Continuación de mi libro ¡Más penas, que glorias!

Era la primera ve que salía de mi país, no sabia como era el proceso, solo sabía que mi meta era continuar a toda costa. Sudada, agotada hice mi cola para migración, mi cara de susto me delató, se me notaba que era una novata y con solo hablar me iba a delatar. Y así fue jajaja mi voz era de inseguridad, dije que iba por 3 meses, luego la pregunta ¿Cuánto dinero tienes para estar ese tiempo en el país? les dije que nada jajaja que mi propósito era ir a estudiar psicoanálisis en Medellín, a lo que vio mi pasaporte y no contaba con visa de estudio para tal fin, todo fue un desastre, me pidieron pasaje ida y vuelta, otro detalle, la plata no me alcanzaba para los dos, con esfuerzo para uno.

Salí de la oficina a comprar el pasaje y regresé a la cola para pasar con el mismo funcionario, está vez tuve ayuda de una conocida de mi mamá, una colombiana que se dedicaba a la costura como ella, le explico que ella se haría responsable de mi durante el viaje y la estadía y fue la única manera que me sellaran el pasaporte y me dejarán continuar.

Al salir de migración sentí mucha alegría, agarramos las pocas pertenencias y fuimos rumbo al terminal, no faltó quien ayudará con los bolsos para conseguir un par de monedas. De camino al terminal todo lo que mis ojos veían me encantaba. Cúcuta me parecía lo mejor del mundo, en cuanto a estructura y paisaje natural. El terminal si era común, sucio en su mayoría, demasiada gente por todos lados, el calor era infernal, mi cabello estaba arruinado, pero me sentía realizada, lo había logrado, estar en otro país de la noche a la mañana.

La espera para abordar el bus a Medellín fue larga, comí aún las arepas que me quedaban y tomé agua, vi TV esperando la hora de partir a mi nuevo destino. Recuerdo mi asombro al ver el autobús dónde me iba a montar, era inmenso, súper lujoso, con WI-FI, baño, puerto de carga para mi teléfono, era sin duda lo mejor que había visto, en mi país no se veían transportes de tan magnitud, al subir todo se veía mejor, en el asiento me sentía cómoda y a gustó. La mayoría del tiempo en ese viaje solo dormí, ni siquiera me bajé en las deferentes paradas que se hicieron, pocas veces sentí deseos de ir al baño. Ya hacía bastante frío en medio del camino y la noche, me tomé unos minutos en una parada y aprovechando la luz comí, el último pan que mi mamá me había preparado en casa y de nuevo volví a dormir, al despertar ya estaba en Medellín, la ciudad me parecía una belleza, sin mencionar el terminal, era un lujo mayor, aquello era maravilloso, tantas tiendas a mi alrededor, ropa, zapatos, carteras, que lo único que podía pensar era, cuándo iba a poder comprar todas esas cosas. Mi sueño de tener dinero para gastar jejeje. Pero, por ahora la realidad era, juntar unas pocas monedas para llamar a quien me iría a buscar.