Historias en su tinta 011: "La Caníbal", por bonzopoe.

in Team México5 years ago (edited)

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Su familia la llamaba la Caníbal por ese nerviosismo tan incontrolable que la hacía comerse las uñas y los pellejitos de los dedos todo el tiempo, a la menor provocación.

Y ese día en particular, el más importante de su vida hasta el momento, no podía hacerlo porque llevaba uñas postizas. La ocasión las ameritaba, pero poco le importaba eso a su nerviosismo habitual que ante la impotencia se encontraba exacerbado.

Como un perro rabioso que no quiere morder la mano que lo alimenta, Ana luchaba por controlarse. Era como una batalla del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, que para quien no la conociera podía pasar inadvertida a simple vista, pero que la estaba llevando a sus límites.

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Ella odiaba las uñas postizas porque igual acababa comiéndoselas y no eran precisamente lo mejor para la salud de su estómago ya de por sí maltratado por su tendencia caníbal, y los mismos nervios que le habían regalado una gastritis crónica desde temprana edad.

Si Ana hubiera podido guardar esos fragmentos de uña en vez de ingerirlos, lo hubiera hecho. Hubiera comprado un álbum y guardado en él todas esas uñas truncas, esos crecimientos cortados de tajo por sus incisivos. Cada uno representaba una angustia, un temor, incluso una alegría.

Pero si lo hubiera hecho desde la primera vez que se le ocurrió, cuando tenía 15 años, a estas alturas de la vida, ya con casi 30, viviría entre álbumes, como esos acumuladores que viven rodeados de una inmundicia que creen que necesitan para existir, para darle sentido a "su vida".

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Es por eso y por pudor, que decidió mejor tragárselas, comerlas como si devorara sus pecados, o la evidencia de un crimen inconfesable. Esa era su manera de expiar sus culpas, de ocultar su fragilidad al mundo, uno para el que desde que recordaba, nunca había estado lista del todo.

Hoy sin embargo es distinto, y tiene que controlarse si no quiere eliminar de su dieta la única otra cosa que devora igual o más que sus uñas, a Carlos. Un joven que a base de paciencia y de caricias logró lo que nadie: domar su nerviosismo y cambiarlo por otro sentimiento, uno más cercano al deseo que a la ansiedad, y detonado no por los miedos de ella, sino por las fantasías de él, unas de las que Ana descubrió amaba ser parte más de lo que pensó el día en que su madre los presentó un domingo por la mañana, después de una misa en la parroquia del pueblo.

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Nadie antes de Carlos había sido capaz de ser rival de sus uñas. Y prueba de ello eran las numerosas marcas que se ocultaban bajo la ropa de este después de cada encuentro clandestino con Ana.

Al principio la relación no pintaba bien para nadie, ni siquiera para los propios Ana y Carlos, que estaban conscientes de que una relación basada en rasguños, mordidas e inventivos encuentros clandestinos no sería una historia con final feliz.

Pero posiblemente esa misma honestidad, ese mismo desparpajo al devorarse el uno al otro sin importar si habría un mañana los fue acercando lentamente, sin que se dieran cuenta. Y poco a poco fueron apareciendo la tranquilidad y el sosiego, las miradas y silencios, la calma después de la tormenta como objetivo más que como producto residual de los encuentros.

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La paz poco a poco hizo su hogar en Ana, la caníbal, al Carlos ir lentamente ocupando el lugar de las uñas. El recuerdo de su sabor en la boca de Ana era suficiente para ayudarla a superar su otrara incontrolable nerviosismo. Pero no ese día. No ese día que además estaba rodeada tanto de extraños como de sus seres más queridos. No ese día que nunca imaginó que llegaría y que no quería arruinar por nada del mundo.

Pensó en Carlos, en su sabor, en la textura de su piel entre sus dientes, entre sus dedos, cerró los ojos y lo miró, y su sonrisa y la paz en su mirada después de unos minutos acabaron por tranquilizarla. Caminó lentamente entre todos, familia y extraños. Sintió sus miradas, algunas de alegría, otras de franca indiferencia, incluso desdén.

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Al final de pasillo se hallaba Carlos esperándola, con esa sonrisa y mirada que la habían tranquilizado momentos antes. Al llegar a él tomó su mano y eso acabó por desaparecer su nerviosismo y su miedo.

Miró sus uñas al mirar sus manos enlazadas a las de él, y por primera vez en su vida no sintió el impulso de morderlas, de devorarlas, se sitió en paz, tranquila y feliz, y cuando dijo: "Sí, aceptó", supo que la caníbal había muerto, y a partir de ese momento sería solamente Ana.


©bonzopoe, 2020.

Si llegaste hasta acá muchas gracias por leer este publicación y dedicarme un momento de tu tiempo. Hasta la próxima y recuerda que se vale dejar comentarios.

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final de post.png¡¡¡Felicidades!!!

 5 years ago (edited)

¡Interesante relato, mi estimado @bonzopoe! Siento que Ana tenía una ansiedad de esas contra la cual no es fácil luchar. Así mismo, lastimar a Carlos me suena a que él buscó el modo de "reducir" o contener su ansiedad.

¡Un saludo!

Muchas gracias, me da gusto que te haya gustado, quiere decir que no está tan mal. Saludos!

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