Un poema senil para el día de los niños
En el día de los niños la inspiración se viste de estreno y sonríe.
Anciana infancia
Nunca dejó de ser niño,
aún arrastra su carro de juguete
y esconde la pelota para que no se la roben.
En su cara pringada se pintaba bigotes de mentira,
para querer ser grande
para querer ser él.
Alma grande y juguetona que no deja de llorar,
trotes cortos en la arena del muladar,
sube y baja las montañas en busca de los arcanos.
Ha sonreído a la luna viéndole el rostro otra vez.
Simula olvido para disfrazar las memorias
pero acepta sus visitas en las horas lentas.
Ríe con agrado en la presencia de los niños,
es el agua que quiere volver a recorrer,
la misma que quiere volver a beber,
bañarse en los remansos,
y ponerse los zapatos al revés,
porque la niñez se vive dos veces en el misterio de la vejez.