MIÉRCOLES DE JÚPITER | Paisajismo | Poema a un árbol ancestral

La madre naturaleza se expresa en los lugares más recónditos del universo.

Es una llama que florece en medio de la adversidad y la incertidumbre, que constantemente lucha por surgir y reinar.

Incluso en un pequeño pedazo de tierra en una villa solitaria, combate y perdura; se atraviesa entre las grietas y conquista.

Las nubes se ganan el cielo como hadas grisáceas; esculpen figuras titánicas que se enfrentan en una lluvia que viaja a través de los tiempos.

En medio de la desolación, un árbol centenario se levanta y abre su boca. Observa su deformidad y se regodea con el poder de la mismísima vida.

_{Fotografía de mi propiedad, tomada con mi iPhone X.}

No hay hojas que lo adornen, ni hermosos pájaros que se crucen por él, pero conoce su poder y su superioridad frente al mundo.

Como un caballo inmortal, sus ramas se fusionan con el frío del alba; las patas alcanzan las nubes y se manchan con la inocencia del firmamento.

Es un esqueleto que ha alcanzado la vida en la muerte. Es un casco vacío que está más lleno que nunca.

Mientras tanto, un gato blanco, ancestral, que ha tomado en control de las nubes y del reino de los cielos, se asoma tras el árbol centenario y nos observa tímidamente. Poco a poco, desaparece, y el árbol se despide de su amigo con tristeza.

Las otras figuras de la naturaleza se arrodillan ante el dolido árbol; saben que no pueden asemejarse a él. Su mirada los acongoja y los mantiene a una distancia prudencial.

En las noches, el árbol serpentea por las casas en forma de fantasma. Se mueve de su lugar y recuerda las hermosas hojas que algún día lo coronaron como el rey del mundo.

_{Fotografía de mi propiedad, tomada con mi iPhone X.}

Sorprendido con la llegada de un nuevo día, abre su boca, un oscuro y profundo portal a otros tiempos, y se sumerge en un profundo letargo hasta la noche siguiente.

El resplandor de un flash lo levanta de su sueño infinito. Observa a la joven que lo ha despertado y se sorprende.

Había pasado tantos años durmiendo en la ignorancia de los humanos que ser tomado en cuenta le sacó dichosas lágrimas de alegría; su amigo, el gato nebuloso, se asomó a través de las ramas envejecidas y rió igualmente. Eran un dúo único y enternecedor que sacó suspiros a la fotógrafa.

El árbol ancestral cayó en su letargo con una enorme sonrisa en la boca.

_{Fotografía de mi propiedad, tomada con mi iPhone X.}