Prometimos ese día ir a la tumba, pero callados, hacer de cuenta que nada pasó, han transcurrido varios años, y en sí no logro sacar de mi mente todo lo que sucedió aquella noche, desafortunadamente me encuentro reviviendo aquel día, siento el mismo sudor frío corriendo por mi espalda, siento que me están observando, me acechan, alguien sigue mis pasos, puedo estar en un lugar y sentir que estoy en peligro.

¿Cómo puedo estar en peligro si todos me adoran?

La verdad es palpable, subrayo las posibilidades, soy una persona grata, colaboradora, responsable, carismática, alguien que se la va con todos, enemigos no tengo, ¿enemigos?

No creo tener ningún enemigo han pasado diez años, he sido socialmente activo y trabajador a favor de la sociedad, no entiendo porque tengo la horrible sensación de encontrarme en una situación peligrosa, voy a dejar de lado estos malos presentimientos de vieja para continuar con mi labor.

Me dirijo en coche a mi casa cuando en la carretera de vuelta, observe algo, bueno tuve una visión.

(…)

Teníamos dieciocho años cuando tomamos prestado el auto del vecino un lindo Hachi-Roku de color vinotinto, supongo que ese fue el primer día que nuestras vidas cambiaron, afirmo no ser la primera vez que tomamos el vehículo del vecino sin su consentimiento pero, sería la última vez que lo haríamos, siempre juntos hasta la muerte fue la promesa que nos hicimos Rodrigo, Ángelo y yo, mientras Fabio nos observaba, esae noche la fiesta fue espectacular Regina daba las mejores fiestas del lugar y sumado a eso su casa antaña sobre la colina hace real aquella fiesta de disfraces terroríficos, Rodrigo iba disfrazado de zombie sangriento, Ángelo iba de Jason Voorhees, Fabio escogió un personaje extraño, declino por el mismísimo Dexter Morgan, se lo propuso, fue tan enserio que sus facciones daban miedo, por eso soy un fanático al maquillaje, por otro lado yo me encargué de provocar las pesadillas de esa noche, era nada más y nada menos que Freddy Krueger, créanme cuando les digo que fue la noche de las pesadillas, el simple hecho de recordarlo me excita.

La fiesta estuvo aburrida en cierta parte, el concurso de disfraces lo ganó Fabio, y se lo merecía la técnica de maquillaje que utilizo era perfecta e incluso limpia una obra de arte de un profesional, obvio que su bisturí se llevó toda la atención de los presentes, que paso después del concurso, éramos jóvenes, estábamos comenzando a vivir y la nota no la movía el alcohol, lo que estaba de moda eran las drogas, y en la mesa había un sinfín de ellas, vislumbraban al espectador en tamaño, formas y colores, observé detenidamente como los chicos probaban una y otra, se reían de todo y de nada, no es que sea un santo pero, no soy fanático, tampoco me simpatiza el juego de meter en mi cuerpo algo que no voy a poder controlar, soy firme en la teoría que perder el control y la razón no es lo más sensato.

Para las dos de la mañana, la fiesta que estuvo a la onda fue cesando, Regina nos pidió educada y amablemente que desalojáramos su humilde casa y recogiéramos lo que era parte de la basura que generamos, todos partieron dejando una casa impecable, unos de los esperpentos de la fiesta al igual que nosotros partían en coche otros se iban caminando por la oscura carretera. Fuimos los últimos en salir Fabio iba tan drogado que perdió el conocimiento y decidimos colocarlo en la parte de adelante como copiloto mientras que los muchachos se acomodaron atrás con un barril de cerveza, el descenso estuvo bien para la escasa luz que abrazaba la carretera, a lo poco que se podía ver no había nadie, seguí manejando hasta llegar a la curva más sinuosa de la zona, justo en ese momento se le ocurrió a Rodrigo tapar mis ojos, porque según él un buen conductor maneja sin ver; era más que evidente que la noche estaba fría y daba miedo, forcejeé con él para que destapara mis ojos sentía que el carro iba de izquierda a derecha, hasta que sentí un impacto.

Sin más bajée del vehículo rápidamente, no lo podía creer, parecía una pesadilla para cuando Rodrigo y Ángelo verificaron su pulso, no había, atropelle a Nicole, le impacte tan duro fuerte que quedo sin vida en pleno acto; ante lo que estaba pasando no vimos de otra que hacer lo impensable, no podíamos enterrarla porque no teníamos una pala para cavar 3 metros bajo tierra, yo rápidamente me abalance sobre el maletero saqué de niñosy no había nada, y observé y bajeé de la parte superior del carro la una otra bicicleta de montaña y una mas pequeña, entre los muchachos y yo movimos a Fabio al asiento del conductor, nos montamos en las bicicletas y le dimos pedal hasta la casa del vecino, acomodamos las bicicletas en la cochera y antes de tomar camino a nuestras casas prometimos, creo que juramos por lo más sagrado que teníamos, ni debíamos hacer ningún comentario de lo sucedido, hicimos pacto de silencio, y con sangre pactamos guardar el secreto y llevarlo hasta la tumba.

