Momentos: Carta a Mamá, y el nombre de @allahnawaz03

Esta carta es lo único que puedo ofrecerte, mamá, y por eso me siento culpable. Aun aquí, mientras aprovecho las precarias horas libres de mi trabajo para escribir estas líneas, me arrepiento de no estar junto a ti para abrazarte y decirte lo mucho que te amo. No quería alejarme de ti, pero tú misma insististe; querías que dejara atrás la guerra y el dolor, y que fuera feliz en un mundo de verdaderas oportunidades. ¿Por qué te hice caso? ¿Por qué no entendías que yo era feliz mientras estuviera contigo? Solo dijiste:

“Deja a esta vieja y sé feliz allá afuera, allá donde la libertad es para todos.”

Quería traerte conmigo, pero tú te negaste; la excusa fue tu vejez… ¿qué vejes si hasta pareces más joven que yo? ahora que lo pienso, mamá, eres la mujer más fuerte del mundo. ¿Cómo hacías para cargar tres sacos de trigo cuando yo solo cargaba uno? Te los montabas sobre la cabeza y caminabas como si estuvieses levantando algodón, mientras yo jadeaba y paraba la caminata para descansar del peso sobre mi molo.

Y tú decías:

“Vamos hijo, no te rindas, tú eres más fuerte y joven que yo.”

Y en el invierno… ¿Cómo lograbas dormir con tanto frío? Me cubrías con tu manta, aun sabiendo que tú la necesitabas más que yo. Siempre me cuidaste con lo poco que tenías, y más que eso, me empujaste a dejar la guerra que apareció temiblemente en el suelo de nuestro país. Preparaste una maleta con todos nuestros recuerdos, y me ayudaste a escapar antes de que el batallón de reclutamiento tocara nuestra puerta. No pude abrazarte lo suficiente, y tus lágrimas se multiplicaron en mis ojos.

Y tú dijiste:

“Nunca olvides a esta vieja que tanto te quiere.”

_{Imagen original de 28703|| Tomada de Pixabay}

Esa frase me acompaña siempre, mamá, ¿cómo olvidarte si toda mi vida te la debo a ti? Sé que esta carta es insuficiente, y que realmente mereces los tesoros más hermosos del universo. Si pudiera te regalaría esa máquina de coser que tanto querías… ¿la recuerdas? la que vimos en la tienda del señor Boruslav. Reíste cuando te dije que si te la compraba ya no tendrías que amanecer remendando mi ropa, y argumentaste con toda seguridad:

“Nada de lo que hago por ti puede cansarme.”

Admito que decías la verdad; te la pasabas cantando aquellas noches de ropa malgastada y tejidos con aguja; una canción feliz, un lírica honesta. Era feliz porque lo hacías para mí, muy a pesar del trasnocho y el hambre que se prolongaba por la falta de pan. Todo estaba bien mientras yo estuviera bien… ¿fue eso lo que te orilló a sacarme del país? No importa, porque ahora seré yo el que te sacará de esa miseria. Aun me falta mucho, pero no me rindo mamá… ¡no me rendiré hasta tenerte conmigo!

Ayer me gané unas monedas extras por cargar tres sacos de cemento en mi lomo, ¡así como tú hacías con el trigo! Los muchachos dicen que, a pesar de mis catorce años, tengo un buen semblante para los trabajos duros. Hay un hombre que asegura que me parezco a su hijo, incluso me ha mostrado su fotografía; pero no es verdad, aquel joven es mucho más pálido y delgado que yo, ¡y yo no soy tan feo! Solo bromeo, aunque me parece curioso que todos ellos también vengan de nuestro país, incluso lloran mucho al igual que yo. Extrañan a sus familias como yo te extraño a ti, mamá…

¿Qué estarás haciendo ahora?

_{Imagen original de Foundry || Tomada de Pixabay}

Seguramente estás tejiendo mi ropa en la mecedora, entonando las baladas que alguna vez cantantes para mí cuando me atacaba el insomnio. Amaba las cosquillas, y más si venían acompañadas de muecas chistosas. Yo fingía estar dormido solo para corroborar que no estuvieras realmente cansada, pero tú seguías cantando con la misma energía de siempre; una voz como la primavera naranja, como los duraznos esponjosos que crecían en el jardín de la señora Aleksandra…

¿Recuerdas cuando le robábamos los duraznos a esa vieja amargada?

A ella no le gustaba compartir; prefería que sus duraznos se pudrieran en la tierra antes que regalarlos a los que sí tenían intenciones de comerlos. Por fortuna tú eras muy alta, mamá, tan alta que tus brazos sobrepasaban la cerca para alcanzar el duraznero de aquella vieja tacaña. Los ladridos de su perro la ponían en alerta, pero nosotros éramos lo suficientemente veloces como para huir de sus maldiciones. Y tú le decías:

“¡Luego le pago los duraznos!”

Al llegar a casa preparabas ese almíbar espeso para rosearlo sobre los duraznos frescos, y nuestros estómagos resistían el hambre por el resto del día… oh mamá, ¿recuerdas cuando atrapábamos luciérnagas? Nuestra casa se inundaba de lucecitas amarillas; era como ver las estrellas en la tierra. Quizás ahora, mientras escribo esta carta, estás atrapando a esos pequeñitos insectos brillantes. O tal vez estás mirando por la ventana, acobijada en tu manta, pensando en mí…

_{Imagen original de Irasonja || Tomada de Pixabay}

Acá es bonito mamá, pero no tan bonito como nuestra casa. La gente me mira con asco, dicen que vengo a robarles sus trabajos… pero no es verdad, yo solo quiero ahorrar algunas monedas para tenerte conmigo, y también para pagarle los duraznos a la señora Aleksandra, si es que no nos da una paliza primero. Ah, y disculpa mi letra torcida, mamá; ayer unos ladrillos cayeron sobre mis dedos y hoy amanecieron algo hinchados, pero no me duelen… como escribí antes: ¡Soy igual de fuerte que tú!

Esta carta, mamá, le he estado planificando por meses. El señor que dice que me parezco a su hijo me ha enseñado a leer y a escribir, y algo a lo que le dicen números. Sé que tú lees porque intentaste enseñarme más de una vez, pero yo prefería ayudarte a recoger trigo para el pan de la cena. La libertad es difícil, pero uno se acostumbra. ¿Sabías que los automóviles voladores sí existen? Mis amigos les dicen Drones, pero no sé… no parecen automóviles voladores de verdad.

Me han prometido que esta carta llegará hasta tus manos, mamá, y eso me alegra mucho. Todas las noches cuento con ansias las monedas que acumulo para nuestro reencuentro, y aunque todavía me faltan muchas, el sueño de volver a verte me ayuda a trabajar el doble. Te quiero mucho, mamá, siempre me sobrarán las palabras para agradecer tu cariño y tu amor…

Para ti, mamá, va esta carta: para que sepas que aun te recuerdo, y que cumpliré la promesa de jamás olvidarte.

_{Imagen original de OpenClipart-Vectors || Tomada de Pixabay}

Se despide con cariño: el hijo que te extraña con todo el corazón…
Este relato va dedicado a todas las madres luchadoras e incansables del mundo; para todas ustedes: ¡Feliz día!
Invito a mis amigas.
@javima,@luimer79,@mayberling