Ya era casi la hora de salir, hoy en la reunión hablarían de los árboles, su función y además, sucedería algo muy importante, les enseñarían como plantar correctamente un árbol y esto a Ezequiel le daba mucha emoción. Lo que nunca imaginó era lo que vendría después.

Ezequiel era un niño muy inteligente, feliz , amante y protector de la naturaleza y en la Ciudad en la que vivía era muy querido. Pertenecía al grupo de scouts. Ellos se reunían en el parque para hablar de la naturaleza y planificar la forma de mantenerla limpia y sana.

Hoy sería un día especial porque se escogerían a algunos integrantes y se les asignaría una misión especial. Ezequiel, de solo imaginar que lo escogerían a él, sentía mucha emoción. Su jefe local de actividades al aire libre habló explicando todo el tema relacionado con los árboles, su importancia y, para cerrar con broche de oro, escogió a 10 Titanes para llevar a cabo una hermosa y gran misión, al que también consideraban un reto que deberían aceptar, como parte del cuerpo de scouts. Tenían a su cargo sembrar un árbol y cuidar de él hasta su crecimiento. Al llegar el momento de la elección, los nombres fueron saliendo uno a uno de una cajita de cartón que había traído el Jefe y de repente, como música, Ezequiel escucho su nombre. ¡Le había correspondido hacerce cargo de "Un Cedro", desde su siembra hasta su crecimiento! "Éste si es un gran reto", pensó.

Como Ezequiel amaba la naturaleza, cuando le correspondía trabajar en ella, siempre buscaba ayuda, y ésta vez no fue la escepción. Buscando información, encontró que, lo primero que tenía que hacer para sembrar un cedro era elegir una ubicación, la cual debía ser la más adecuada para este tipo de árbol y, como él tenía su bicicleta, pensaba que le sería fácil hacerlo. Buscaría un espacio muy amplio y de buena tierra.

Lo que al principio creyó sería una tarea fácil, se convirtió en un verdadero desafío a la paciencia. Recorrió kilómetros sólo para descubrir que las personas le habían hecho mucho daño al medio ambiente en su ciudad. Finalmente encontró un lugar que, aunque no estaba nada limpio, era perfecto. Cansado pero con mucho ánimo e ilusión, montó nuevamente su bicicleta y decidido a cumplir su misión una vez más buscó ayuda, pero en esta ocasión la encontraría en su grupo de amigos Scouts, quienes se reunieron y decidieron hacer una limpieza en el terreno.

Muy temprano llegaron al lugar y lo dividieron por zonas. Cada uno debía encargarse de dejar acondicionado su lugar para recibir los árboles que serían plantados, entre ellos el Cedro de Ezequiel. Quitaron la malesa y los desechos que habían hasta dejarlo totalmente limpio y apto para la siembra. Ezequiel había traido su árbol y como su siembra era a raíz desnuda, lo sembró inmediatamente para que no muriera. En casa, su mamá le había ayudado a preparar abono orgánico a base de restos de verduras o frutas (cáscaras de plátano), hojas y hierbas secas, café, té usado y así mejorar el hogar del nuevo cedro.

El tiempo pasó muy rápido y al año, el Cedro de Ezequiel parecía un erizo y pronto se hizo un gran árbol que, junto a los árboles de sus amigos llegaron a convertirse en pulmones para su Comunidad. Ezequiel y su amigos scouts, pasaban con sus bicicletas frente al hermoso lugar para el que todos habían contribuido y se sentían orgullosos de lo que juntos habían logrado.