En la mayoría de los hogares modernos la televisión ocupa un lugar privilegiado como pasatiempo y foco cultural. Sin embargo no es raro escuchar opiniones adversas al considerársele negativa en cuanto a la formación de nuestros niños, ya que en su mayoría encontramos violencia, crímenes, aventuras fantásticas, espectáculos, etc.

Los niños de muy poca edad simplemente contemplan la televisión sin el menor sentido crítico y sin comprenderla. A partir de los 2 a 3 años empieza a reconocer y tener programas “preferidos” que naturalmente son hechos acorde a su edad. Cuando el niño empieza a leer descubre cuándo y en qué canal dan su programa favorito y a la edad de 10 años ya están totalmente familiarizados con ésta. Luego, a la edad de 12 años el interés decrece, ya que, tendrá otro tipo de entretenimiento además de que, sus deberes escolares exigen mayor dedicación.

Cuando llegan a la pubertad, ya encuentran a la televisión aburrida prefiriendo reunirse con amigos en sitios divertidos ya sea, parque, fuente de soda o un cine.

Muchos creen que sí, debido a los programas cargados de violencia y contenido dramático, sin embargo, los últimos estudios realizados han concluido que esto solamente sucede cuando hay una predisposición del niño a ser inestable o neurótico. En otras palabras son los niños los “agentes” activos, no los programas.

La televisión puede ciertamente contribuir a alentar ciertas tendencias malsanas pero casi nunca las inicia y en cambio puede estimular el interés del niño por la cultura y por los problemas del mundo y de la vida.