Había momentos en los que las excusas surgían,

la intoxicación de engaños,
en su afán destructivo,
era la prorrogación de un final inminente.

Los dos alteraban la realidad,
desconociendo la soledad y la sequía,
y se entrelazaban
en distracciones innecesarias,
perpetuando silencios,
encegueciendo la siembra de equivocaciones.

Día tras día,
los cuerpos acumulaban ruinas, abandonos,
por lo que huían de las ventanas y de la cama,
y preferían el transitar solitario de los otros muebles.

Pero una mañana, tuvieron la accidental idea de mirarse de frente.
Los ojos en deserción, acobardados,
no encontraron mejor refugio que el cielo.
Allí, en pleno vuelo,
millones de mariposas que moraban dentro de ellos,
huían,
conscientes de la devastación,
a pesar del esfuerzo.

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Hasta una próxima lectura, amigos