Bernardo entró sin decir palabras, caminó como autómata hasta el sofá de la sala y allí se sentó. Ella fue a buscarle un vaso de agua, que él se tomó despacio.

Kristina le preguntó:

-¿Qué tienes, Bernardo? ¿Dónde estabas? ¿Qué te pasó? Háblame, por favor, voy a morirme de los nervios.

Él la miró y solo dijo: "Dormiré, estoy cansado".

El día amaneció pleno de sol, Kristina se despertó con el olor a café recién colado. Fue a la cocina y allí estaba Bernardo, el Bernardo de siempre, amoroso, atento y conversador.

-¿Descansaste bien, mi amor? -le preguntó.

Ella le respondió que no, que no pudo pegar un ojo en toda la noche, porque él estaba muy inquieto en la cama.

-Dime, Bernardo, ¿qué pasó ayer?

-Nada importante, amor, me perdí en el bosque -respondió él.

-Sé que algo me ocultas. Pero, ya lo averiguaré, quiero que regresemos a la casa. La novela está terminada. No quiero estar un día más en este lugar.

-Como quieras, amor. Comencemos a arreglar las cosas para irnos.

El retorno fue incómodo: mucho silencio, palabras vacías y la voz de Elton Jhon sonando en el carro.

Kristina llegó a su casa, se dio una ducha con agua tibia, se preparó un té de manzanilla y prendió el televisor para escuchar las noticias:

El cadáver de una joven pelirroja fue hallado en el bosque de San Martin, con signos de violación y maltrato físico. En el lugar solo se hallaron las huellas de un lobo. Los cuerpos de inteligencia están recopilando las pruebas para dar con el asesino de la chica.

Kristina buscó su novela: Tras las huellas del asesino, y confirmó que la noticia relataba el mismo caso que ella había descrito en la misma, entonces no sabía qué hacer ni qué pensar. ¿Yo estuve en ese bosque? ¿Yo estoy casada con Bernardo? ¿Bernardo fue conmigo a ese bosque?