Entre los ángeles y demonios // RELATO

in GEMS4 years ago

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Laura finalizo la ajetreada jornada laboral. Estaba ansiosa por irse. Tendría su primera cita con Robert, el apuesto joven que conoció esa semana, en uno de los restaurantes de comida rápida ubicado dentro del edifico comercial. Quedo cautivada, era un caballero siempre pendiente de los detalles. Cuando se encontraban en la hora de descanso, ella era el centro de su atención. La hacía sentir especial, no era una mujer muy agraciada físicamente y desde que se instalo en Pittsburgh solo había tenido cortas citas que terminaron en decepciones.
Ahora, parecía haber encontrado a su príncipe azul.

Entro en el elevador.
Pulso el botón de planta baja.

Las puertas estabas a punto de cerrarse, cuando bruscamente una mano lo impidió. Un hombre tosco, de rasgos latinos, abordo el elevador. Se le apreciaba una cicatriz debajo de su oreja izquierda, que se extendía hasta el cuello.

Laura sintió miedo.

-¿Quieres?- pregunto el hombre, ofreciéndole un caramelo. Laura lo miro con indiferencia, intento no mostrarse nerviosa. Hizo un gesto negativo y miro hacia el otro lado. . El extraño mordió el caramelo y con una gran sonrisa en su rostro, no le apartaba la mirada.

Podía ver la maldad a través de sus ojos.

Se abrieron las puertas del elevador en planta baja. Laura salió velozmente y acelero el paso. Miro hacia atrás. El diabólico hombre se quedo parado en las puertas del elevador, observándola. En la salida del edificio, informo a los vigilantes que había un hombre muy sospechoso. El regordete guardia de seguridad se levanto de su silla y prometió ir a dar un vistazo.

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Laura aun temblaba cuando Robert estaciono su auto deportivo. Había comenzado a lloviznar y se escucharon unos truenos. Abordo el vehículo y Robert arranco de inmediato. Cuando apenas habían recorrido 2 manzanas, ella le dijo que estacionara.

Aprovecharon un pequeño parking abandonado de la vieja gasolinera en remodelación. Habia comenzado a llover. Laura le conto la horrible experiencia vivida en el ascensor. Le temblaban las manos. Estaba nerviosa y pidió que la abrazara fuertemente.

El galante Robet la sostuvo entre sus brazos. –Ya paso amor, ahora estás conmigo – le dijo, para luego estamparle un beso. ¡Era lo que ella quería! Olvidar el susto y entregarse a esa pasión con la que llevaba días soñando. No pudo resistirse. Los besos se hicieron cada vez más fogosos. -¡Hazme el amor! – le exigió ella. Comenzaron a desnudarse. Para ella era un ángel que la llevaría al cielo del amor. No quería esperar. Era el momento ¡Ya! Deseaba ser poseída por ese Adonis terrenal.

Un demoledor golpe rompió por completo ese momento de magia. Robert le había dado un puñetazo en el rostro, dejándola aturdida. Al intentar gritar, le tapo la boca y con la otra mano, le estrello el rostro contra la puerta del vehículo. Sintió las manos de su hermoso amante apretarle el cuello. Intento luchar, pero era en vano, su agresor era un hombre atlético y fuerte.

Le fue faltando el aire. La visión se fue ennegreciendo.

-Voy a morir – fue el único pensamiento que fugazmente paso por su mente.

Dejo de sentir la presión en su cuello.

Tomo una bocanada de aire.

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No lograba ver bien, todo estaba borroso. Solo distinguía un montón de pequeños puntos rojos, que apuntaban a una dirección, el rostro de Robert. Escucho voces que ordenaban a su hombre ideal bajar del vehículo cuidadosamente.

Alguien la sujeto por el brazo.

Sintió la lluvia en su rostro, en sus manos, en su cuerpo. ¡Estaba viva!

Miro el rostro de su salvador.

Era el hombre con ojos de demonio que se había montado en el ascensor. – Tranquila, todo está bien, le curaran esas heridas – le dijo, cubriéndola con una manta y acercándola a una ambulancia. Ese extraño, con aspecto diabólico, era el inspector de policía Daniel Espinoza, encargado en dar cacería a Robert Lubezki. Un peligroso asesino serial de la Florida, con 12 víctimas a sus espaldas. Le habían estado haciendo un seguimiento y por fortuna, pudieron capturarlo e impedir que cometiera otro de sus crímenes.

El inspector se acerco a Laura.

-¿Quieres uno? – ofreciéndole un caramelo. Ella no pudo evitar llorar. Acepto el caramelo. El policia se rio.

Laura comprendió que existen hermosos y encantadores ángeles de la muerte rondando en nuestro mundo y también feos y repulsivos demonios dispuestos a protegernos.


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