¿Cuál es el mejor día de mi vida?, con seguridad te has hecho esta pregunta mil veces, y tal vez no has encontrado una respuesta única: mi primer beso, el día que al fin conquistastes a la chica o al chico que te gusta, cuando recibistes tu diploma en la secundaria o en la universidad, cuando te aceptaron en tu primer empleo o el día que contrajistes matrimonio con esa persona tan especial; o tal vez seas de aquellos que afirman tajantemente: "el mejor día aún está por llegar".

Y es que no es fácil escoger un mejor día, todos hemos tenido buenos y malos días, los buenos nos llenan de alegrías y satisfacciones que solemos recordar con gran cariño por siempre, por el contrario, los malos días nos dejan en ocasiones, una gran lección de cara al futuro; lamentablemente, en otras ocasiones sólo nos dejan un gran dolor y una profunda sensación de pérdida y soledad, que sólo el paso del tiempo es capaz de mitigar.

En mi caso en particular, he tenido la fortuna de contar con buenos días: el día que obtuve mi grado de ingeniería en la universidad, mi primer empleo, el día de mi boda, el nacimiento de mi primer hijo, el nacimiento del segundo, y algunos otros que en este momento escapan de mi memoria, sin embargo, decidí escoger para este desafío, el día que naciera mi primer hijo, y las razones, además de las satisfacciones que un evento de esta naturaleza trae, también están las grandes responsabilidades que se adquieren con la paternidad, algo para lo cual ningún ser humano está preparado con anticipación, sinó que las habilidades y destrezas se van adquiriendo día a a día.

El mayor de mis dos hijos, llegaría a nuestras vidas un día de octubre de 1996, casi tres años después que su madre y yo contrajéramos matrimonio, y permanecería como hijo único hasta principios de 2002, cuando tendría la dicha de convertirme en padre por segunda vez, en esta ocasión de un millenial, como se les conoce a los niños nacidos con la llegada del nuevo milenio.

Aquel día, ingresaríamos a la clínica en horas de la mañana, y tras efectuarle a su madre los exámenes médicos de rigor, la doctora a cargo nos comunica que debía practicar una cesárea por lo que a primeras horas de la tarde, es ingresada a quirófano, donde poco menos de una hora después, mi hijo llega a este mundo. Pocos minutos después, una enfermera que lo tomó en sus brazos, lo acercaría a la puerta con grandes cristales que separaba el pabellón quirúrgico del área de espera, donde me encontraba en compañía de nuestras familias, para observar por primera vez a mi hijo, que parecía advertir con su grandes ojos abiertos, nuestra presencia.

Un par de días después, abandonaríamos la clínica con nuestro primer vástago, con destino a nuestra casa para iniciar una nueva vida.

En la actualidad, mi hijo Manuel es un aventajado estudiante de Ingeniería en Computación y dirigente estudiantil en una reconocida universidad de la capital venezolana, ciudad donde reside con su hermano menor Andrés, el segundo de mis hijos, y su madre, luego de que el destino nos condujese por caminos diferentes luego de dos décadas de matrimonio.

Ciertamente, haber sido padre en dos oportunidades, es una gratificante experiencia, digna de ser considerada entre los mejores días que un ser humano puede atesorar en su vida.

This is my entry for the #fridaychallenge. This is an initiative of @steemitblog. I hope you enjoy it.

Esta es mi participación para el desafío #fridaychallenge. Esta es una iniciativa de @steemitblog. Espero que lo disfruten.

• Cámara: Varias
• Editor: PicsArt
• Locación: Venezuela
• Fecha: Varias

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