Hoy, se cumple un año desde que despertamos en la orilla de esta isla.

!Bueno, creo que ya ha pasado ese tiempo!

Según las marcas que he dejado en las rocas cuando llegamos. Solo mi fiel perro ha sido mi compañía desde entonces, porque todos murieron en aquel día, en el que las turbulentas aguas voltearon nuestra embarcación y la corriente nos trajo aquí.

Es increíble que estemos vivos, porque en mis tiempos de marino este lugar nunca lo ubicamos en el mapa, pero somos la prueba de que existe.

Además, la naturaleza es un tesoro increíble, porque rodeado de este inmenso mar, entre las montañas de este lugar inhóspito está un manantial donde el agua es tan dulce como la miel, y su ambiente es fresco como la brisa mañanera del campo, el cual me ha ayudado a sobrevivir.

No hay espejos pero puedo ver mi reflejo en el agua, miro mi piel y sé que luce con ese tono dorado como las palmeras tostadas por el sol inclemente que llega hasta las montañas.

Mi cuerpo se cubrió de una costra gruesa por el salitre del agua, que llega a todos lados por el aire marino.

Y aquí mi fiel amigo, mi perro guardián que ya sus cueros cuelgan porque solo cubren los huesos que lo mantienen en pie, y aunque su débil cuerpo ya no puede correr como antes, siempre está alerta, ante la presencia de algún sonido extraño.

Creo que está llegando el momento en el que nos llegará la visita, que se llevó a mis amigos de la embarcación, esa muerte que cada noche nos envuelve con un manto ensordecedor y nos invita a no despertar, ya sólo me queda esperar mi momento en está isla pérdida donde morir es mi única alternativa.