La historia de Caín y Abel es un claro ejemplo de cómo la envidia, cuando no se controla, puede llevar a decisiones terribles y destructivas. Aunque Caín no envidiaba las posesiones materiales de Abel, sino el favor que él encontró ante Dios, nos recuerda que la envidia, es mucho más que un simple deseo por lo que otros tienen; es un sentimiento mucho más profundo que, cuando no se maneja, puede desencadenar actos lamentables.

Estoy de acuerdo contigo en que la envidia no tiene un lado positivo. La envidia siempre trae consigo pensamientos y acciones negativas, que dañan tanto a quien la siente como a quienes le rodean. Inspirarse en los logros de otros para mejorar, algo que se conoce como admiración, es algo muy distinto y positivo, pero confundir eso con envidia sería un error.

También resalto tu observación sobre cómo, incluso en un mundo donde todos tuvieran lo mismo, la envidia seguiría existiendo, porque no se trata solo de lo que se posee, sino de las emociones y percepciones que cada persona tiene por dentro. Esta reflexión nos invita a trabajar en nuestro interior para erradicar estos sentimientos oscuros y vivir de manera más consciente y armoniosa con los demás. ¡Excelente análisis!