Cómo era la primera vez que iba a ser mamá no sentía miedo, solo inquietud de que todo saliera bien. Siguen las horas transcurriendo, mis hermanas me preguntaban a cada momento si tenía dolores fuertes, a lo cual le respondia ¡no tan fuerte!.

Llegando la 7 de la noche me dirijo al centro de salud nuevamente para que me orienten en lo que debo hacer por mi estado próximo de ser madre. Esa noche era algo sorprendente, el hospital estaba colapsado de tantas futuras madres que estaban por traer su hijo al mundo.

Nuevamente, después de un chequeo el doctor de guardia me dice que debo salir hacia la parte de afuera y caminar hasta que me dieran los dolores más fuerte ya que aún faltaba que el bebé bajará un poco más.

Ya casi agotada mis fuerzas, siendo las 11:30pm, una enfermera que pasa por un lado me observa y me dice: ¡vente conmigo!, ¡yo me aseguraré que te atiendan!. Así lo hizo, me subió al piso donde permanecían las madres de un lado a otro en espera de su turno.

Un doctor que me ve ya casi sin fuerzas, me dice súbete a la camilla para examinarte, en ese momento observo una pequeña mancha de sangre. Sigo sus instrucciones y de repente le dice a sus colegas con voz temblorosa hay que atenderla no podemos esperar.

Yo emocionada porque ya iba a salir de ese momento tan doloroso y que pronto estaría en mi hogar con mi familia celebrando la llegada del nuevo integrante.

Una vez en el quirófano todo fue muy rápido, se podía sentir la preocupación de los doctores presentes pero yo pensaba que era normal al atender a una primeriza. No me veían a los ojos, solo hablaban entre ellos casi susurrando como para que yo no escuchará la trajica noticia.

Pasaron escasos minutos, y de repente ví a mi lado en una camilla tan pequeña a mi niño. Inmóvil, rosadito, un lanita en su cabeza cuan amarillo sol, unos ojos abierto parecían las ventanas del cielo, no se movía, mientras me decían ¡no lo veas!, ¡no lo veas!.

Era imposible dejarlo de ver, ya sin aliento, se dejaban escapar lágrimas a montón, sin querer no las podía detener, era algo que no lo creía, hace minutos atrás me daba señal de vida dentro de mi con sus pequeños saltos y de repente estaba ahí sin moverse, solo con su mirada azúl fija en mi.

El doctor, luego que me realizaron las curas necesarias me lo coloco en mis piernas y me dijo ¡ El parto se pasó, lo afixio el cordón umbilical!. No lo podía creer, como había pasado eso estando en manos de médicos, ¡Si eso paso fue por negligencia médica¡. Fueron mis palabras. El doctor se dió la vuelta y se fue dejándome sola con mi bebé en mis piernas. Yo empecé a llamar para que me trajeran una manta para taparlo y así darle calor pero mis gritos no fueron escuchados por nadie.

Esa noche murieron 37 niños, con la misma mala praxi. Angelitos que no los dejaron ver el rostro de sus madres. En la habitación donde me llevaron solo se sentía un dolor inmenso que al escuchar el llanto de los niños recién nacidos se habría aún más esa herida reciente que rasgaba el alma.