La vida puede ser tan cruda que lo único que llegas a desear es que todo sea una pesadilla de la cual puedas despertar. Pero claramente estoy escuchando caer las rocas de las montañas, interfiriendo en ese río que solo quiere fluir y encontrar su cauce. Esas ondas producidas con goteos son como los recuerdos intermitentes de mi pasado y presente, que me congela y queda inerte sin vida. Los peces han dejado de reproducirse en aquel río que es amenazado por terminar simplemente seco; no hay corrientes, ni cauce, como un túnel sin salida donde el inicio sería el mismísimo final.

Luego de haber finalizado la universidad y obtener mi primer trabajo, mi vida se convirtió en algo muy rutinario pero de cierto modo me sentía satisfecha con las cosas que podía hacer y obtener. Era una chica muy sociable, la verdad solía hacer amistades con facilidad, pudiera decir que la belleza heredada y humildad de mi difunta madre me daba la ventaja. Una chica muy inteligente y dedicada, quién podía tener tal vez al chico de sus sueños pero quien quiso primero ir hacia el camino que su corazón le dictaba.

Mi padre cada vez que lo visitaba me recordaba que la familia era importante, que tenía ya la edad para conocer a un hombre con el cual casarme y tener herederos, aunque yo en el fondo sabía que lo que él quería era tener nietos. Seguramente en algún momento de mi vida iba a cumplir ese sueño de él, pero no me sentía preparada, la verdad es que mi cabeza y pensamientos estaban en esa meta alcanzable de poder tener mi desfile en la semana de la moda en New York. De mi madre también había heredado el gusto por la ropa, aunque ella tejía al igual que mi abuela, yo tenía por gusto algo mucho más innovador, algo que se adecuaba al presente y podía evolucionar según el futuro. Que mis diseños vistieran a las más memorables celebridades era un sueño que tenía desde pequeña cuando veía a mi madre tejer suéteres, bufandas y guantes para la temporada de invierno. Algo que disfrutaba mucho, pues pasábamos la temporada en la casa de campo que mi padre había construido cerca de un río cristalino donde íbamos a pescar juntos, recuerdos de niña que perduraran por siempre en mi memoria.

Éramos mi padre y yo nada más, siendo que él fue un soldado de la guerra fría quien perdió a toda su familia; por parte de mi madre era una inmigrante que llegó con su madre, el resto había muerto en los enfrentamientos, algo muy triste de recordar, así que de pequeña, éramos mi abuela quien fue la primera en dejar este mundo, mi madre que en paz descanse quien murió de leucemia, mi padre quien aún seguía con vida en el presente y yo, una pequeña con muchos sueños por cumplir.

Aquella felicidad por casi obtener lo que quería se vio empañada por una trágica llamada. Mi padre quien toda su vida había sido un hombre saludable fue encontrado en el campo sin signos vitales. Ese momento gris de la vida cuando sientes la soledad caer del cielo como gotas frías que empapan cualquier pensamiento de arrepentimiento, haciéndome recordar que él era lo único que me quedaba; solo podía sentir el vacío de mi corazón mientras me despedía de él sin querer hacerlo; cada grano de tierra que se postraba en su tumba eran golpes incesantes de dolor y lagrimas.

Pensé que el tiempo iba a curar esa herida, pero contrariamente caí en una depresión, deje perder aquellos sueños por cumplir. Saboreando lo que realmente era la soledad, si antes eran solo kilometros lo que nos separaba, ahora es la vida misma; aun podía escuchar su voz y al fondo la corriente del río enfrentarse con las duras rocas. Por todo ese tiempo pase aquel dolor en el rancho de mi padre; quería de cierto modo alejarme de aquello que me cegaba, una felicidad momentánea y ficticia. Aunque no deje mi blog personal donde compartía mis diseños, al menos 2 veces por semana me iba caminando al pueblo cercano para sentarme frente a un computador con un café y desahogarme entre aquellos escritos biográficos de mi presente vida. En las noches me sentaba en la mecedora que construyó mi padre en vida para mi, algo que había encontrado en su taller mientras arreglaba sus cosas y desempolvaba. Las estrellas eran testigo de cada puntada al compás del hilo de aquellas bufandas y suéteres que hacía recordando a mi madre; todo ello era una necesidad de conseguir paz, buscando tal vez que mi vida encontrará cauce como aquel río.

