24º Concurso sobre Valores: La bondad

La bondad, según su acepción más simple y conocida, es la disposición natural del ser humano a realizar el bien. Se trata de una definición muy conveniente para la valoración de esta virtud, para su ideal ponderación dentro de las vertientes de nuestros actos, ya que de manera implícita, indica que su contraparte, la maldad, es una manifestación antinatural de nuestro proceder.

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La verdad es que nunca he estado seguro de esto, lo cual no quiere decir, de ninguna manera, que sea yo un defensor del mal, se trata simplemente de que, ante tantos actos negativos que observo a mi alrededor, siempre llego a la conclusión de que el mal es un comportamiento tan natural como el bien. Sin embargo, eso no implica que debemos cruzarnos de brazos y aceptarlo estoicamente como una condición inherente a nuestra conducta. Lo ideal es minimizarlo cuanto sea posible, sin olvidar que siempre tenderá a manifestarse.

Es conveniente reconocer, por otra parte, que en un mundo tan competitivo como este en el que nos desenvolvemos no resulta muy fácil la práctica de la bondad ateniéndose a la integridad de sus valores, es decir, consagrarse a esa condición de desprendimiento total de lo que poseemos con tal de generar el bien para quienes nos rodean. Nuestra también natural inclinación a cuestionar todo lo que hacemos, nos conduce a evaluar los límites de nuestros bondadosos actos.

Y desde esta perspectiva, la empatía, la generosidad y cualquier otra virtud, las sometemos al escrutinio de nuestras necesidades e intereses para probablemente llegar a la conclusión de que no resulta lógico desprendernos de lo que tenemos para favorecer a otra persona cuando lo que estamos ofrendando forma parte del esfuerzo sostenido del trabajo creador o es algo que, con toda seguridad, nos hará falta más tarde. En los momentos en que nuestras reflexiones llegan a esta inquietante encrucijada, comprendemos que la bondad no es un acto espontáneo de amor al prójimo, sino otra manifestación más condicionada por los intereses de nuestro igualmente justo bienestar.

Sin embargo, a pesar de que la maldad intentará siempre estar presente y que la bondad se encuentra sujeta a las inconstancias humanas, es imprescindible reconocer que esta última, al igual que todos los valores positivos que asumamos como parte de nuestra existencia, representa una de las bases fundamentales en las relaciones sociales. Lo relevante, en última instancia, es que la bondad prevalezca como una virtud que se ejercita con el propósito de fomentar el bien entre todos los seres que nos rodean, sin que esto signifique el sacrificio de nuestra propia felicidad.

Los buenos actos, los valores como la bondad, y todos los que contribuyen al bienestar de la humanidad en general, deben persistir con el ejemplo para que sus beneficiosas consecuencias se multipliquen y continúen demostrando que solo sus virtudes nos acercan a ese ideal de verdadera felicidad con el que siempre hemos soñado.