La vida puede ser tan misteriosa y a la vez mágica para aquellos que no se niegan vivirla. Aun con el pasar de los años, las costumbres y creencias pueden ser expuestas a dudas, inclusive, a cambios. Aquella corriente que fluye entre el río de los recuerdos, la vida y el final, también va llevando consigo mismo el desgaste de las rocas inertes en la profundidad y orilla del cauce. Mientras mi vida cobra sentido, la de otra persona empieza a ser un bucle de sin fines de cosas inesperadas e infortunas, pero como todo laberinto tiene final, nuestras vidas no se excluye de ello.

Había pasado tanto tiempo desde que me perdí a mi esposa en la muerte. Nuestro primer y único hijo tenía tan solo 10 años de edad cuando tuvo que ver morir a su madre ante su lucha contra el cáncer. Desde el momento en que fue diagnosticada quisimos vivir cada día como si fuera el último. No había esperanza alguna de poder erradicar el cáncer, y aunque para alargar su vida se le recomendó radioterapia, ella solo quiso seguir conservando su esencia y su fuerza natural hasta la muerte. Le habían dado pocos meses de vida, pero ella pudo vivir con nosotros un año entero. No había conocido a una mujer tan fuerte como ella, tal vez porque fue mi primer y único amor. La vida es como una vela encendida que mantiene nuestro camino iluminado, pero que llega un momento en que se extingue el fuego y no hay forma de encenderla, o eso solemos creer cuando nos encontramos perdidos en la oscuridad.

Luego de su deceso, yo viví de una forma neutra como si no tuviera otra razón de vida que solo seguir adelante por mi hijo. Por un tiempo así fue, hasta que se graduó de la universidad y consiguió un trabajo muy bueno en otra ciudad, claramente como padre y siendo él mi único familiar cercano me sentía triste, pero a la vez orgulloso de él, así que lo apoyé. Ansiaba siempre leer sus cartas con las postales de los lugares que visitaba. Yo era alguien que no gustaba de la tecnología por así decirlo, aunque era una forma de no someterme a la tentación de tal vez conocer a una mujer, no estaba preparado para olvidarla a ella aun cuando ha pasado tanto tiempo, seguramente ella no quería eso para mí, pero dentro de mi corazón había un vacío que no podía ser llenado por otra mujer, simplemente no me sentía con el derecho de empañar sus recuerdos u olvidarla a ella.

Me dedique al campo luego que nos mudamos de la ciudad, ya que de pequeño vivía en un rancho lleno de animales, sembradíos y esas maquinarias que tanto me gustaba montar con mi padre, sin embargo él quiso que yo estudiará así que me envió a la ciudad mientras me ayudaba con los pagos de la matrícula, mientras yo tenía un trabajo de medio tiempo como panadero, fue en ese entonces cuando conocí a mi difunta esposa, muy sonriente y jovial quien amaba los panes dulces que preparaba en la panadería. En la actualidad mientras horneo sus panecillos favoritos suelo recordar el brillo de sus ojos y su rostro ruborizado, era como si hiciera lo que hiciera, ella estaba siempre presente en mi vida aún más allá de la muerte.

Tras los años recibí una postal de mi hijo invitándome a ir a la ciudad, a la cual no me negué puesto que estaba por casarse con su prometida y con quien además iba a tener una hija. Tal vez las ansias de ser abuelo fue lo que me llevó a despegarme de la paz que me producía el campo, no importaba, valía la pena ver y cuidar a mi nieta. El año había pasado y la pequeña por nombre en honor a mi esposa había nacido, una hermosa niña con rasgos de su madre pero con carácter de su padre. Supe que no podía siempre vivir con ellos en su apartamento, por lo que conseguí un trabajo cercano en una cafetería donde pude cocinar y promocionar mis panecillos, que con el tiempo se hicieron famosos tanto que con las recaudaciones de las ventas pude abrir mi panadería en pocos meses con un préstamo bancario.

La vida para mi pasaba muy rápido, no disfrutaba mucho la soledad y el silencio de las paredes en mi apartamento, algo pequeño pero acogedor, con un cuarto extra para cuando mi nieta me visitará los fines de semana, quien adoraba comer hamburguesas caseras con su abuelo y ver la televisión mientras yo tomaba cerveza y ella refresco. Sus ojos eran como las de mi difunta esposa, algo que agradecía de la vida por poder verlo.

Mi hijo me compro el primer celular que tuve en mi manos, y fue mi nieta quien me enseño a usarlo. La verdad es que solo era un medio que usaba para comunicarme con ellos, y me gustaba poder saber de ellos y preguntar por mi nieta sobre sus estudios. Sin embargo con el tiempo adquirí un computador ya que contrate a un asesor de negocios que me aconsejo abrir redes sociales empresariales para dar publicidad a mi panadería de manera que maximizará las ganancias. Con ello fui abriendo mi correo, aprendí a manejar las redes sociales e interactuaba con alguna que otra persona que deseaba saber sobre mis productos.

A los días mi hijo me visitó y estuvimos hablando sobre la necesidad que él veía en mí de tener a una persona a mi lado y darme la oportunidad con otra mujer, al principio era algo que no aceptaba rotundamente, pero luego entre la charla y el compartir algunas cervezas estuvimos recordando aquellos viejos momentos que me hicieron llorar y darme cuenta lo tanto que la extrañaba. Al despedirme de él me sentí nuevamente en la soledad, en esa cama fría donde solo reposaba mi cuerpo que ya se hacía más viejo. Estuve pensándolo toda la noche, hasta que decidí no dar marcha atrás o ignorar cualquier oportunidad de conocer a una mujer.

Al día siguiente cuando tomo mi celular veo que tengo una aplicación en mi celular de citas y un mensaje sin leer de mi hijo diciendo que había tomado mi teléfono, que tomará la decisión de aceptar sin olvidar pero de seguir la vida sin estar sólo; intuí con ello que el responsable de tal aplicación fue él.

Me inscribí en la aplicación, y no había mujer alguna que llamara mi atención. Quería hacer las cosas sin prisa alguna, de manera que pudiera conocer a alguien especial y con la cual pudiera sentirme a gusto, por lo que entre los parámetros de búsqueda quise que quienes vieran mi perfil, fuese a distancia, así no tendría la responsabilidad de citas personales a inicio. Sin embargo, pocas eran las mujeres que deseaban tener una conversación en lejanía porque lo veían poco productivo y algunas otras parecían un tanto desesperadas por su corta edad comparada con la mía.

Pero aquella vela de fuego extinguido, empezaba a ser rozada por una chispa del destino, un mensaje del otro lado del mundo que comenzó a dar un vuelco a mi vida. Aquel cauce empezaba a llenarse de las gotas frías que caían de mi rostro todo este tiempo, encontrando su camino para fluir e incorporarse con grandes aguas destinadas a no estar separadas.