriera le dio terror.

—Usé más magia de la que tenía, llegué a mis límites. No puedo mantener mi forma corpórea en este lugar. No, no voy a morir. Voy a… —dejó la frase inacabada, ni ella misma sabía que sería de ella. Simplemente acarició su mejilla—. Debes estar tranquilo. Estarás bien. Estoy segura que volveremos a vernos.

—¡No quiero que me dejes, Nyx, no quiero! ¡Te necesito, mi vida sin ti no tiene valor, no me importa el poder, no me importa vivir una larga vida, solo quiero estar a tu lado y vivir lo que tengamos que vivir, pero no puede irte y dejarme solo ahora! ¡Por favor, no me dejes, no me dejes!

—Tienes muchas cosas que aprender aún. Y yo también. La próxima vez que nos veamos, espero que no tengas miedo a la soledad, Céfiro. Confía en ti mismo, confía en las personas. Todo lo que necesitas está ya contigo.

—¡Nyx, yo te…! —la frase quedó inacabada en su voz cuando la mujer dejó de existir. Una leve brisa quedó entre sus brazos cuando la mujer desapareció. Un grito de dolor recorrió todo el bosque al descubrir lo que era de verdad la soledad, porque ahora sabía que lo que había sentido antes no se equiparaba al dolor que sentía ahora.

El tiempo había pasado ya. Siempre recorría aquel lugar como recuerdo de lo que había pasado, era un recordatorio de que tenía que luchar. Recordaba siempre la brisa que sentía con la llegada de Nyx, la brisa que no había sentido desde el día que la perdió. Sin embargo, su objetivo ahora era traer la luz a ese mundo lleno de oscuridad. Una oscuridad que había lanzado a él por sus miedos y egoísmo. Sabía muy bien lo que tenía que hacer.

—Confiaré en ti, Nyx. Estoy seguro que todo tendrá remedio, lucharé cada día de mi vida para arreglar todo el mal que he traído a este mundo y espero que el día que lo logré pueda encontrarte para decírtelo. La próxima vez que te vea te diré que te amo.

Mientras tanto, solo debía trazar sus planes y hacer que la llegada del que le ayudaría a iluminar el mundo se concretara. Pero cada noche siempre se hacía tiempo para venir a ese claro y recordar a Nyx. Aunque no viera a la luna en ese claro, sabía que estaba ahí detrás de la cúpula de oscuridad que cubría el cielo. En cambio, la luz que obtenía era igual de valiosa, una luz de esperanza que mantenía a raya al rey actual de Nimbo. Una vez pensó que eran estrellas, pero no, eran millones y millones de luciérnagas. Era el símbolo de la esperanza de la mujer que amaba.

Espero que haya sido de su agrado dicha historia. Si estás interesado en saber lo que pasó después y de qué manera terminó Nimbo les invito a leer La Larga Noche, haz click aquí para ir al post de esa publicación. Sin nada más que agregar, fue un placer para mí concursar. Que tengan buen día.

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Wow, muchas gracias. uwu

 3 years ago 

Saludos amigo @buff4aurelionsol

Interesante historia donde un hombre se adentra en un mundo solitario, donde la demencia se hace presente en forma de una mujer hermosa para hacerle saber la necesidad de amar a alguien.

Gracias por su entrada al concurso.

Participante #9

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