Una carta de amor a través del tiempo
Nada emociona tanto como hablar del amor desde la sosegada perspectiva que nos brindaban aquellas cartas que se escribían con la elevada inspiración de los más puros sentimientos. He aquí esta misiva para una dama que ya no está a mi lado porque decidió esperarme en los jardines del cielo...
Ahora soy un anciano. Sabes que 80 años es mucho. Mientras me siento en mi escritorio y cierro los ojos, los recuerdos de mi querida esposa vuelven a mi mente. Han pasado 10 años desde que falleció. Crecimos juntos en el mismo vecindario, fue a la misma escuela y se enamoró a una edad temprana. Sabes, 50 años de amarse y cuidarse el uno al otro es mucho y atesoro cada momento como ayer.
Tomo mi bolígrafo y empiezo a escribir algo para ella. Quiero que sepa que mi amor por ella nunca morirá y espero volver a estar juntos en el cielo.
"Allá te espero, cielo mío," dijiste con el último hilo de voz que te salió del alma y con la misma sonrisa de niña que me regalabas desde aquel lejano ayer cuando las ilusiones anunciaban la eternidad de nuestro amor. Al principio, el dolor no me dejaba comprender por qué te marchabas irradiando esa tranquilidad que contrastaba con la desolación que sentía mi corazón ante la irremediable verdad de que ya no estarías a mi lado en este mundo. Después, el bálsamo apaciguador de tu recuerdo desenredó la madeja de mi ofuscación para mostrarme la grandeza de tu existencia hasta la hora final.
"Allá te espero, cielo mío..."/F
Fuiste desde siempre la serena sensatez que encauzaba mis diatribas inseguras por el provechoso sendero de la prudencia y la moderación. Gracias a ese mesurado proceder tuyo, nuestras locuras no pasaron de ser anécdotas que disfrutamos con la ecuánime libertad de los sentimientos que se saben infinitos, con la gracia proverbial de esos hechos que escucharán los nietos que vendrán más tarde a recoger los retazos desperdigados de unos abuelos que dejaron sus huellas titilando en la acogedora historia familiar.
Mis ímpetus, mi acuciante escepticismo y mi tendencia hacia la simplificación de las circunstancias fueron sin cesar una amalgama desquiciante para cualquier mortal que me hiciese caso, pero tú sabías someter esas agitaciones y extraer de ellas lo que resultaba provechoso para seguir adelante.
Trascendiendo este mundo.../ F.
Me enseñaste que la vida no es una apuesta que se gana arriesgándolo todo con las mejores intenciones, sino que se trata, más bien, de un sinfín de vaivenes que nos puede confundir cuando nos negamos a entenderlo y cuando nos negamos a aceptar que tomando conciencia de nuestras debilidades nos haremos más fuertes.
Nunca habías podido, sin embargo, convencerme de que la muerte no significaba el final de todo, la nada que encontramos después de la existencia; nunca pudiste quitarme este miedo a no estar y decidiste morir para persuadirme de que más allá de este mundo terrenal existe también la deslumbrante llama del amor que nos mantiene unidos.
Sabías que nuestro tiempo se estaba acabando, que el peso de los años me mostraba la posibilidad de que yo partiera primero hacia esas sombras perpetuas que me atemorizaban y me confinarían al olvido. Por eso te marchaste adelante, para dedicarte como siempre los has hecho a desbrozar el camino y a encender el faro de ese portal eterno que nos acogerá en su seno, para recalcarme que por amor somos capaces de anhelar la muerte para seguir viviendo.
Espérame allá que necesito estar contigo…
Invito a los amigos: @yolvijrm, @ahumadaliliana29 y @tahispadron a escribir su respectiva carta de amor.
Hermosa carta de amor, un amor por siempre.
Saludos y mucho éxito en el concurso.
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