41° CONCURSO DE REDACCIÓN DE HISTORIAS. / ¡Arrestado sin causa!

_{Arrestado sin causa/ Foto de Kindel Media, editada en PowerPoint F}

Javier es un joven corpulento, trabajador, practica levantamiento de pesas, está sacando sus estudios en leyes en la universidad y está próximo a graduarse. Va en su vehículo conduciendo por la calle, rumbo a visitar a su novia Ana María, cuando de repente un oficial de policía en una patrulla le indica que debe detenerse. Al hacerlo, se le acerca el oficial y le pide que por favor apague el vehículo y le muestre los documentos.

Cuando el oficial toma los documentos, los revisa y al momento le hace una seña a su compañero y le dice: -"es él", inmeditamente sacan sus armas y lo arrestan. Javier todo confundido pregunta que por qué, a lo que el otro policía le dice:

"Aquí las preguntas las hago yo. Vamos a la comandancia, súper macho, para que respondas, de una vez, por tus acciones." El joven continuó diciendo, con el fuerte y grave tono de voz que siempre lo había caracterizado, que debían verificar bien lo que estaban haciendo, ya que él solo era un deportista y estudiante universitario que jamás en su vida había realizado ningún acto que estuviese fuera de la ley… "Cállese," gritó el agente que iba a su lado en el asiento trasero de la patrulla y, entonces, Javier optó por guardar silencio.

Una vez superado el impacto inicial, comenzó a pensar atropelladamente a quién podría recurrir si la situación se complicaba. Sus padres se habían marchado hacia el exterior desde hacía nueve meses. Se cansaron de rogarle que se fuera con ellos, sin embargo, él siempre desechó la idea, porque ya le faltaba poco para obtener su título de abogado. Aquí en su país, por otra parte, era reconocido, entre los reducidos círculos de la halterofilia, como un atleta que podría triunfar en las más exigentes competencias.

Como estudiante de derecho casi a punto de graduarse, pensaba ahora con una inquietante calma, tenía algunos amigos que ya habían terminado la carrera y unos cuantos de sus profesores, expertos en los intríngulis legales, no dudarían en acudir en su defensa de inmediato en caso de que aquel arresto sin sentido se enredara demasiado.

De repente se acordó de Ana María, la primera y única novia hasta ese momento en su vida. La conoció en la universidad, ella había comenzado a estudiar Comunicación Social tres meses atrás y después de dos conversaciones cuando coincidieron a la hora del almuerzo en el comedor, se enamoraron.

Era ocho años mayor que él; su manera de actuar y de pensar, en nada se parecían a las de las demás jovencitas que pululaban de un lado a otro por los ámbitos universitarios. Ana María era una mujer seria y centrada en sus aspiraciones. Venía de Mucoelrío, un lejano pueblo de la provincia venezolana y, al igual que Javier, según le había confesado en sus más íntimas conversaciones, tampoco había tenido hasta ahora una relación sentimental seria.

Para esos instantes, ella era la persona de más confianza en su existencia. Su presencia resultó providencial una vez que sus padres emigraron. Su dulzura, su dedicación y el misterioso halo que desprendían sus ojos azules lo tenía fascinado. Tendría que llamarla si no se aclaraba de inmediato aquella situación. Rogaba de corazón que eso no fuese necesario, ya que sus nervios siempre a flor de piel, se alterarían y no la dejarían actuar con la calma necesaria que debe predominar ante esos casos.

Cuando la patrulla se detuvo a las puertas de la comandancia, lo sacaron a empellones y lo introdujeron en una habitación cerrada herméticamente. Javier reclamó que tenía derecho a una llamada telefónica, que debía hablar con un abogado y que aquella no era la forma de procesar a un reo, pero por toda respuesta le obligaron a sentarse delante de una larga mesa vacía. "Vamos a ver si tú eres tan macho como aparentas," le dijo uno de los oficiales y lanzó sobre la mesa tres grandes fotografías.

No entendía nada de aquello. En una de las imágenes aparecía una joven vestida de militar y armada con una gigantesca ametralladora, en la otra había una mujer parecida a la anterior vistiendo un uniforme policial; y en la última la misma dama ataviada con un vestido de novia al lado de un elegante caballero, celebrando evidentemente una boda...

En medio de la confusión la reconoció de repente y, entonces, tuvo la certeza de que su vida estaba en peligro; era Ana María, captada en tres momentos distintos de su existencia, y el hombre de la última foto se trataba del agente que tenía a su lado, observándolo lleno de furia y con los puños cerrados.

Angustiado ante aquella situación y sin saber qué hacer, solo atinó a decir con una voz por completo diferente: "Ay, renuncio a las mujeres desde este momento." Después se levantó, caminó hacia la puerta con mucho estilo y se fue sin que nadie lo detuviera.

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_{Invito a los amigos @casv, @evagavilan y @blessedlife a participar en este concurso.}