Julia y José se reencontraron luego de casi 15 años de salir de la escuela, ella, prominente artista, madre de un joven de 8 años de nombre Pablo, amante del fútbol; por su parte, José, recién llegado al pueblo, es el nuevo traumatólogo especialista del Hospital local, amante del fútbol y ahora médico deportivo, vino con su hijo (también de 8 años), llamado Enrique. La pasión por el fútbol es algo que continúa uniéndolos, y luego de un partido (hace unos 7 meses), donde se jugaron la final, mientras celebraban, gracias a sus hijos, sacaron sus sentimientos a flote y deciden casarse para unir sus vidas para siempre.

Ambos son muy queridos en el pueblo, Julia, dirige la oficina de cultura de la localidad, lo cual le ha generado muchos entusiastas por su trabajo con las artes, mientras que José se ha ganado el respeto y la admiración de los locales por su carisma y su gran sentido humanitario, quien, en muchas ocasiones atiende a personas que no pueden pagar su consulta. Ya han pasado 2 meses de preparativos, ha llegado el gran día, Julia muy nerviosa y feliz, camina junto a su hijo Pablo hacia el altar donde está José esperándola ansioso con su hijo Enrique.

El sacerdote inicia la ceremonia cuando de pronto, todo el ambiente comienza a desvanecerse ante los ojos de Julia. Se borran los rostros de invitados, el que dirige la ceremonia ya no es un sacerdote si no el terapeuta de aquella frágil mujer, quien le dice ya por tercera vez: “Julia, es hora de volver”.

fuente

Ella se aferra al recuerdo, intenta abrazar a José, quien ya se ha convertido en una figura holográfica. Los niños, son como afiches que vuelan como hoja seca por la fuerza huracanada del retorno a la realidad.

La hermosa Julia, tiene 15 años tratando de zafarse de un bucle de su memoria, parece que mejora por temporadas, y realiza bellísimas obras de arte, todas alusivas al recuerdo de lo feliz que fue su vida, con el amable José. Pero, en pleno equinoccio de otoño, cuando las hojas crujen bajo sus pies, ella retorna al pasado.

Su vida cándida y feliz sufrió un enorme revés cuando en el pueblo en que vivían se desató la peor plaga de la historia. La devastación fue inminente; y Julia, vio partir a sus seres amados ante sus ojos, sin poder hacer más que atenderlos, hasta que sus últimas funciones vitales los abandonaron.

Fuente: Munch

Ella luchó con todo para mantenerlos vivos, salió en penumbra a buscar comida en comercios abandonados, corrió de madrugada hasta el riachuelo del pueblo, para abastecerse de agua, y todo lo hizo entre la más densa oscuridad porque las horrendas bacterias mortíferas se activaban con la luz solar.

Julia quedó odiando el sol, la luz, el calor. Ella se odiaba por no morir junto a ellos, odió ser rescatada aquella noche de marzo, cuando fue llevada al hospital psiquiátrico del cual nunca más pudo, ni quiso salir.

José, Julia y sus dos hijos, tuvieron todo para ser felices, y realmente lo fueron. Pero nunca se sabe qué treta del caprichoso destino actúa para desvanecer la dicha en un abrir y cerrar de ojos.

Fuente: Picasso

A nuestra Julia, se le puede ver y visitar, siempre que no sea en otoño. Esta estación le sienta muy mal a su mente desvalida, porque un ancla muy pesada la transporta a memorias dolorosas, de aquello que fue suyo, y le fue arrebatado.

El resto del año ella pinta, hasta tiene una galería en el hospital, con la que se han recabado muchos fondos para bendecir a los más necesitados. Sus cuadros que repite una y otra vez, casi idénticos, evocan a su amado José “enderezando huesos”, a sus pequeños jugando al futbol, y muchos otros, nos dan esbozo de la penumbra, muerte y sufrimiento que tuvo que presenciar durante un largo período de tres meses, todo lo que el otoño de 2007 duró.

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Convoco a mis amigos: @vivigibelis, @bellana y @nahumsamuel a crear su historia continuada.
Con amor,
Yrma

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