Con el tiempo conocí a un hombre muy apuesto del pueblo quien tenía muchas propiedades y quien conocía a mi padre. A través de él fue que supe mucho de la vida de mi padre que ignoraba, o que más bien me perdía por hacer otras cosas; pescaban juntos, sembraban y se emborrachaban luego de cosechar y obtener muy buenas ganancias. Algo que agradecí a la vida conocerlo.

A los dos años nos casamos y decidimos ir a la ciudad nuevamente, algo que me hizo nuevamente querer hacer lo que me gustaba pero de una manera mucho más modesta. Así que abrí una tienda de ropa y un taller de costura el cual se llenó de mujeres amorosas, mucha de ellas madres solteras, algo que me hacía sentir que este nuevo camino era lo correcto; estaba haciendo una buena causa y a la vez cumpliendo mis sueños ya que la ropa que diseñaba se vendía rápidamente.

Una de esas noches mientras preparaba la cena para mi esposo, siento que el mundo me da vueltas por lo que salí corriendo al baño por las náuseas. Una vez que se me paso me senté a la cama a meditar lo que estaba sucediendo, pues tenía la sospecha de que estaba embarazada. Le comente a mi esposo y él estaba muy feliz, deseaba que fuese realidad, y así fue. Al día siguiente fuimos al hospital para hacerme una prueba de sangre y tenía 3 semanas de embarazo. Fue un momento profundamente feliz y a la vez conmovedora pues recordé las palabras de mi padre cuando me decía lo importante que era la familia y ese sentimiento que tenía él por verme casado y con hijos.

Pasadas las semanas mientras dormíamos, siento un dolor intenso en mi vientre y un líquido viscoso empapar mis piernas. Rápidamente entró en pánico al ver que se trataba de sangre. Fuimos de emergencia al hospital mientras en el camino llamábamos a mi doctor, al llegar aquello que presentí se volvió una oscura realidad. Había perdido mi primer bebe por un aborto involuntario, pero algo que marcó mi vida fue escuchar al doctor decir que no podría tener más hijos. En ese momento no existió nada que pudiera consolarme. Con el tiempo me separe de mi esposo quien al igual que yo sufría y a quien no podía negarle mi descuido como mujer, ya no deseaba ser amada; aunque me sentía culpable de todo lo que pasaba, no entendía la razón por la cual me pasaban desgracias cuando mi vida encontraba paz, como si la fuerza de las aguas se reprimieran y dejaran de seguir su camino.

Pasaron 10 años, aunque la vida te de golpes sigue siendo vida y en ella existe el tiempo que no para por nada. Si no hubiese sido por esas mujeres del taller que se convirtieron en buenas amigas, podría asegurar que me hubiese sumergido en la tristeza por siempre. Estando soltera y aun con el deseo de ser madre me dispuse a adoptar a una hermosa niña. El papeleo fue un tanto difícil ya que era soltera pero lo logre por la convicción que tenía. A ella le di todos mis conocimientos para que aprendiera a tejer tal y como mi madre me enseñó. Había hallado una nueva luz en mi vida, no me sentía sola del todo, pero sabía que algo faltaba y a ella le faltaría también.

Para ser una mujer y madre madura, no tenía vergüenza alguna de usar aplicaciones para citas, recuerdo que mis compañeras en la universidad me hablaron sobre eso, pero para ese tiempo no tenía interés alguno. Daba por sentado que no iba a conseguir a alguien contemporáneo conmigo, pero para mi sorpresa había muchos hombres de mi edad y mucho más.

Cuando vi sus ojos sentí algo que me estremecía, no importó los kilómetros que nos separaba, no quería solamente cruzar un saludo con él, sentía ansias por saber sobre él. Sabía que aquellas aguas empezaban a juntarse para recorrer un nuevo camino, ya no era solo cruzarse con las duras rocas y encontrar el cauce.