Mariela era una joven que vivía en una población humilde cerca del mar, todas las tardes iba a recorrer la playa porque le encantaba coleccionar caracoles y escuchar en ellos el sonido del mar.

Una tarde vio una figura extraña en la orilla y justo cuando se retiraba, escucho su nombre y al verlo bien supo que era Juan su amigo de la infancia, quien hacia unos años se había ido a la ciudad.

Juan estaba cambiado ya era todo un apuesto hombre y cuándo Mariela lo vio floreció ese gran amor que se profesaban cuando eran niños, ambos se pusieron a recoger los caracoles mientras hablaban de aquella época.

La tarde siguiente se encontraron nuevamente, pero esta vez se fueron a la cueva donde Mariela guardaba su colección de caracoles. Allí la joven se entregó aquel hombre y se sintió feliz porque en los caracoles se escuchaban los susurros de aquella entrega.

Al otro día, la joven fue a la playa pero esta vez Juan no llego, decidió ir a buscarlo pero su padre le dijo que él se había adelantado a la ciudad para la boda, ellos se irían luego, él solo había ido al pueblo a buscar algunas cosas

La muchacha corrió a la cueva y grito tan fuerte como que su alma estaba en agonía, porque su gran amor la había engañado.

Así que tomo un caracol y corto sus venas, la sangre quedó impregnada en aquellos caracoles.

Sus padres al ver que no regreso esa tarde la fueron a buscar a la playa y la encontraron sin vida, nadie sabía porque Mariela había tomado esa decisión, solo los caracoles tenían la respuesta.

Y escuchar aquel caracol ya no se escuchaba el sonido del mar, sólo los gritos de la joven cuando murió.

El gran secreto de aquel terrible final está guardado en el sonido del caracol.

El engaño y la desilusión pueden debilitar un corazón atormentado y hacer que tome una decisión equivocada.