"Cuéntanos tus miedos"

_{Diseñada en PowerPoint/ Fondo/ F/ F/ F}

Les tengo miedo a los extraterrestres. No sé exactamente cuándo comenzó este terror a esos seres desconocidos, pero sospecho que se debió a mi fascinación por las películas y programas de televisión donde abordan esta temática de la ciencia ficción que, al parecer, ya no es ficción.

La pequeña pantalla, sobre todo, durante los últimos tiempos se dio a la tarea de demostrarnos que la cuestión no era pura imaginación de los escritores, sino que desde hace muchos siglos los visitantes de otros planetas estuvieron por aquí, construyendo grandes monumentos y metiéndose con todo lo que no consideraban que estaba bien.

Pero lo peor no fue comprobar que vinieron a convivir con nosotros desde aquellas primeras etapas de la humanidad, lo que en verdad me exacerbó el miedo fue cuando dijeron que seguían entre nosotros, que cualquiera de ellos podía estar caminando a nuestro lado. Recuerdo que esto me afectó tanto, en un primer momento, que dejé un magnífico trabajo de redactor porque tenía una jefa tan estricta que parecía un robot. Me di cuenta un día que estaba como apoderándose de mi mente y salí huyendo de inmediato de ese sitio.

Con el tiempo, este miedo se ha ido calmando, sin embargo, siempre estoy alerta porque uno nunca sabe quiénes son, de dónde viene ni cuáles son las intenciones de las personas que con toda tranquilidad se acercan a preguntarnos por cualquier cosa.

Cuando era un niño, allá en mi pueblo, les tenía miedo a los cocuyos. En un principio, me parecían sumamente hermoso cómo estos insectos rayaban con un chispazo de luz el manto oscuro de la noche, pero después que vi uno de cerca, me convencí de que esos bichos tan feos no podían tener buenas intenciones. Me dio entonces por pensar que esas intermitencias luminosas que yo miraba titilar en la negritud nocturna eran códigos secretos que las luciérnagas les enviaban a seres de otros mundos para que nos invadieran…

Y me acabo de dar cuenta, respondiendo estas preguntas, que, aunque en aquel tiempo de mi infancia, no sabía yo nada de extraterrestres, al parecer había nacido ya con ese miedo ancestral a los visitantes de otros planetas, ya que no se puede explicar de otro modo esas elucubraciones en torno a los inofensivos y tiernos cocuyos.

Para vencer el miedo, intento por todos los medios evitar el peligro. Desde hace dos, años, por ejemplo, dejé de ver todo programa o película que tenga que ver con extraterrestres. De ese modo trato de olvidarme de tan peliagudo asunto, ya que a cada momento descubren algo en este mundo que nada tiene que ver con las habilidades humanas y cada uno de esos hallazgos da lugar a una nueva teoría que en nada contribuye a mi sereno bienestar. Confieso que ha sido difícil evitar toparme con estos temas, pero he logrado apartarme de ellos.

Con respecto a los cocuyos, hace años que salí de mi pueblo para radicarme en la ciudad y en esta esos insectos ni siquiera de vez en cuando aparecen. Y de todas maneras, ya en el terruño donde nací tampoco se observan mucho.

Sí, además de evitar abordar, como señalé anteriormente, cualquier tópico que tenga que ver con extraterrestres, decidí también dejar de soñar con naves y seres de otros planetas. Era muy frecuente que, mientras estuviese dormido, pasaran por mi mente episodios de media hora y hasta largometrajes que podían ser documentales o aventuras trepidantes sobre los peligros que afrontaba nuestro planeta.

Sin embargo, cierto día que me desperté temblando por el miedo, me dije: No puede ser, de ahora en adelante erradicaré de mis sueños estos temas y me sumergiré en un universo onírico donde solo escuche palabras bonitas como resiliencia y procrastinación.