Fabio

Han pasado varios años, muchos para ser cierto desde que pagueé por un asesinato que no cometí, y los cargos por el robo de un vehículo que no sé de donde salió, no recuerdo nunca haber llegado al lugar de los hechos, no recuerdo haber salido de la casa de Regina, pero esa son las consecuencias de consumir drogas, supongo que he madurado, tal vez me merecía lo que pasó, siempre confesé ser inocente, yo no la maté, pero la odiaba como a nadie en el mundo, la odiaba por terminar conmigo, la odiaba por hacerme ver como un estúpido ante todo el club, la odiaba por las noches de pasión, pero sobre todo por ponerse en el medio para atropellarla, saben lo mejor de todo, que quizás no sintió nada, esa perra estaba drogada; sin embargo ella está muerta y yo pago mi segunda condena esta vez cadena perpetua, pero me siento feliz, dichosamente feliz porque ahora si estoy pagando la condena por algo que si pude hacer, lo recuerdo perfectamente, recuerdo sus caras, el aroma que llenaba el lugar, el miedo, los llantos.

Sé que no valía la pena, pero se hacían llamar mis amigos y ni una vez fueron a visitarme en mi antigua prisión, no escribieron, no hicieron nada, la rabia y la incertidumbre se apoderaron de mí, cuantos viernes trece pasaron no sé, pero ese viernes trece fue el mejor de toda mi maldita vida.

¿Qué ocurrió?

Un milagro no fue, pero tome venganza por mis propias manos, saliendo de prisión conseguí un trabajo de medio tiempo, me puse a investigar y di con el contratista Ángelo Urrutia, he conocido gallinas pero Urrutia era peor que eso y para no hacerle el cuento largo al pobre le pasó igual que la niña del cuento de Horacio Quiroga, ¡pobre gallina!

Por otro lado al pobre Rodrigo Villavicencio no le fue tan mal, después de amenazarlo me dejoó por escrito lo sucedido aquel viernes trece, en una hoja blanca dejó la confesión firmada de quién fue el culpable del asesinato de Nicole; la muerte de este chico fue parecida a unas que sucedieron en el calabozo número trece de la prisión y la prisión privada para caballeros, con una sabana blanca, un buen nudo y falta de respiración la combinación perfecta para una muerte muy común detro de la carcel.

Rodrigo murió al consumir una pastilla de cianuro, post mortem le clavaron clavé en el pecho con un bisturí y dejé dentro de él la confesión de la muerte de Nicole y tambien la confesión de quién lo asesino cerca de su corazón en una bolsa hermética.

Manolo

Es más que evidente que mi vida corre peligro, en cualquier posición en la que me coloque no podré hacer nada, prisión privada de alta seguridad “Silentium Puniat” .

Me lo merezco es más que justo, entiendo la lógica de Fabio asesinar a Rodrigo y Ángelo por guardar el secreto del accidente de Nicole, a pesar de todo fue compasivoa con sus asesinatos, ya en el año que tengo aquí comprendo la frustración que sintió, al no saber la verdad, pagar por unos delitos que no cometiste y para colmo ser repudiado, lo comprendo todo, hasta comprendo su cara de odio hacia mí, lamento también que en los días de visita nadie viene a verle, pagamos justo por pecadores cada una de nuestras acciones, aunque en su primera condena era inocente nadie lo visitó y ahora va por los mismos rumbos.

Compartimos el mismo calabozo, celda, cuarto, barrote sabrá Dios que nombre le da el hombre a este infierno terrenal, el número trece no solamente fue del día que desgracie su vida, también fue el número en el cual cometió el asesinato de los muchachos y ahora es el mismo donde nos encontramos todas las noches, son el mismo que nos identifica en toda la prisión somos los 13W y 13X, por cierto este es el símbolo de los condenados más peligrosos, que anormal en las películas el psicópata y el sociópata trabajan justos, y en esta historia de vida de realidad, son dos sujetos que se asechan sin cruzar palabras. Me siento culpable por la muerte de los muchachos, me siento culpable por hacerles jurar no guardar este secreto, ese que pensamos que era una simple lección se volvió un peligro, comprendo que en cualquier momento se me será pasada la factura por mis actos, y no lo digo por la condena, porque ya fui condenado, espero y me llevo a la tumba el secreto más peligroso que no voy a confesar jamás.

¡Dios, perdóname!

Me arrodillo ante ti, no pretendo pedirte clemencia por mi vida, pero te pido que perdones los pecados de Rodrigo y Ángelo, de la misma manera te pido misericordia por Fabio porque en el fondo de su corazón es una persona que actuó poseído por la ira.

¡Perdóname Dios!

Porque me llevare el secreto más grande que a nadie le confesé, te amo Fabio, te amo más que a mi propia vida.
 
Fabio

Viví con Manolo unos dos años, compartiendo el mismo calabozo, el mismo uniforme, sin poder hablarnos, nos observábamos día sí y día también, una noche se le ocurrió decirme que lo lamentaba, no me pidió disculpas, no me dijo nada más.

Desafortunadamente el odio y la amistad se fueron a la cocina un día, más pudo el odio y el cianuro que la amistad que le tenía.

Fin

Gracias por tomar unos minuto para leer mi post, invito al concurso a @jlvillamizar, saludo a @marlut